Las lágrimas del rey Boabdil
Al amanecer, los reyes esperaron a Boabdil a orillas del Genil. El moro se acercó parsimonioso, derrotado; hizo ademán de besar las manos de Fernando, cosa que éste rechazó, y entregó las llaves al rey, que, a su vez, se las dio a Isabel. Era su regalo, el más preciado que una reina de Castilla pudo soñar jamás. Gutierre de Cárdenas hizo entonces ondear el pendón de Castilla en lo más alto de la Alhambra, en la torre de la Vela. El cardenal Mendoza, que estaba con él, puso una cruz junto al esta
22 DE FEBRERO DE 2007 · 23:00

La noticia recorrió Europa con celeridad. El Papa hizo repicar al unísono todas las campanas de la Ciudad Eterna. Los reyes de Europa, incluido el de Francia, celebraron la conquista y ordenaron misas en gratitud por la victoria.
Mientras tanto, un vencido Boabdil salía camino del exilio en compañía de su madre, la vengativa Aixa. Al coronar uno de los cerros que anticipan la sierra, Boabdil descendió del caballo, se giró y, mientras contemplada compungido el perfil de Granada al atardecer, con sus palacios y torres reflejando la delicada luz dorada que baña la ciudad los días de invierno, se echó a llorar. (Pasaje de la historia de España, por Fernando Díaz Villanueva)
Contempló compungido Boabdil cómo le era arrebatado aquel reino. Se giró para observar la belleza imponente de una ciudad teñida por la luz del atardecer.
Qué tristeza hubo de sentir al tener que abandonar lo que tanto amaba. Que inconsolable dolor se agazaparía en su pecho al sentirse derrotado.
Las lágrimas de Boabdil se me asemejan a esas otras que derramamos por aquello que perdemos. Lágrimas de impotencia hacia situaciones que nos acometen en la vida y ante las cuales nos sentimos destronados, caminando hacia el exilio.
En ocasiones tenemos el deber de girarnos hacia un lado para ver la hermosura de todo cuanto nos rodea, de aquello que por descuidarlo nos ha sido arrebatado.
Hablo de ese primer amor para con Dios, ese amor impregnado de ardor que poco a poco se ha debilitado. Hablo de esos primeros encuentros a solas con el Padre, descubrimientos que hacían arder nuestras vidas presas del fuego del espíritu.
Hablo de esas pequeñas parcelas que sin darnos cuenta esta sociedad ha ido conquistando y ante la cual hemos ido cediendo, sin ser muy conscientes de cuanto perdíamos.
Si hoy al virarte ves áreas de tu vida en las cuales ya no reina Dios, no te conformes con verter tu llanto, en quietud busca la manera de acercarte a Él para que las vuelva a conquistar.
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