La iglesia que no cerró sus puertas durante la cuarentena
En el epicentro de la crisis del covid-19 en Italia, la iglesia que pastorea Gennaro Chiocca abrió su local a la comunidad, transformándolo en un centro de acogida para personas sin hogar.
LODI (ITALIA) · 12 DE JUNIO DE 2020 · 11:46
¿Quién no ha escuchado durante la cuarentena la frase: “Las iglesias no están cerradas, solo cerraron los locales de culto”? Por un periodo de tres meses como mínimo, los locales de culto de cualquier confesión, tanto en España como en Italia, estuvieron desiertos. Aún hoy, algunas comunidades evangélicas de Italia han dispuesto no retomar la modalidad presencial hasta fin de mes, y siguen celebrando reuniones vía Zoom como medida de prevención de contagio. Pero hubo una iglesia en particular, en una zona muy golpeada por el covid-19, que se movió contra la corriente.
Como se recordará, el foco original de la pandemia que dejó un saldo de más de 34.000 fallecidos en Italia, estuvo en la zona de Lodi, cerca de Milán, en la región de Lombardía. Precisamente en la ciudad de Lodi, la iglesia ADI (Asambleas de Dios Italiana) que pastorea Gennaro Chiocca, decidió no cerrar su local sino abrirlo a la comunidad, transformándolo en un centro de acogida para personas sin hogar, aquellas para quienes la orden de “quedarse en casa” no tenía ningún sentido.
“Era necesario que en esta ciudad tan atacada por la covid-19, la iglesia respondiera con su misión de predicar y practicar el Evangelio”
Así nació Beth Campo, un proyecto que dio nuevo uso al templo: el salón principal se convirtió en dormitorio, una de las aulas de la escuela dominical en consultorio médico, otra en comedor, mientras que en el patio se instalaron dos casetas con duchas. Este fue el sitio donde un grupo de hombres, en su mayoría inmigrantes, encontró albergue, trato amoroso y todo lo necesario para pasar la cuarentena en un ambiente seguro. Algunos de ellos también encontraron a Jesús.“Era necesario que justamente en esta ciudad tan atacada por la covid-19, la Iglesia del Señor respondiera con su misión de predicar y practicar el Evangelio”, ha dicho el pastor Gennaro Chiocca, originario de Nápoles, fundador de la Ong “Beth Shalom” que gestiona varios proyectos misioneros.
Un slogan imposible
Cuando el gobierno ordenó que todo debería permanecer cerrado, el pastor Chiocca vio la gran oportunidad de darle utilidad al local de culto. “Mientras en todo Italia nacía el slogan `Yo me quedo en casa’, delante de nuestros ojos se presentaban personas que no podían hacer suyo este slogan: personas que vivían en la calle, en vehículos abandonados, en estaciones ferroviarias. Personas con alto riesgo de contagio”, explicó el pastor.
El pasaje de la Escritura que inspiró la obra llevada adelante por Chiocca junto a los voluntarios de la propia iglesia y de otras, se encuentra en Isaías 58:7. “En las Escrituras descubrimos la carga y el honor de dar la bienvenida a aquellos que 'eran infelices y sin refugio’, dando a algunos de ellos la noble posibilidad de recibir salvación en Cristo”. Hoy estas personas forman parte de la comunidad de fe de la iglesia ADI de Lodi.
Varias entidades colaboraron en el proyecto misionero: Asociación de Médicos Evangélicos Italianos, Médicos sin fronteras, Cruz Roja Italiana y Protección Civil. “Así, el local permaneció abierto como `hospital para pecadores’ y no cerrado como un `museo para santos’. Justamente, los museos estaban incluidos en las restricciones y no los hospitales”, expresó el pastor.
Obreros voluntarios
Un buen número de voluntarios capacitados hicieron turnos rotativos para preparar y servir los alimentos, brindar atención médica, compartir tiempos de alabanzas y oración, jugar al ping pong o coordinar el trabajo de restauración del local donde habitualmente se guardan las donaciones recibidas. “Pensamos que para los muchachos hospedados en Beth Campo sería importante sentirse útiles y que este trabajo podría ser una enseñanza de vida para ellos: juntos podemos alcanzar pequeños y grandes objetivos. El Señor nos está dando gracia para transmitirles los valores que animan a nuestros voluntarios: un corazón que es limpiado, lavado de pecados, recibe `los colores’ de la vida que solo Jesús puede dar”, explicó una de las responsables.
En tanto, Giovanna, una joven de Milán que junto a su marido cubrieron turnos los fines de semana, compartió con entusiasmo los cambios que pudo observar en los huéspedes con el paso de las semanas. “Algunos de ellos comenzaron a alabar a Dios con nosotros, a escuchar la Palabra y hacer preguntas. Nos interesa darles cobijo, alimentos y atención médica, pero por sobre todo nos importa que tengan la posibilidad de conocer a Jesús”, confesó.
El testimonio de estas semanas de servicio cristiano ha sido de impacto en la población y en las autoridades. Una vez levantada la cuarentena y terminado el proyecto, la autoridad comunal (Sindaco) de Lodi, Sara Casanova, agradeció mediante una carta la colaboración de la iglesia al brindar su local y la red de voluntarios que hicieron posible la gestión de Beth Campo. “Poniendo vuestro espacio a disposición en las semanas de emergencia más aguda, habéis brindado un extraordinario servicio a las personas que habéis acogido y a toda la comunidad lodigiana. Somos conscientes de la complejidad de la situación de la cual os habéis hecho cargo y que habéis sabido afrontar con sentido del deber y exactitud”, expresa la misiva de reconocimiento.
En la memoria de Lodi quedará grabada no sólo la tragedia de la pandemia sino también el amor brindado por una iglesia que no cerró sus puertas durante la cuarentena.
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