Mujeres evangelistas (III):
la princesa de las predicadoras

Ippolito Nievo en sus Confesiones de un Octogenario, reconoce la valía de las mujeres y su preponderancia con respecto al hombre en algunas áreas al declarar: Las mujeres son superiores a nosotros. Aceptad que pronuncie esta arriesgada sentencia un viejo que conoció muchas. Son superiores a nosotros en la constancia de los sacrificios, en la fe y en la resignación; saben morir m"/>

Aimee Semple McPherson (II)

Mujeres evangelistas (III):
la princesa de las predicadoras


Ippolito Nievo en sus Confesiones de un Octogenario, reconoce la valía de las mujeres y su preponderancia con respecto al hombre en algunas áreas al declarar: Las mujeres son superiores a nosotros. Aceptad que pronuncie esta arriesgada sentencia un viejo que conoció muchas. Son superiores a nosotros en la constancia de los sacrificios, en la fe y en la resignación; saben morir m

01 DE ABRIL DE 2006 · 22:00

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Aimee Semple McPherson fue una pionera cristiana y una mujer adelantada a su tiempo. La princesa de las predicadoras era capaz de visitar los suburbios más bajos de la ciudad y charlar con prostitutas y mendigos sin perder su aire de muchacha ingenua. Aimee nació en el seno de una familia en el ojo del huracán de las críticas. Su padre, James Morgan, y su madre, Minnie, se sacaban casi 35 años de diferencia. Además Minnie había sido la enfermera en la convaleciente de la primera esposa de James, convirtiéndose poco después de la muerte de esta en su segunda mujer. Minnie era un ferviente miembro del Ejército de Salvación y desde el principio inculcó en su hija Aimee uno sólidos principios cristianos. Desde muy pequeña, la niña acompañó a su madre a las reuniones y colaboró en los repartos de folletos y en las salidas evangelísticas del Ejército de Salvación. Aimee sufrió una profunda crisis de fe en la adolescencia. No podía entender la vigencia de un cristianismo que había renunciado a lo sobrenatural y que, en muchos casos, se comportaba como un club social o benéfico. Esa crisis le llevó a profundizar en su creencias. Unos días más tarde pasó cerca de una carpa, donde el evangelista irlandés Robert Semple estaba predicando. Nunca había entrado en una reunión pentecostal. Tan sólo sabía de ese movimiento que eran unas personas que se caían al suelo y hablaban en lenguas desconocidas. Aimee asistió al culto de Semple y su predicación directa y agresiva le turbó. Al poco tiempo recibió su llamado a través de un sueño en el que una voz le decía: Conviértete en una ganadora de almas. Unos meses después, en la Primavera de 1908, Robert Semple le propuso matrimonio y seis meses más tarde se casaron. Los jóvenes esposos tomaron la decisión de ir de misioneros a China, pero antes Semple fue ordenado por el pastor Durham en Chicago. Semple trabajó con Durham durante un tiempo. En 1910 la familia Semple partió para China. El choque cultural fue muy fuerte, especialmente para Aimee, pero las cosas se complicaron mucho más cuando Robert contrajo la malaria. La joven esposa estaba aterrorizada. Su esposo estaba enfermo, y ella lejos de su hogar y en un país tan diferente, no sabía que hacer. Dos meses más tarde Robert moría. Aimee experimentó un intenso dolor tras la pérdida de su marido, sobre todo al enterarse de que estaba embarazada. Al final su madre le envió dinero para que regresara a casa, parecía que la aventura misionera de Aimee había terminado en tragedia, pero en realidad no había hecho sino empezar. (Continuará) .
Artículos anteriores de esta serie:
1 Mujeres evangelistas
2 Maria Woodworth-Etter

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Historia - Aimee Semple McPherson (II)