El yihadismo puja por África
Después de la derrota de ISIS en Oriente Medio, una parte del terrorismo islámico parece haber concentrado su actividad en el continente africano.
BARCELONA · 20 DE FEBRERO DE 2020 · 13:15
Con la publicación de la Lista Mundial de Persecución de 2019, la organización Puertas Abiertas ya advertía de un “incremento en el África subsahariana” de combatientes del autoproclamado Estado Islámico que se habían dispersado por la pérdida de territorio en Oriente Medio. Según la entidad, la “inestabilidad, corrupción, pobreza, desempleo” y una “gobernabilidad débil” servían de escenario idóneo para el crecimiento del islamismo radical, que también “instrumentalizaba conflictos identitarios ya existentes para forjar alianzas y fortalecer su base”.
Un año después, diferentes países de la región del Sahel que hasta ahora no figuraban en la lista de los lugares más hostiles contra el cristianismo en el mundo, han pasado a formar parte del documento. Burkina Faso, Níger y Camerún son algunos de los territorios en los que el incremento de la violencia está muy relacionado con el auge de la presencia del yihadismo en la zona.
Según el Observatorio Internacional de Estudios sobre el Terrorismo, mientras que en marzo de 2019, coincidiendo con la derrota de ISIS en Baguz, su último enclave territorial en Siria, se registraron 28 atentados de motivación yihadista en las regiones del Magreb y del Sahel, causando un total de 153 víctimas mortales, en enero de 2020 se han alcanzado los 77 ataques y los 502 muertos, la gran mayoría en Burkina Faso, Mali y el norte de Nigeria.
Vacío de poder y dinero; un continente estratégico
El mapa de la división colonial de África también afecta a la identidad religiosa nacional. Un claro ejemplo de las consecuencias de la Conferencia de Berlín en el continente es Nigeria, el país más poblado de la región. “Es un caso especial ya que el conflicto religioso ha estado allí durante mucho tiempo. Sin embargo, también fue alimentado por la administración colonial británica, creando divisiones entre el los musulmanes del norte y el predominio del sur cristiano”, explica a Protestante Digital el secretario general de la Asociación de Evangélicos en África (AEA, por sus siglas en inglés), Aiah Foday-Khabenje. “El yihadismo es una preocupación global y ha sido alimentado por conflictos ideológicos, determinadas actitudes occidentales y la guerra contra los valores islámicos. África es una presa fácil por su vulnerabilidad y también debido al permanente interés occidental en la región”, añade.
Desde Mali, el empleado de una ONG protestante John Smith* (nombre ficticio por razones de seguridad) asegura que “la iglesia cristiana es respetada en el Estado, incluso aunque el 95% de la población es musulmana y hay creencias animistas mezcladas en todo”. Smith llegó al país en la década de 1980 con su esposa y juntos han trabajado en el oeste de Mali. “El gobierno de Mali consulta a menudo tanto a los imanes como a los líderes católicos y protestantes. A menudo les invitan a encuentros con el presidente y los gobernadores, y ellos visitan nuestras iglesias. Los líderes de las iglesias no están involucrados en política, y solo unos pocos están en la Asamblea Nacional, pero algunos trabajan en respetados cargos gubernamentales. Por lo que sé, la situación es similar en Senegal, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso y Níger”, afirma.
La combinación del conflicto étnico y el aumento de la presencia yihadista han expandido los focos de violencia del norte a las regiones centro y oeste del país. De hecho, según datos del último informe sobre Mali del secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, la cifra de cascos azules muertos en la misión asciende a 219 desde su inicio, en 2013, convirtiéndose así en la más mortífera del continente después de las de la República del Congo, finalizada en 1964, y de la de Darfur.
“El yihadismo está creciendo en África occidental”, señala Smith*. “El salafismo y el wahabismo extremos están llegando a más y más imanes y personas”, remarca. “Los nómadas Tamachek se sienten excluidos de los avances en el asentamiento negro del sur de Mali. Los fulanis perciben que todos los tratan como niños salvajes; los dogones, los tamachek, los songhai, los bambara, todos ellos. El abuso por parte del ejército y la policía simplemente los empuja a los brazos de los agentes salafistas con dinero, y algo de dinero proviene del extranjero”, añade el trabajador internacional, que también recuerda que “algunos de los hombres más ricos de Mali son fulanis” pero que “están en contra del nuevo salafismo aunque quieren una influencia islámica más fuerte contra las presiones globales que están llegando”. “¿Retrocederían los gobiernos aquí en el progreso que han hecho impulsados por fondos de la ONU, la Unión Europea o Estados Unidos? Mucho dinero está ligado a objetivos sociales y es difícil decir que no”, apunta.
La iglesia como “catalizador”
Tanto Smith*, desde Mali, como Foday-Khabenje, desde Sierra Leona, coinciden en que “el islam y el cristianismo han convivido de manera pacífica en muchos países” y que “la convivencia seguirá existiendo”. Sin embargo, no obvian la escalada de violencia que, por ejemplo, ha convertido a Nigeria en el país donde más cristianos han sido asesinados en el último año, 1.350 según Puertas Abiertas, y a la República Centroafricana en el segundo, con 924. O que por ejemplo ha dejado 19 atentados y más de 141 muertos en Burkina Faso en lo que va de año. “La globalización y la radicalización en Oriente Medio están generando un islam cada vez más militante”, señala el secretario general de la AEA.
“Va a costar décadas reconstruir la confianza y la reconciliación necesarias”, dice Smith*. “¿Puede la iglesia ser un catalizador para ayudar a los musulmanes moderados a reconstruir tal confianza y ayudarlos a ayudar a sus jóvenes a no caer en el radicalismo? Sí, pero el concepto es terriblemente difícil de considerar tanto para la iglesia como para la mezquita”, añade el cooperante. “La iglesia cristiana está creciendo en el Sahel. No creo que ningún gobierno desee una radicalización en ninguna dirección. El cambio social sería demasiado fuerte y causaría disrupciones” remarca.
Foday-Khabenje señala la vía del diálogo como única solución política y remarca la necesidad de que haya cristianos en esa dimensión. “Las Alianzas Evangélicas Nacionales están en mejores condiciones para interactuar con sus autoridades gubernamentales nacionales. La Alianza Evangélica Mundial y otras redes y socios internacionales harán bien si intensifican la capacidad de los líderes nacionales para hablar, defender y garantizar las libertades religiosas en sus naciones”, reitera.
Lejos de rechazar las “intervenciones militares de la comunidad internacional”, aunque considera que no se necesitan más, también el cooperante Smith* considera las esferas política y social como el único espacio donde resolver esta situación. “Los ejércitos internacionales pueden ayudar, puesto que los yihadistas no están dispuestos a dialogar con nadie. Los ejércitos que demuestran imparcialidad y justicia pueden ayudar, pero ese concepto no racista es estremecedor. No creo que Francia haya trabajado tan bien en eso. Han sido condenados por sus sombras del pasado colonial aquí, muy criticados, y solo con su reciente pérdida de 13 soldados en el accidente del helicóptero, finalmente, han aceptado un comando coordinado con el G5 Sahel (coalición formada por Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania y Níger). Ese tipo de colaboración es muy necesaria, junto con el reciclaje completo de la mentalidad de los ejércitos y la policía de Níger, Burkina Faso y Mali”, señala Smith*.
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