En los Países Bajos durante el siglo XVI (III)

Cuando Felipe II viajó a los Países Bajos tenía 22 años, pero el joven príncipe no era una persona impresionable. A esa edad ya se había casado con María Manuela de Portugal y enviudado, tenía un hijo, había sido regente de Castilla y Aragón desde la edad de quince años. Aunque Parker(1) comenta que los Países Bajos debieron impresionar a Felipe y séquito, ya que algunos de sus compañeros se animaron a h"/>

Felipe II y el 'problema protestante'

En los Países Bajos durante el siglo XVI (III)

Cuando Felipe II viajó a los Países Bajos tenía 22 años, pero el joven príncipe no era una persona impresionable. A esa edad ya se había casado con María Manuela de Portugal y enviudado, tenía un hijo, había sido regente de Castilla y Aragón desde la edad de quince años. Aunque Parker(1) comenta que los Países Bajos debieron impresionar a Felipe y séquito, ya que algunos de sus compañeros se animaron a h

22 DE JULIO DE 2006 · 22:00

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El libro de Calvete es una amplia descripción del viaje del príncipe, en el que se presta especial atención a las descripciones de las celebraciones y el boato de las ceremonias oficiales. Por el contrario Álvarez comenta de manera más sus impresiones y el carácter de los diferentes territorios que visitaron. Álvarez hace toda una comparación de costumbres castellanas y flamencas. Describe la alimentación, la bebida, la forma de celebrar las fiestas, los horarios de trabajo, el derroche y la relajación de costumbres(3). Otra de las cosas que comenta es el temor que en esta temprana fecha ya se tenía a los españoles: “De españoles se recatan más que de otra gente, y así es en Alemania y en todas las partes, y la causa es haber tratado con soldados y gente de guerra, que si hay cuatro buenos hay seis desesperados y malos cristianos que traen otros tantos mozos ladrones y bellacos...los españoles son mal quistos de las otras naciones, y porque son traviesos y muy soberbios”. El viaje por los distintos territorios era un requisito imprescindible para tomar posesión de su futura herencia. Un viaje parecido, pero en dirección contraria, había hecho su padre Carlos V a los diecisiete años de edad, para tomar posesión de las coronas castellana y aragonesa. Los Países Bajos dieron un gran recibimiento a su fututo soberano. Decenas de arcos de triunfo saludaban al joven Felipe II, se celebraron espectáculos, luchas de leones y toros, justas, obras de teatro. Flandes era la meta final del viaje, ya que el príncipe había visitado primero sus territorios en Italia y Alemania, en un largo viaje de seis meses. Unos territorios más densamente poblados que los de la Península, ya que la población superaba los tres millones de personas. Muy industrioso, comercial e instruido, como comenta el mismo Álvarez en su crónica. También describe las magníficas construcciones. Las provincias más ricas y populosas eran las de Holanda, Zelanda, Hainaut, Flandes y Brabante. Había ciudades muy grandes como Amberes con 80.000 habitantes, Gante y Bruselas con unos 30.000. La comitiva pasó seis meses visitando las ciudades de los Países Bajos. La aparente unidad de estos territorios contrataba con los numerosos conflictos sociales, interestatales, la crisis económicas de algunas provincias y la resistencia de muchos de los súbditos a someterse voluntariamente a la centralización implantada por los Habsburgo, por si esto fuera poco, los conflictos religiosos también repercutían en muchos de los territorios. Por otro lado la crisis económica de la propia monarquía y el peligro francés dificultaba la protección del territorio. El 1 de abril de 1549 la comitiva principesca llegaba a Bruselas, donde el príncipe debía reunirse con su padre Carlos V. En una emotiva ceremonia, seis años después en la misma ciudad de Bruselas, Carlos V abdica a favor de su hijo Felipe II. En el discurso(4) pronunciado por el emperador ante sus súbditos flamencos, se hace una justificación de su reinado relatando los acierto más claros y las causas de los errores. En la primera parte del discurso el emperador relata las causas por las que llegó a gobernar tan amplio imperio. Después habla de su lucha contra el Turco y su fracaso ante los herejes alemanes: “Mas si bien fue este mi celo, no pude ejecutarlo como quisiera, por el estorbo y embarazo que me han hecho parte de las herejías de Lutero y de los tros inmundos herejes de Alemania, parte de los príncipes vecinos y otros que, que por enemistad y envidia me han sido siempre contrarios, metiéndome en numerosas guerras...”. El emperador afirma que todas las guerras que ha hecho han sido voluntad de Dios: “Finalmente, yo hice lo que Dios fue servido, porque los sucesos de las guerras no todas las veces están en manos de los hombres, sino en la voluntad de Dios...” La advertencia final que da a los flamencos es muy significativa: “Y principalmente, habéis de mirar y guardaros no dañen ni infeccionen la pureza de vuestra fe las novedades y herejías de las provincias vecinas, y si acaso entre vosotros han comenzado a echar raíces, arrancadlas luego con toda diligencia, si no queréis que vuestra República se acabe y consuma y se revuelvan las cosas de arriba abajo, dando de vosotros de mil desventuras y despeñaderos”. Uno de los peligros que el emperador ve en la Reforma es los trastornos sociales que esta lleva pareja, por eso dice que vuestra república se acabe y consuma y se revuelvan las cosas de arriba abajo. Felipe II permaneció hasta el año 1559 en los territorios de los Países Bajos haciendo la guerra al francés y al papa Paulo IV. Su experiencia neerlandesa no logró cambiar sus sentimientos y educación españolas, por otro lado, su padre Carlos V había dejado claro en su testamento que la piedra angular de todos los territorios que cedía a su hijo eran los reinos peninsulares. Aunque Miguel Ángel Echevarría cuente la anécdota apócrifa en la que Carlos V dice a su hijo que si quería aumentar sus dominios y gobernar con acierto, debía situar su corte en Bruselas; si solo conservarlos, en Barcelona, y si perderlos, en Madrid. Por apócrifa que sea la anécdota, señala Echevarría, no deja de revelar el pensamiento estratégico de Carlos V. Pero Felipe decide quedarse en Madrid, porque hay que derrotar a los turcos y perfeccionar el espacio mundial de la monarquía(5). Parker dice lo siguiente acerca del regreso de Felipe II a España: España era el centro de la monarquía de los Habsburgo. Ya en 1543 Carlos V había reconocido que sólo las rentas de España podían proporcionarle el dominio necesario, lo cual sería todavía más cierto durante los últimos años de su reinado: España y en particular, Castilla (que constituía tres cuartas partes de la totalidad) facilitaban a los Habsburgo los hombres y el dinero que estos precisaban para realizar su política imperial”(6). Las dificultades de la autoridad real en España y el problema turco determinaron a Felipe a regresar a la Península, en el norte quedaba el problema sin zanjar de los protestantes, Francia seguía siendo una amenaza para los Países Bajos, Inglaterra consolidaba su poder en la zona, pero a los ojos de Felipe II los problemas de España eran más acuciantes. Las impresiones que pudieron quedar en Felipe II acerca de los territorios de Alemania y los Países Bajos pueden resumirse en lo que dice en la conclusión de su relato Vicente Álvarez: ¡Oh españoles!, alabad a Dios que os hizo tales y señores de tan buena provincia, y os dio Rey que os tiene en tanta justicia, y os defiende haciendo la guerra fuera de vuestra tierra...Solo para ofrendar a Dios tienen libertad, que no puede ser mayor cautiverio. Buen siglo aya quien puso en España la Santa Inquisición, y muchos años viva quien la conserva y favorece con tanto cuidado, en todas las cosas del servicio de Dios y buena gobernación de todos sus reinos y señoríos. Amén”(7). En este elogio a la Inquisición y oposición a la libertad puede resumirse la idea filipina, su concepto de justicia y el sentido último de su estrategia política y militar. Continuará…
(1) Pág. 20 . Libro anteriormente citado de Parker. (2) Calvete de Estrella, Juan Crhitóval, El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe don Phelippe, Sociedad Estatal para la conmemoración del quinto centenario de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2001. (3) Pág. 666 del libro anteriormente citado. (4) Díaz-Plaja, Fernando, Historia de España en sus documentos Siglo XVI, Catedra, Madrid, 1988. Discurso de Carlos V en Bruselas año 1555. Pág. 298-301. (5) Libro anteriormente citado de Miguel Ángel Echevarría. Pág. 75. (6) Libro anteriormente citado de Geoffrey Parker. Pág. 41. (7) Final de la crónica de Vicente Álvarez del libro anteriormente citado. Pág. 671.
Artículos anteriores de esta serie:
1Estrategia religiosa y militar de los Habsburgo
2Las Guerras de Flandes: religión y política

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