“Los dominionistas creen que, por ser hijos de Dios, tienen el derecho divino de acceder al poder”

Un fragmento de la entrevista en Traza Continental sobre la influencia de los movimientos evangélicos y neopentecostales en la política latinoamericana.

10 DE OCTUBRE DE 2025 · 23:00

Bancada evangélica brasileña con Jair Bolsonaro.,
Bancada evangélica brasileña con Jair Bolsonaro.

En Traza Continental conversamos con el teólogo, editor y profesor Leopoldo Cervantes-Ortiz sobre la influencia de los movimientos evangélicos y neopentecostales en la política latinoamericana, su historia, sus doctrinas y su creciente derechización en el terreno ideológico.

Durante más de 30 años ha dedicado su trabajo al estudio del protestantismo tanto en su dimensión religiosa como en sus vertientes sociales, éticas, políticas y culturales.

Fue miembro de la Comisión de Formación Ecuménica del Consejo Mundial de Iglesias y es autor de más de una veintena de libros de historia, teología y poesía. La primera parte de la entrevista puede leerse completa aquí

Pregunta. En las últimas cuatro décadas los sectores evangélicos y pentecostales han tenido un crecimiento significativo en América Latina y han recuperado centralidad política en los Estados Unidos.

Muchas veces desde la academia o el periodismo se habla de sectores “evangélicos” para referirse a todo el arco no-católico como si fueran una misma cosa, a veces incluyendo en estas categorías a las iglesias con una tradición más cercana a la Reforma protestante del siglo XVI, obviando la pluralidad que existe en estos grupos y leyéndolos como un cuerpo homogéneo.

Para comenzar esta conversación, podrías explicarnos, ¿cuál es la diferencia entre los sectores evangélicos y los pentecostales, y los sectores más tradicionales? ¿Cuáles serían sus principales diferencias, pero también cuáles son los puntos doctrinales que permiten que todavía se los pueda leer desde fuerza como un todo?

Respuesta. Creo que hay una mezcla bastante complicada, muchas imbricaciones históricas y culturales que hacen que cueste trabajo distinguir las distintas expresiones. Pero haré un esfuerzo por responder de manera sintética a la pregunta ahondando en las diferencias. De inicio lo que hay que decir es que evangélicos y protestantes definitivamente no son la misma cosa.

Los llamados evangélicos serían el sector religioso con más afinidad hacia las expresiones estadounidenses, que se derivan de las misiones que llegaron a América Latina desde la segunda mitad y hacia finales del siglo XIX y buena parte del XX, por lo menos hasta los años 60. Estamos hablando de por lo menos noventa años de historia.

Los evangélicos están más ligados a esa herencia misionera estadounidense del siglo XIX, porque incluso esas iglesias que llegaron a América Latina y a México en particular —que en su origen eran iglesias más cercanas al protestantismo histórico— se hicieron demasiado al esquema de lo evangelical estadounidense. El concepto mismo de “denominación” que se usa para diferenciar a las distintas corrientes evangélicas es estadounidense, a diferencia de lo que en Europa sería la “confesión”, que era la categoría que se usaba en el viejo continente para distinguir a los grandes bloques de tradición teológica protestante: el luteranismo, el calvinismo, el anglicanismo e incluso a los reformistas radicales.

Pero ya en Estados Unidos —y luego en el traslado a América Latina— el evangelicalismo arraigó muchísimo y se le comenzó a llamar a los distintos grupos “denominaciones”, para agruparlos en torno a lo “evangélico”. Lo que no quiere decir que las iglesias más históricas no tengan también una presencia en la región.

Cuando se habla de América Latina, en Sudamérica particularmente –Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil, que tiene sus particularidades también– es importante destacar que, por la distancia geográfica con Estados Unidos, al inicio el evangelicalismo no tuvo tanto impacto, llegó mucho tiempo después.

Las iglesias de tradición valdense (originarias de Italia, que deben su nombre a su precursor Pedro Valdo) en el Río de la Plata, por ejemplo, han sido muy críticas del trabajo misionero estadounidense y anglosajón, incluyendo la labor de los ingleses y los escoceses, a pesar de que a inicios del siglo XIX llegaron iglesias como la Iglesia Presbiteriana San Andrés, que está en Argentina, que es de origen escocés y más cercana a las expresiones históricas del protestantismo.

El grueso de estas primeras expresiones protestantes en Sudamérica tuvo más influencia europea por factores geográficos, ideológicos y culturales, lo que las mantuvo lejos de la influencia estadounidense y es algo que les ha permitido distinguirse doblemente del evangelicalismo.

La geografía les ayudó –no como a nosotros en México– y su ideología se forjó a partir de la persecución que vivieron en Europa, particularmente en Francia e Italia. Y son sobre todo los migrantes italianos los que vienen a Argentina y a Uruguay. Menciono esto porque ayuda mucho observar la historia y el desarrollo de este tipo de iglesias protestantes, de tradición reformada, para hacer las distinciones con más claridad entre protestantes y evangélicos.

Entonces protestantismo y evangelicalismo no son lo mismo. El protestantismo está más ligado a las iglesias de una tradición teológica más consolidada, más sólida, que como mencionaban ustedes traza unas líneas de procedencia con la herencia reformada, de confesiones europeas que se trasplantaron a América.

De hecho, eran llamadas así: iglesias de trasplante. Así se les llamaba a las iglesias valdenses o a las iglesias luteranas en Brasil por su carácter migrante. Incluso en Uruguay y en Argentina todavía se puede distinguir a los valdenses por los apellidos mayormente italianos de sus miembros.

Y estas iglesias siguen siendo bastante cerradas, pero ya se han integrado bastante a las sociedades sudamericanas, aunque ya son iglesias pequeñas. Entonces todo esto ayuda mucho, como decíamos, a entender las diferencias entre evangélico y protestante, incluso a los valdenses cuando se les llama evangélicos –porque el nombre oficial de la iglesia es así: Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata– hay que tener en cuenta su historia y sus posturas teológicas, que están más ligadas a la herencia de la Reforma, en particular a la herencia calvinista.

Ahora, la tercera expresión en discordia sería el pentecostalismo, con sus derivaciones. La diferencia entre los sectores pentecostales y estas otras iglesias (protestantes tradicionales y evangélicas) es que el pentecostalismo también viene de Estados Unidos, pero se inculturó en los sectores más pobres, en las clases populares, y progresivamente, según creció la escolaridad de la militancia, fue penetrando en otras clases sociales y empezó a cambiar. Las iglesias pentecostales estaban muy relacionadas con esa franja poblacional marginada.

Pero el pentecostalismo evolucionó sociológicamente –no se hizo mejor, simplemente evolucionó, se transformó en otra cosa– y ahí surge el neopentecostalismo, que ahora ya no solamente tiene influencia en los sectores marginados, sino que es interclasista. Sólo hay que ver las grandes transnacionales eclesiásticas colombianas, peruanas, que están en varios países y que ya ni siquiera se hacen llamar “iglesia". Tienen nombres como "centro comunitario”, “centro cristiano”, centro esto y aquello, contando con una nomenclatura variadísima. […]

Ahora, en términos doctrinales el pentecostalismo más convencional hablaba de que Cristo sana, Cristo salva y Cristo viene otra vez. O sea, tenía una doctrina muy centralizada y muy acotada, en tres o cuatro puntos definían lo que es su doctrina y de ahí para adelante. En eso el pentecostalismo fue muy uniforme, bastante uniforme.

Después hubo lo que Jean-Pierre Bastián llamó una gran atomización: vino una pluralidad enorme de iglesias a partir del pentecostalismo. Años después, por ahí de los 80, el pentecostalismo evolucionó sociológicamente, se convirtió en neopentecostalismo y entró en otros sectores. A la par surgió el carismatismo en el ambiente católico, que tuvo tintes parecidos.

En el neopentecostalismo pasó otra cosa muy importante para pensar hoy la relación entre religión y política en cuanto a estos sectores se refiere. El pentecostalismo compartió con el protestantismo histórico y el evangelicalismo el apoliticismo.

Los pentecostales antiguos se sentían —y de hecho lo eran— perseguidos, al igual que los protestantes latinoamericanos del siglo XIX y principios del XX. La sociedad mexicana y latinoamericana persiguió y excluyó a los protestantes porque la religión mayoritaria siempre fue la católica. Si eras pentecostal y no formabas parte de las iglesias tradicionales, no importaba, te perseguían igual.

Pero ese sentimiento de persecución fue progresivamente sustituido cuando en los años 80 y 90 el pentecostalismo evolucionó al neopentecostalismo y dio un giro político.

En México se dio con el cambio a la Constitución en 1992, que no solamente reconoció a las asociaciones religiosas como tales sino que les reconoció derechos y obligaciones similares a las asociaciones civiles. Arturo Farela Gutiérrez y otros líderes neopentecostales que se han involucrado fuertemente en política vienen desde entonces. Farela ha recorrido toda la ruta. Desde antes de los cambios constitucionales, cuando peleó y disputó la representación que tiene ahora, en parte por negocio y en parte por representación real. A Farela le toca el giro político y ahí es cuando dicen: vamos a formar un partido evangélico o varios partidos evangélicos. Pero no lo lograron. […]

Los dirigentes que vienen después tuvieron más elementos. Por ejemplo, Hugo Éric estudió en Estados Unidos. Estudió Derecho en la UNAM (El derecho parlamentario y el Poder Legislativo en México, 1995), y después Gobierno en Harvard y cuenta con más elementos para avanzar en esa toma del poder.

Pero ahí se encuentra con otra paradoja: a diferencia de los neopentecostalismos con militancia, pero sin formación política, estos sectores, que sí tienen formación política, que saben cómo funciona el sistema político mexicano, que sí logran formar una agrupación política y después un partido político, no cuentan con una base eclesiástica sólida y se topan con pared.

Arrancaron el partido en Baja California con cierto éxito, pero cuando fueron al sureste, a Tabasco en particular, que tiene enormes bases de militancia evangélica, pentecostal y neopentecostal, no lograron convocar ni tener fuerza entre las iglesias. […]

“Los dominionistas creen que, por ser hijos de Dios, tienen el derecho divino de acceder al poder”

Leopoldo Cervantes Ortiz
 

P. Justo esto nos lleva a la segunda pregunta y es que desde nuestra perspectiva existen tres doctrinas que pueden explicar el comportamiento de la mayoría de los sectores evangélicos, pentecostales y neopentecostales, para seguir en la distinción que ya hiciste, en su relacionamiento con la política, el Estado y la sociedad.

La primera es el milenarismo, que marca sobre todo su concepción del fin de los tiempos y del futuro; la segunda es el dispensacionalismo, que es de origen británico, que orienta su postura con Israel como pueblo y como Estado y que es esta esta creencia de que las promesas de Dios se van dispensando a lo largo de la historia y que todavía falta una última promesa sobre Israel; y la tercera es el dominionismo —que es la que ha tenido mayor impacto en estos movimientos neopentecostales que han incursionado en política, sobre todo en América Latina— que determina su relación con la esfera pública, particularmente en la política, y es esta esta idea de que ellos tienen no solamente que formar parte de la política sino dominar, ejercer un señorío que viene de parte de Dios (la palabra en latín para Señor es Domine)

¿Podrías explicarnos en qué consisten estas doctrinas y si hay otras que podrían definir el actuar de estos sectores que están hoy tan activos?

R. Aprovecharía esta pregunta para relacionarla con los 500 años de los movimientos anabautistas, porque ahora hay muchos eventos de conmemoración de los 500 años de esos movimientos y se está recordando la Guerra de los Campesinos en Alemania y a Thomas Müntzer, el “teólogo de la revolución”, como le llamó Ernst Bloch.

José Luis Villacañas, historiador y filósofo español que acaba de publicar el tercer tomo de su obra Imperio, Reforma y Modernidad. La revolución práctica de Calvino, le dedica en el primer tomo (Imperio, Reforma y Modernidad. La revolución intelectual de Lutero) un capítulo muy bueno al anabautismo, en términos de su relación con la política, el Estado y la sociedad, y aquí entra en escena el milenarismo.

A diferencia de las iglesias protestantes históricas y aún del pentecostalismo que vino después, que hacían la diferencia entre el proceso de justificación y santificación del creyente como algo que se desarrollaba en dos momentos, los anabautistas creían que eran procesos que debían darse al mismo tiempo, lo más rápido posible porque ya el fin de los tiempos está cerca y no hay oportunidad de que nos santifiquemos como Dios lo mandataba antes.

O sea, Dios ya no nos quiere santificar en un proceso largo, porque el tiempo se acaba, es corto, viene el fin del mundo y ya no hay nada que hacer. Es más, hasta la política tiene que cambiar, el igualitarismo y el anarquismo anabautista, el rechazo de las clases nobles, el rechazo de los liderazgos teológicos y de los los sacerdotes, en fin, toda la gran revolución anabautista entra en el esquema del milenarismo.

“Los dominionistas creen que, por ser hijos de Dios, tienen el derecho divino de acceder al poder”

 Congresistas católicos y evangélicos en Perú 
 

P. Son aceleracionistas, intentan acelerar el tiempo…

R. Claro, ya se viene el fin del mundo, ya no hay mucho que hacer, entonces todo tiene que acelerarse y nosotros somos los elegidos de Dios y como ya queda poco tiempo tenemos que gobernar ya, nos toca acceder al poder y derribar a los poderosos ya. La relectura que hacen del Magnificat de María (“Quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes”) es notable en ese sentido.

Los anabautistas dicen: nosotros como humildes tenemos que acceder al poder, tenemos que rechazar cualquier forma de relación con los Estados arbitrarios, perseguidores, no cristianos.

En eso fueron sumamente radicales, a partir de su concepción del tiempo, del fin del mundo y del futuro. Y es una doctrina de la que se alimentan mucho los grupos neopentecostales, aunque muchas veces no lo sepan.

Después viene el dispensacionalismo, que como bien lo mencionaron retoma la figura de Israel como el pueblo elegido de Dios y se sube al tren del sionismo para armar una narrativa judeocristiana que permita juntar la fe evangélica con el esquema bíblico de los pactos, de las dispensaciones, e ir interpretando cómo se van cumpliendo esos pactos, esas promesas a lo largo de la historia en el pueblo y posteriormente en el Estado de Israel.

Esta doctrina se impuso en casi todas las iglesias evangélicas y pentecostales gracias a la Biblia comentada por C. I. Scofield, que todavía se sigue utilizando.

Hay que decir que el dispensacionalismo ha tenido muchas fallas históricas y teológicas. En su planteamiento del fin de los tiempos éste depende mucho de lo que pase con Israel.

Para los dispensacionalistas se tiene que cumplir la promesa de que Israel vuelva a la tierra prometida y una serie de acontecimientos en el orden mundial para que acontezca la segunda venida de Cristo. Una de las grandes fallas que tuvieron fue por ahí de los años 90, cuando discutían sobre el Mercado Común Europeo.

Y hacían una lectura muy sesgada, en términos apocalípticos —leyendo porciones determinadas del libro de Daniel, algunas de las cartas de Pablo y el Apocalipsis— que en el momento en que el mercado común europeo tuviera su décimo integrante, en ese momento se destrabarían una serie de hechos de carácter escatológico: los juicios a la humanidad, el arrebato de los creyentes y la segunda venida de Cristo, lo que nunca pasó.

Hoy el mercado común europeo, la Unión Europea tiene mucho más de diez miembros y no se desató el fin de los tiempos. Les pasó lo que a los Testigos de Jehová, que anunciaron que en 1914 sería la segunda venida del Señor y lo que vino fue la Primera Guerra Mundial.

A pesar de estas fallas, el dispensacionalismo tuvo y tiene una influencia muy grande y representantes muy importantes como Hal Lindsey, que escribió La agonía del gran planeta Tierra, un libro sobre las profecías bíblicas que vendió más de 28 millones de ejemplares y fue adaptado al cine.

A partir de los hechos en Gaza el dispensacionalismo ha recuperado fuerza dentro de las iglesias evangélicas, pentecostales y neopentecostales, donde la creencia dispensacionalista sobre Israel como pueblo elegido de Dios es indiscutible, nadie lo pone en duda. En las iglesias históricas sí es un tema que se debate y se discute fuertemente.

Ahora que Rafael Aguirre, el biblista español, sacó su libro sobre La utilización política de la Biblia, le dedica toda una sección al dispensacionalismo, su lectura y relectura en Estados Unidos, especialmente durante el primer mandato de Trump.

Ya no alcanzó a revisar el segundo mandato porque todavía está muy reciente, pero analiza el primero y las reinterpretaciones que se dieron sobre Israel y que entran en el esquema dispensacionalista.

A pesar de esto tengo la impresión que los políticos israelíes —el propio Benjamín Netanyahu, y sobre todo los que vienen del judaísmo más tradicional, el ultraortodoxo— no tienen clara conciencia de lo que representa el esquema dispensacionalista en cuanto al beneficio ideológico que les permitiría para su causa.

Aunque el gobierno de Israel cuenta con una oficina que se encarga de atender la relación con los cristianos y organiza las caravanas turísticas religiosas que van a Israel, creo que el Estado de Israel todavía no alcanza a darse cuenta de las dimensiones de lo que ha representado esta creencia en particular, porque este esquema justifica todo lo que está pasando en Israel, todo lo justifica en el marco de su “conciencia escatológica”.

 

P. Sobre esto mucha gente se pregunta por qué, a pesar de todo lo que está sucediendo en Gaza (el desplazamiento, la guerra, el genocidio), las comunidades cristianas que se supone que predicarían el amor al prójimo, la misericordia, están tan comprometidas con Israel. Se preguntan por qué pueden hacer oídos sordos y ojos ciegos ante una realidad tan tremenda.

Y cuando uno entiende el dispensacionalismo se da cuenta de que su marco de interpretación de la realidad no es ético-humano, sino escatológico, y ven lo que pasa en Gaza y las acciones militares de Israel contra sus vecinos como un mal necesario para el cumplimiento de determinadas profecías y promesas bíblicas.

R. En efecto, el gran público no logra captar ese movimiento que hacen los evangélicos y neopentecostales de lo ético a lo profético, pero no profético en el sentido de liberación y de predicación del Evangelio, no; profético en el sentido de su orientación escatológica hacia el futuro, porque piensan que son los beneficiarios de que llegue el fin de los tiempos, pase lo que pase.

El gran público está alejado de esto a pesar de que este tipo de iglesias han sido dispensacionalistas desde hace muchos años y han abusado del esquema.

Los últimos y terribles acontecimientos en Israel y la Franja de Gaza han hecho que haya una nueva oleada del dispensacionalismo. Apenas hace unos días cuando Netanyahu da su discurso en la Asamblea General de la ONU y alguna gente se retira cuando está hablando, increíblemente salieron personas en las redes sociales a decir: “esto estaba previsto en tal o cual pasaje de la Biblia, estaba profetizado que Israel se iba a quedar solo”.

Es decir, una cosa tan simple –sin que deje de ser relevante, claro está– como el que algunas delegaciones se salgan de un recinto mientras Netanyahu está hablando porque no están de acuerdo con las acciones del gobierno israelí, estos sectores, que creen en el dispensacionalismo, le dan una “interpretación" bíblica totalmente sesgada a favor de Israel.

El razonamiento es: no importa que Netanyahu se haya quedado solo en la Asamblea General de la ONU, eso estaba previsto en las Sagradas Escrituras y por lo tanto él está siendo objeto del favor de Dios.

Entonces es sintomática la ausencia de sectores evangélicos que muy bien podrían estar protestando por lo que está pasando allá y no lo hacen, porque tienen esa gran limitante de anteponer lo supuestamente profético a lo ético. Y justo aquí es donde entraría el tercer elemento que es el dominionismo, que es una “novedad”.

Lo que ha pasado en Brasil recientemente con Bolsonaro es un gran ejemplo de lo que es el dominionismo. En el neopentecostalismo en América Latina se ha planteado con fuerza esta creencia, que es la idea de que el pueblo de Dios tiene derecho, por ser hijos e hijas del Rey de reyes, como se le llama a Dios en la Biblia, de acceder al poder: es un derecho divino.

En su cosmovisión Dios les ha dado la potestad, la posibilidad de entrar en terrenos de la vida pública de los cuales antes no participaban, entre ellos la política.

Hoy los neopentecostales que son dominionistas se están planteando acceder al poder e influir, como iglesias y comunidades organizadas, en las políticas públicas y en las legislaciones de los Estados con una agenda común, más allá de sus diferencias ideológicas.

Por ejemplo, la bancada brasileña que aglutina a sectores evangélicos y neopentecostales, conocida como la bancada BBB (Biblia, Bala y Buey) pertenece a diferentes iglesias, los diputados son de diferentes congregaciones y hasta de partidos políticos distintos, pero en el Congreso se unifican. La postura religiosa predomina encima de la ideología política.

En el caso de México es distinto, lo hemos visto con el PES y sus dirigentes, que no han logrado articular una bancada propia debido a que perdieron el registro como partido, pero ahora en las elecciones de 2024 se integraron a Morena, el partido oficialista.

Aquí la idea del dominionismo opera en el sentido de que, aunque no se acceda a espacios de poder relevantes o no se cuente con una bancada propia, sí es posible influir en las políticas públicas a través del cabildeo y la presión sobre quienes toman las decisiones. Y esta es una postura que no sólo han tomado los sectores ligados al PES sino de casi todo el neopentecostalismo. […]

 

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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ginebra viva - “Los dominionistas creen que, por ser hijos de Dios, tienen el derecho divino de acceder al poder”