Un movimiento de mucho riesgo para Israel
Hasta ahora, el plan de anexión de parte de los territorios de Cisjordania ha revelado más una motivación personal de Netanyahu que apoyos externos.
JERUSALÉN · 31 DE JULIO DE 2020 · 13:00
Va a cumplirse un mes de la fecha estipulada por el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para anexionar el 30% de los territorios del Valle del Jordán, el pasado 1 de julio, pero la situación en Israel dista de que esta sea ahora una prioridad política y social, tanto a ojos de las autoridades como de gran parte de la ciudadanía.
La mezcla de presión interna, con voces de peso dentro de su propio gabinete que han criticado la decisión, como las del ministro de Defensa, Benny Gantz, y el ministro de Exteriores, Gabi Ashkenazi, y el rechazo internacional, expresado desde otros países de Oriente Medio y también desde Europa, a través de países como Alemania, Reino Unido o España, han limitado a un Netanyahu cada vez más aislado en su deseo de ampliar la extensión territorial israelí.
Además, el paso hacia atrás de Donald Trump, enfocado desde hace meses en la carrera por las elecciones presidenciales de noviembre, y el movimiento de protestas multitudinarias convocadas en forma de plebiscito no oficial contra la figura del primer ministro israelí, minado por las acusaciones de corrupción de la justicia israelí y por la gestión de la crisis del coronavirus, han acabado de reducir las opciones de la anexión por el momento.
¿Una cuestión personal?
Si bien el Plan de Paz presentado por el presidente de Estados Unidos en enero recogía el acceso de Israel a territorios del Valle del Jordán que están en disputa desde 1967, el desarrollo de este supuesto “Acuerdo del siglo” (como lo catalogaron desde la Casa Blanca), junto con la pasividad estadounidense a ver una implementación posterior y el incremento de voces críticas nacionales e internacionales contra la decisión de Netanyahu, han generado una apariencia personal en la anexión por parte del primer ministro, en el poder desde 2009.
“No hay una explicación racional, parece ser como un capricho de Netanyahu, una maniobra política para evitar otros temas, como su juicio, o su necesidad de dejar un legado histórico después de tantos anos en el poder”, explica el profesor del Departamento de Relaciones Internacionales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, Arie Kacowicz.
Según Kacowicz, anexionar el 30% del territorio del Valle del Jordán, donde viven alrededor de 2,7 millones de árabes y 460.000 judíos, “sería un acontecimiento importante en la historia de Israel, porque implica el final formal del proceso de Oslo y de la posibilidad de dos estados”, pero también “una violación clara del derecho internacional” que “abriría la puerta hacia un Estado binacional, sea democrático, secular o un régimen de apartheid, y cambiaría el estatus formal de los territorios, el estatus actual que favorece a Israel”.
Por eso, señala el profesor, el plan genera grandes divisiones entre la población. “La extrema derecha, incluyendo algunos colonos mismos, piden el 100% del territorio y no el 30%, y están contra el plan. También hay una oposición de base legal, moral, por parte de quienes quieren una solución de dos estados y que Israel no se transforme en la Sudáfrica del apartheid. Y muchos están conforme con el estatus actual, sin nadie que demande ahora a Israel desmantelar sus asentamientos o retirarse del Valle del Jordán”, explica Kacowicz.
Prudencia entre una comunidad evangélica diversa
Ya en mayo, diferentes líderes del Consejo de Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Tierra Santa expresaron su preocupación por la decisión de Netanyahu y la catalogaron de “pérdida de cualquier esperanza restante para el éxito de un proceso de paz”. El Vaticano también ha manifestado alarma por el plan de anexión y ha hecho “un llamamiento a las partes para que intenten reabrir la vía de la negociación directa”.
Para la comunidad evangélica sobre el terreno, sin embargo, ha sido más complicado plantear un posicionamiento concreto público al respecto. “La anexión es muy controvertida y sentimos que no es bueno para nosotros publicar un comunicado oficial. Nuestro foco está en Jesús, que trae unidad sobre nosotros”, explican a Protestante Digital desde la Comunidad de Estudiantes Cristianos de Israel (FCSI, por sus siglas en inglés). “Nuestra organización reúne a cristianos árabes, judíos mesiánicos y estudiante cristianos internacionales. Nuestra junta también proviene de diferentes trasfondos y no siempre compartimos las mismas opiniones políticas”, puntualizan.
También la Alianza Evangélica de Israel (EAI, por sus siglas en inglés) ha rechazado emitir ningún manifiesto siguiendo, dicen, la que es su línea habitual. “Estamos enfocados en reunir a los evangélicos de Tierra Santa juntos y en comunidad, y no vemos esto (la cuestión de la anexión) como parte de nuestro llamado a hacer comunicados políticos del tipo que sean. Esa es nuestra línea de acción”, señalan.
Quien sí se manifestó sobre el anunció de la anexión israelí fue la Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés), a través de un contundente comunicado en el que aseguraban que “pone en riesgo cualquier esperanza para un acuerdo de paz negociado” y mostraban su oposición considerando que “es perjudicial para los israelíes y los palestinos por igual”. Un texto que desde la Alianza Evangélica Israelí rehúsan a valorar en detalle y sobre el que se limitan a decir que “respetan el deseo del liderazgo de la WEA para hablar de una situación en la que percibieron una necesidad sentida”.
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