‘Un completo desconocido’: revisitando los inicios de Bob Dylan

La película retrata una época que Dylan debió atravesar para convertirse en el gran renovador de la música de un tiempo que se resistía a morir, pero que indefectiblemente debía dejar lugar a una nueva sensibilidad.

06 DE FEBRERO DE 2025 · 17:00

Fotograma de la película.,
Fotograma de la película.

…And it ain’t no use in turning on your light, babe

That light I never knowed

And it ain’t no use in turning on your light, babe

I'm on the dark side of the road

But I wish there was somethin’ you would do or say

To try and make me change my mind and stay

But we never did too much talking anyway

But don’t think twice, it’s all right

B.D., “Don’t think twice, it’s all right”

I

Ha aparecido la segunda biopic de Bob Dylan dirigida por James Mangold a partir del libro Dylan goes electric! (2015), del guitarrista y periodista Elijah Wald. La primera, I’m not there, es de 2007, con cuatro actores y actrices en el papel principal, Richard Gere y Cate Blanchett, entre ellos. Don’t look back, de D.A. Pennebaker, es de 1967; No direction home, documental de Martin Scorsese, es de 2005, quien también hizo Rolling Thunder Review: A Bob Dylan story (2019). “¿Tiene sentido hacer una película convencional y literal sobre un artista que se ha caracterizado por huir de la convencionalidad y la literalidad? O lo que es lo mismo: ¿tiene sentido hacer una película que mitifique a Dylan, recreándole, cuando Dylan es el primero que parece disfrutar desmitificándose a sí mismo, tocando versiones irreconocibles de sus éxitos, a menudo de espaldas al público, y siendo, en definitiva, imprevisible?” se ha preguntado Anxo F. Couciero en una nota sobre Timothée Chalamet, el actor protagonista.[1]

Las relecturas están a la orden del día y surgen nuevos acercamientos desde el público y la crítica que se suman a la inabarcable bibliografía disponible. Después del Premio Nobel (2016) no disminuyeron las alabanzas y las descalificaciones, por igual. Pocos íconos de la cultura popular desencadenan tantas pasiones encontradas, pero la poesía dylaniana sigue ahí, recibiendo a sus lectores y seguidores con una calidad que debe discutirse siempre. Más allá de los vaivenes musicales (de uno de los cuales da cuenta muy bien esta nueva entrega), usando el lugar común, Dylan ha sabido reinventarse cada vez, y aunque no ha siempre ha caído de pie, sus fracasos le han permitido cambiar de piel (otro lugar común) para destantear a admiradores y detractores por igual. Cuando apareció con su guitarra eléctrica en el festival de Newport en 1965, tema climático de esta nueva trama, se consumó la primera de sus muchas “traiciones”.

Su afición a las películas antiguas le ha ayudado a producir letras inesperadas y su aparente indiferencia ante las modas ha sido negada rotundamente por un libro singular: Filosofía de la canción moderna (2023), en donde habla minuciosamente de la música de otros. Y qué decir de su etapa religiosa en la que se salvan pocas canciones dignas, pero inevitablemente de su estilo: con fe o sin fe, Dylan es Dylan, guste o no. Con voz o sin voz, la poesía se sostiene dondequiera que esté. No por nada el escritor mexicano José Agustín lo calificó de “poeta mayor” y festejó el Nobel del cantante nacido en Minnesota: “Pueden decir lo que quieran, pero Dylan es un poeta y mayúsculo”. Esa opinión, en lo personal, vale oro, viniendo de alguien tan exigente y conocedor de esta “nueva música clásica” (título de un libro suyo), al grado de afirmar que Bruce Springsteen nunca lo entusiasmó demasiado.

La fusión de lo culto y lo popular, tan difícil de lograr, es una constante en él porque lo mismo se encuentra uno con Agustín de Hipona que con el boxeador Hurricane Carter, con The Band que con una dura afirmación de la dignidad, con el country que con el rocanrol puro y simple. Y así es posible seguirse, hurgando en el baúl de las recuperaciones como ha hecho él mismo con la serie interminable de bootlegs que parece no acabar nunca y en donde es posible verlo varias veces en los procesos de gestación, producción y reelaboración de canciones que vuelven a nacer como si fuera la primera vez. Para no hablar de las que parecen no tener fin (“Sad eyed lady of the lowlands”, “Brownsville girl”, “Highlands”, “Tempest”, “Murder must foul”, etcétera) y de las consideradas como himnos de toda una generación. Por otro lado, “License to kill” parece escrita para varios gobernantes de la actualidad...

Dylan maduró cuando tenía que madurar y su conversión al cristianismo de opereta que conoció no lo llevó, necesariamente, por mejores caminos. Acaso “Precious ángel”, “Every grain of sand” y “Saving grace” sean los mejores logros de esa contradictoria etapa, sin olvidar “I believe in you”, con el magnífico acompañamiento del jovencísimo Mark Knopfler. Ese periodo ha sido escudriñado ampliamente y las opiniones difieren acerca de si Dylan recibió un buen impulso creador en aquellos años o fue un momento olvidable. El debate no ha terminado y siguen publicándose estudios sesudos como los de Michael G. Gilmour (The Gospel according to Bob Dylan: The old, old story of modern times) y Luis Lapuente con Ana Aréjula (Slow train coming. Bod Dylan y la cruz de Jesús). Además, deben mencionarse el volumen enciclopédico The Cambridge companion to Bob Dylan (2009), así como Dylan poeta: visiones del pecado (2004), de Christopher Ricks. Ediciones Sígueme dio a conocer Los caminos de Bob Dylan, de Alain Rémond, en 1973.

 

II

La película trata de evitar ser vista como un musical convencional, lo cual consigue en varios momentos. Sin alcanzar del todo la visión íntima, logra mostrar las raíces dylanianas en la figura de un Woody Guthrie muy disminuido pero consciente de que había surgido algo verdaderamente nuevo. Dylan lo busca y no pierde el contacto con él incluso en las condiciones más extremas en que ya vivía. Junto con Pete Seeger (“guardián del folk”, encarnado por Edward Norton, en una actuación contenida, pero eficaz) representa el trasfondo folk con preocupación social que siempre quedó ahí como deuda y filón omnipresente de toda su música, pues siguió reapareciendo aquí y allá, en temas que prácticamente exigían ese estilo. La armónica lo acompañó en toda su carrera. Entre Seeger y Dylan, comenta Carlos Bonfil, aparecen “dos generaciones enfrentadas en la cinta, de modo inclemente, desde los extremos del triunfalismo y el fracaso, la innovación musical y lo anacrónico, el talento genial y el talento a secas”.[2] “It’s all over now, baby blue” expresa el espíritu de esa ruptura tan anunciada.

‘Un completo desconocido’: revisitando los inicios de Bob Dylan

Seeger escuchando a Dylan en Newport.

La selección de canciones, casi obvia, marca el contrapunto con la trama que recoge algunos de los conflictos y la cierta teatralidad del cantante en sus inicios. Parecería que todo apuntó en esa etapa de cinco años hacia “Like a rolling stone”, aun cuando otras creaciones, como la apocalíptica “A hard rain's a-gonna fall”, fueron mucho más “pertinentes” para la época ante el temor de una guerra nuclear. Los manifiestos o “himnos” están ahí: “Blowin’ in the wind”, “Mr. Tambourine man” y “The times they are a-changin’” con toda su eficacia y contundencia casi incólume. Si la primera acompañó los movimientos por los derechos civiles, la segunda fue portadora del despertar juvenil en el consumo de drogas. En la tercera, la denuncia del declive del viejo orden hipócrita y anodino está ahí, firme con el avance de las décadas y las transformaciones reales o falsas. La fuerza del señalamiento hacia las instituciones intocables es frontal: "Come mothers and fathers / throughout the land, / and don't criticize / what you can't understand, / your sons and your daughters / are beyond your command / your old road is rapidly agin’. [...] / for the times they are a-changin’”.

La vida sentimental de Dylan, entretejida con su evolución musical, es apenas esbozada y manejada en tono melodramático. El asombro de los productores ante piezas como “Don’t think twice, it’s all right” se transmite a los espectadores como algo auténtico que en su momento sorprendió por la manera desusada de tratar los desencuentros amorosos: “I give her my heart but she wanted my soul [...] You just kinda wasted my precious time”. Después de su ruptura con Suze Rotolo (Sylvie en el film), quien lo inició en los caminos estéticos y del progresismo izquierdista (particularmente en su afición por Bertolt Brecht, tan presente en las frases de “The times they are a-changin’”) y apareció con él en la portada clásica de su segundo álbum (acerca del cual ha escrito José de Segovia unas líneas memorables), su relación con Joan Báez (la actuación de Monica Barbaro es soberbia) fue mucho más compleja pues entre ellos existió una verdadera competencia musical y expresiva que se saldó con la colaboración y los sucesivos reencuentros con el paso de los años. No podía faltar el momento en que ambos cantan “It ain’t me, babe”, obligada referencia para hablar de su distanciamiento.

Para Carlos Bonfil, la película “presta una atención mayor a la interrelación afectiva de los personajes de la trama, y en particular a la del mago musical que los mantiene siempre girando en torno suyo y a sus veleidades narcisistas, que al flamígero clima social que inspira buen número de las canciones de protesta del momento, las de Seeger y Báez, y en especial las del propio” Dylan. “La cinta se demora así más en la frustración reiterada de Sylvie, la amante incomprendida, que en evocar, por ejemplo, con mayor detalle y coherencia, la participación de Dylan y Joan Báez en la Marcha sobre Washington por la defensa de los derechos civiles en agosto de 1963 —momento social y musicalmente memorable, aludido aquí fugazmente”.[3] Rotolo, fallecida en 2011, escribió A Freewheelin' Time: A Memoir of Greenwich Village in the Sixties (2009), acerca de su relación; en español apareció en 2020.

Un completo desconocido es una reconfiguración visual de una época que Dylan debió atravesar para convertirse en el gran renovador de la música de un tiempo que se resistía a morir, pero que indefectiblemente debía dejar lugar a una nueva sensibilidad. Sus letras poéticas, transidas de una mezcla entre expresión lírica y observación social atildada, seguirán provocando visiones y recuerdos hasta tejerse con las vidas de quienes atentos las lean y escuchen. La nueva generación podrá, con ello, asomarse, a una forma de vida que está ahí, muy presente en sus ilusiones fallidas y en sus múltiples contradicciones.

Notas

[1] A. F. Couxeiro, “Timothée Chalamet no gusta a los fans de Bob Dylan: análisis de un papel que nace con polémica”, en El País, Madrid, 23 de abril de 2024, https://elpais.com/icon/2024-04-23/timothee-chalamet-no-gusta-a-los-fans-de-bob-dylan-analisis-de-un-papel-que-nace-con-polemica.html.

[2] C. Bonfil, “Un completo desconocido”, en La Jornada, 2 de febrero de 2025, www.jornada.com.mx/2025/02/02/espectaculos/a07a1esp.

[3] C. Bonfil, op. cit.

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