Francisco de Enzinas, traductor del N.T. y ¿autor del ‘Lazarillo de Tormes’? (I)

Al anonimato con que se publicó inicialmente, le ha seguido en los años recientes un fuerte debate sobre la probabilidad de que haya salido de la pluma de dos escritores heterodoxos: Alfonso de Valdés o Francisco de Enzinas.

20 DE ABRIL DE 2023 · 13:00

El lazarillo de Tormes, detalle de obra de Francisco de Goya.,
El lazarillo de Tormes, detalle de obra de Francisco de Goya.

Al día siguiente los impostores recorren las casas para recibir el dinero de sus bulas, las cuales cuestan un tercio de florín, o más, cada una, y allí ejercen una notable crueldad. […] ¿Mas cómo relatar todas sus perversidades? Es tan grande la estupidez del pueblo, y su error, que con esto se hace tal escarnio de las conciencias que el padre no se atrevería a pensar que con una sola bula le basta para él y sus hijos, ni el marido para él y su esposa. […] Conozco mercaderes que podría nombrar, que el año 1539 aseguraron las bulas que se debían distribuir en tres años en Castilla solamente, y adelantaron al contado cuatrocientos mil ducados, sin contar otra suma mucho mayor que debían pagar al final del término.1

Francisco de Enzinas

 

El debate inquietante sobre una obra reconocida

Mucho se ha escrito acerca del Lazarillo de Tormes (y de sus fortunas y adversidades, como reza la portada), obra aparecida en 1554 (en tres ediciones separadas, en Burgos, Alcalá y Amberes), todo un clásico de la literatura española, y cuya autoría se ha debatido ampliamente, al grado de que, en diferentes épocas se han propuesto nombres bastante disímiles.2 Al anonimato con que se publicó inicialmente, le ha seguido en los años recientes un fuerte debate sobre la probabilidad de que haya salido de la pluma de dos escritores heterodoxos: Alfonso de Valdés (1490/92-1532), hermano de Juan (1494/1504-1541), famoso traductor e intérprete de la Biblia, miembro de la corte del emperador,3 y sobre todo, Francisco de Enzinas (1520-1552), traductor a su vez del Nuevo Testamento (1543), un volumen que fue entregado al emperador Carlos V, precisamente en Flandes, una historia que se ha contado en repetidas ocasiones.4 Un par de notas periodísticas dieron cuenta del surgimiento de esta nueva hipótesis, defendida por Alfredo Rodríguez López-Vázquez, profesor la Universidad de La Coruña, quien publicó en 2020 una nueva edición del libro.5

Con anterioridad, se manejaban como posibles autores a Diego Hurtado de Mendoza (1503/4-1575) y fray Juan de Ortega (1495-1557),6 además del eminente humanista Juan Luis Vives (1493-1540), entre otros.7 La observación de Aubrey F.G. Bell sobre el perfil cultural del autor, es importante:

El Lazarillo, aunque popular, no fue escrito para el pueblo, ni por el pueblo, sino por algún humanista de la España renacentista, por un intelectual. Pero muchos humanistas había en Salamanca. Pocos habría tan genialmente dotados como el anónimo novelista; y, además, llama la atención el prólogo, en su aparente modestia, por la conciencia de la novedad literaria que suponía esta hazaña: escribir “esta nonada”, o sea la confesión autobiográfica de un pobre diablo, en “grosero estilo”, es decir, en la lengua de todos los días. Sigo persuadido de que es autor más probable que Mendoza aquel fraile humanista a quien Sigüenza retrata con colores tan atractivos.8

 

Mencionar estos dos nombres es entrar de lleno a los complejos territorios de los impulsos reformistas en España que llevó a muchos de sus representantes al exilio, adonde produjeron una inmensa cantidad de materiales impresos marcados por la inquietud religiosa. Sobre la segunda parte de la obra (1620), Marcelino Menéndez y Pelayo escribió que, muy posiblemente otro heterodoxo, Juan de Luna (1575-1645), sea el autor.9 Un motivo de sospecha sobre el Lazarillo fue la censura que recibió por parte de la Inquisición en 1559, por su posible influencia erasmista señalada también por el hispanista francés Marcel Bataillon en su monumental estudio Erasmo y España. Allí, este autor plantea muy bien el problema al referirse a “la estela del erasmismo en la literatura profana”, como titula el capítulo XII: “Era tentador suponer que el erasmismo no había agotado sus consecuencias literarias con las obras condenadas por su atrevimiento mismo a una rápida desaparición, y que estaba en la fuente de la gran corriente satírica que nace hacia 1550 en España: con el Lazarillo toda la novela picaresca y su numerosa descendencia venían así a ser herederos de Erasmo”.10 Y agrega: “El Lazarillo era el nudo del problema. En efecto, su aparición constituía un enigma. Morel-Fatio propuso resolverlo indagando del lado de los Valdés y de sus amigos, y esta idea de un Lazarillo erasmizante tuvo bastante buena fortuna. Sin embargo, hay que reconocer que no resiste a un examen a fondo”.11

“El Lazarillo —escribe Jones— es un cuadro realista del ambiente y de la gente que el protagonista encuentra. España, como el resto de Europa en aquella época, tenía una enorme masa de mendigos y pobres, aunque la vida fuera también dura para otras gentes: el hambre en los años de escasez asediaba a las economías modestas. […] Gran parte del clero era tan hipócrita e inmoral como los sacerdotes que describe”.12 Y cita al diplomático y humanista italiano Andrea Navagero (1483-1529) quien afirmó en 1525 que “los amos de Toledo y las mujeres de la ciudad pertenecen al clero, poseen magníficas casas y viven como señores entregados al lujo, sin que nadie dijese una palabra contra ellos”.13 Alberto Blecua es bastante más explícito sobre la situación eclesial que se vivía en Toledo, en donde había, en esa época, más de 700 clérigos y poco más de 1900 religiosos:

El estamento clerical, que tan mal parado sale en la obra, presentaba en la realidad, como es sabido, una situación catastrófica. De hecho, todos los manuales de confesores y “sumas” de casos de conciencia, y el mismo Concilio de Trento, fustigan los numerosos vicios de un estamento al que habían acudido a refugiarse justos y pecadores. Casos como el del fraile de la Merced que nos relata Lázaro, son niñerías en comparación con el histórico narrado por Gonzalo Fernández de Oviedo, y clérigos amancebados, como el citado arcipreste, eran tan frecuentes…14

 

Eso explicaría el enfoque anticlerical que se atisba también en las palabras de Enzinas sobre las bulas o indulgencias con que abre este artículo. Asimismo, se ha señalado cierta influencia de los llamados “alumbrados”, un movimiento religioso surgido en España alrededor de 1511.15 De modo que la estela de la heterodoxia religiosa envuelve la escritura de esta importante obra, algo que muchos estudios no han destacado lo suficiente, aunque reconozcan, como Márquez Villanueva que se trata de un “libro esencialmente religioso”.16 De la misma opinión son Américo Castro,17 Manuel J. Asensio,18 Víctor García de la Concha19 y Francisco Rico, uno de los mayores especialistas.20 Aldo Ruffinato ha aseverado que estamos delante de una “parodia moral erasmista”.21

Francisco de Enzinas, traductor del N.T. y ¿autor del ‘Lazarillo de Tormes’? (I)

La polémica se avivó en 2003 con la publicación de Alfonso de Valdés, autor del Lazarillo de Tormes, de Rosa Navarro Durán, profesora emérita de la Universidad de Barcelona, quien llegó a esa conclusión luego de diversos estudios dedicados a la obra.22 En una amplia entrevista, discurrió sobre el método y las disquisiciones que la condujeron a ello: “No creo en los grandes genios desconocidos, ni en la atribución de cuadros como El coloso a pintores de cuarta fila; las grandes obras están escritas por grandes escritores. Alfonso de Valdés era el mejor prosista de la primera mitad del XVI; lo dice Menéndez Pelayo, a pesar de sus anteojeras ideológicas (bueno, lo que dice es que el Diálogo de Mercurio y Carón es la mejor obra en prosa de esa época; y él todavía creía que era de Juan, aunque con ayuda de Alfonso)”.23 Esta afirmación de Menéndez y Pelayo no es poca cosa y obliga a acercarse con más interés a la obra de Valdés y a considerar seriamente los múltiples ensayos de Navarro Durán. El autor de Los heterodoxos españoles… le dedica un capítulo entero en la sección de erasmistas y protestantes, en donde con lujo de detalles expone su formación y desarrollo como escritor.24

Navarro Durán explica: “Hay muchísimos datos y sería muy largo de explicar, pero lo esencial del retrato es que se trata de un erasmista muy inteligente y agudo. La tesis de Marcel Bataillon en Erasmo y España es que no hay huellas erasmistas en el Lazarillo; luego en otras publicaciones posteriores ya empezaba a dudar de ello. […] …si fechamos el Lazarillo hacia 1530, cuando en realidad fue escrito, no hay nada que discutir. El erasmismo está presente en toda la sátira, que pone de manifiesto los vicios de los amos de Lázaro, que pertenecen casi todos a la Iglesia. Además, el escritor tiene que ser un fiel servidor de Carlos V, porque la obra comienza con una derrota de Fernando el Católico, la batalla de Gelves de 1510, y finaliza con la entrada victoriosa del emperador en Toledo, un jueves 27 de abril de 1525. No es una batalla, sino un hecho cortesano simbólico”. Ella cuestiona la manera de fechar la obra con base en los acontecimientos del propio libro, algo que le parece discutible. Y concluye: “Por otra parte, es un cortesano quien escribe, porque después de atacar brutalmente a los primeros amos de Lázaro, introduce al escudero, que es un vanidoso y un hipócrita, un muerto de hambre que ni trabaja ni quiere trabajar, pero es buena persona”.

La arriesgada hipótesis de Alfredo Rodríguez López-Vázquez ha sido expuesta en diversos ensayos, como “Las dos partes del Lazarillo de Tormes, la Reforma Protestante y la atribución a Francisco de Enzinas”, publicado en 2016,25 quien sigue la propuesta del estudioso francés Roland Laberre, publicada diez años antes.26 De esta hipótesis y sus eventuales consecuencias se ocupará la siguiente entrega.

 

Notas

1 F. de Enzinas, “Las bulas en España”, en Memorias. Historia del Estado de los Países Bajos, y de la religión de España. [1543, 1558] T. 1. Trad. de Adam Sosa. Buenos Aires-México, La Aurora-Casa Unida de Publicaciones, 1944 (Obras clásicas de la Reforma, VII), pp. 73-74.

2 R.O. Jones, Historia de la literatura española. 2. Siglo de Oro: prosa y poesía. Barcelona, Ariel, 1987, p. 111; y Francisco Márquez Villanueva, “El Lazarillo y sus autores”, en Revista de Libros, 1 de junio de 2004, aquí.

3 Cf. Manuel de León, “El Lazarillo de Tormes y A. de Valdés”, 1 y 2, en Protestante Digital, 2 y 9 de agosto de 2010, partes finales de una larga serie sobre A. de Valdés.

4 En principio hay que citar al propio Enzinas en sus citadas póstumas Memorias… T. 1, pp. 86-100; luego a Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los heterodoxos españoles. Erasmistas y protestantes. Sectas místicas. Judaizantes y moriscos. Artes mágicas. [1882] México, Porrúa, 1982, pp. 127-136; Jorge Bergua Cavero, Francisco de Enzinas, un humanista reformado en la Europa de Carlos V. Madrid, Trotta, 2006, pp. 51-75; y en el ambiente evangélico, “Francisco de Enzinas”, en B. Foster Stockwell, Prefacios a las Biblias castellanas del siglo XVI. Buenos Aires, La Aurora, 1939, pp. 13-18, y “Al invictísimo monarca Don Carlos V, Emperador”, pp. 21-18; y Enrique Fernández y Fernández, “El Nuevo Testamento de Enzinas”, en Las Biblias castellanas del exilio. Miami, Caribe, 1976, pp. 31-53, sin olvidar algunas aportaciones como Historia de la Reforma en España (1973), de Manuel Gutiérrez Marín o Historia de la Biblia en España (1978), de José Flores.

5 “Una nueva edición atribuye el Lazarillo al burgalés Francisco de Enzinas”, en Soria Noticias, 4 de junio de 2020, y Almudena Sanz, “¿Es el burgalés francisco de Enzinas el autor del Lazarillo?”, en Soria Noticias, 14 de junio de 2020, aquí. Cf. Lazarillo de Tormes. Ed. de Alfredo Rodríguez López-Vázquez. Berna, Peter Lang, 2020.

6 R.O. Jones, op. cit.

7 Cf. Francisco Rico, “Introducción”, en Lazarillo de Tormes. 18ª ed. Madrid, Ediciones Cátedra, 2005 (Letras hispánicas, 44), p. 31-44; Francisco Calero, “¿Juan Luis Vives o Alfonso de Valdés?”, en Alborayque. Revista de la Biblioteca de Extremadura, núm.1, octubre de 2007, pp. 69-108; e Ídem, Juan Luis Vives, autor del Lazarillo de Tormes. Madrid, Biblioteca Nueva, 2014.

8 A.F.G. Bell, El Renacimiento español. II, 1944, p. 109, cit. por L.J. Cisneros, ed., Lazarillo de Tormes. Buenos Aires, s.p.i, 1946, p. 93, cit. a su vez por M. Bataillon, op. cit., p. 212, nota 3.

9 M. Menéndez y Pelayo, op. cit., pp. 304-306; y Eduardo Torres Corominas, “Juan de Luna”, en Real Academia de la Historia.

10 M. Bataillon, op. cit., p. 211.

11 Ídem. Énfasis agregado.

12 R.O. Jones, op. cit., p. 112.

13 Ídem. La cita corresponde a A. Navagero, Viaje a España del magnífico señor Andrés Navagero (1524-1526): embajador de la república de Venecia ante el emperador Carlos V. Ed. de José María Alonso Gamo. Valencia, Castalia, 1951.

14 A. Blecua, “Introducción crítica”, La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades. Madrid, Castalia, 2001 (Biblioteca clásica Castalia, 4), p. 20.

15 Cf. Jesús F. Cáseda Teresa, “Alumbradismo en el Lazarillo de Tormes: Del ciego que le ‘alumbró’, al clérigo de Maqueda y fiscal de la Inquisición Diego Ortiz de Angulo”, en Artifara, 22.2, 2022, Contribuciones, pp. 105-120; y F. Rico, op. cit., pp. 38-39.

16 Francisco Márquez Villanueva, Francisco, “La actitud espiritual del Lazarillo”, en F. Márquez Villanueva, Espiritualidad y literatura en el siglo XVI. Madrid, Alfaguara, 1968, p. 70. Cf. Ramón Moncunill Bernet, “La concepción luterana sobre la libertad y la doctrina de la Contrarreforma. Su reflejo en nuestros literatos del Siglo de Oro”, aquí y Marco Antonio Coronel Ramos, “Los [anti]silenos de Erasmo y el Lazarillo de Tormes”, en Iberoamericana, XI, 43 (2011), pp. 141-158.

17 A. Castro, “Perspectiva de la novela picaresca”, en Hacia Cervantes. Madrid, Taurus, pp.118-142.

18 M.J. Asensio, “La intención religiosa del Lazarillo de Tormes y Juan de Valdés”. En: Hispanic Review, 27, 1959, pp. 78-102.

19 V. García de la Concha, “La intención religiosa del Lazarillo”, en Revista de Filología Española, LV, 1972, pp. 243-278.

20 F. Rico, Problemas del Lazarillo. Madrid, Ediciones Cátedra, 1987.

21 A. Ruffinato, “Come nasce un modello: il caso ‘Lazarillo’”, en Italo Michele Battafarano y Pietro Taravacci, eds., Il picaro nella cultura europea. Gardolo di Trento, Reverdito, 1989, p. 17.

22 R. Navarro Durán, “El ‘Lazarillo’ como palimpsesto de las lecturas de Alfonso de Valdés”, en Silva. Estudios de humanismo y tradición clásica, núm. 2, 2003, pp. 233-270; Ídem, “La vida de Lazarillo de Tormesa la nueva luz de Barcarrota”,en Alborayque…, op. cit., pp. 41-67; y su sitio web. Cf. la refutación de Antonio Alatorre, “El Lazarillo y Alfonso de Valdés”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, vol. LII, núm. 1, enero-junio, 2004, pp. 143-151.

23 Javier Fresán, “Rosa Navarro Durán. De la mano del Lazarillo”, en Clarín. Revista de Nueva Literatura.

24 Existe una recopilación de las obras de A. de Valdés, Obra completa. Ed. de Ángel Alcalá. Madrid, Biblioteca Castro, 1996.

25 A. Rodríguez López-Vázquez, “Las dos partes del Lazarillo de Tormes, la Reforma Protestante y la atribución a Francisco de Enzinas”, en Janus. Estudios sobre el Siglo de Oro, núm. 5, 2016, pp. 49-64.

26 R. Daberre, “L’auteur le plus probable du Lazarillo de Tormes”, en Bibliothèque d'Humanisme et Renaissance, T. 68, núm. 2, 2006, pp. 277-288.

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