Joseph Ratzinger: fe, predicación y diálogo en tres obras fundamentales

Valorar adecuadamente la obra teológica de Ratzinger se llevará todavía mucho tiempo, pero lo cierto es que hacer un balance de su vida y obra será el empeño de muchos estudiosos.

06 DE ENERO DE 2023 · 10:00

Joseph Ratzinger.,
Joseph Ratzinger.

En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13.1), en Jesucristo crucificado y resucitado.1

J.R.

 

Benedicto XVI siente como responsabilidad suya específica, quizás la mayor, hacer presente a Dios en el mundo, especialmente en el mundo en el que está más ausente: el mundo de abundancia. Busca hacer presente a Dios para “gloria” de Dios y simultáneamente para “humanización” del mundo. Sin Dios no es posible un mundo humano, insiste. Y de ahí que desde el principio de su pontificado haya insistido en la importancia de lo absoluto y en lo nocivo de la relativización.2

Jon Sobrino

 

Finalizó 2022 con una gran pérdida para el mundo teológico actual y para la iglesia en general, por la desaparición física del cardenal Joseph Ratzinger, uno de los mayores autores católicos de nuestro tiempo, quien fue papa entre 2005 y 2013.3 Su renuncia al puesto causó enorme sorpresa y ha sido interpretada de muchas maneras.4 Alabado y cuestionado hasta la saciedad, su nombre es permanentemente asociado a las tendencias tradicionalistas al interior de su iglesia, aun cuando como pensador fue alguien que, como pocos, practicó el diálogo con otras orientaciones muy diferentes a la suya.5 Fue, en efecto, la eminencia gis detrás del gran proyecto encabezado por el papa Karol Wojtyla que se propuso acabar con las inclinaciones más “progresistas”. Para ello, desde su encargo como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (1981-2005), llevó a juicio a decenas de teólogos que, de una u otra manera, representaban el aire fresco tan necesario para una institución vetusta que siempre se ha visto exigida por sus propios integrantes de estar al día en cuestiones de fe y doctrina para responder adecuadamente las exigencias de un mundo cada vez más opuesto a su verticalidad e intolerancia.6 Tal vez fueron los teólogos latinoamericanos de liberación hacia quienes mostró mayor enjundia en su tarea inquisidora, comenzando con los más visibles: Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Jon Sobrino. Algunas de sus posturas como papa fueron cuestionadas de principio a fin, como en el caso de su intervención en asuntos álgidos que se discutieron en México.7

Joseph Ratzinger: fe, predicación y diálogo en tres obras fundamentales

Ratzinger y Wojtyla.

Mediante la publicación de sus obras completas (16 volúmenes), que es posible ver desplegadas en las principales librerías religiosas, se puede apreciar el inmenso abanico temático, ideológico y cultural de este teólogo fundamental, sólo antecedido en importancia por figuras como Karl Rahner, Hans Urs von Balthasar, Edward Schillebeeckx y Hans Küng, por sólo citar algunos nombres. Allí se pueden encontrar los volúmenes más representativos de un trabajo intelectual y espiritual denso, profundo y en diálogo continuo con todas las corrientes de pensamiento: Homiliario bíblico (1967), Introducción al cristianismo (1968), El nuevo pueblo de Dios: esquemas para una eclesiología (1972), Escatología (1977), Palabra en la iglesia (1976), Teoría de los principios teológicos. Materiales para una teología fundamental (1985), Mirar a Cristo. Ejercicios de fe, esperanza y amor (1990) y La fraternidad de los cristianos (2004). Fe, verdad y tolerancia: el cristianismo y las religiones del mundo (2005) precedió a su nombramiento como Obispo de Roma, para luego, ya como tal, dar a conocer varios libros sobre Jesús: Jesús de Nazaret, La infancia de Jesús, Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección. En México apareció Entre razón y religión. Dialéctica de la secularización (Fondo de Cultura Económica, 2008), en el que Ratzinger dialoga con el filósofo Jürgen Habermas.

Ahora, con su fallecimiento, cuando algunos analistas pretenden aminorar la crítica hacia su cerrazón doctrinal y recuperarlo casi como un “teólogo progresista”, bien vale la pena revisar su trayectoria para advertir sus claroscuros y las innegables aportaciones que dejó para su iglesia y para todo el ámbito cristiano. Otros, como Juan José Tamayo (autor de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Del neoconservadurismo al integrismo, 2011), han recordado las dimensiones de su trabajo reflexivo lado a lado con su empeño por acabar con la heterodoxia doctrinal. La entrada de su análisis es contundente y precisa: “La dedicación de Joseph Ratzinger a la teología ha sido discontinua; como él mismo reconoce en su autobiografía Mi vida, se ha caracterizado no tanto por la evolución, sino por la involución y se ha desarrollado dentro de la más pura ortodoxia. Inició la docencia teológica muy joven en diálogo con los climas culturales y filosóficos de la modernidad y con los teólogos protestantes de su época”.8 Para luego señalar: “Pronto inició el camino hacia un pensamiento teológico conservador que le llevó a distanciarse de sus colegas conciliares y a vincularse con teólogos y colectivos cristianos de tendencia neoconservadora. Esta tendencia se reforzó cuando accedió a la cúpula del poder doctrinal como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) y al papado”.

Como ejemplo de lo que denomina “deriva involucionista”, Tamayo menciona tres textos: primero, Instrucción sobre algunos aspectos de la teología de la liberación (1984). “En él se acusa a esta corriente teológica nacida en América Latina de ‘grave desviación de la fe cristiana’ por reducirla a un humanismo terrestre, emplear acríticamente el método marxista de análisis de la realidad, ofrecer una interpretación racionalista de la Biblia e identificar la categoría bíblica de ‘pobre’ con la categoría marxista de ‘proletariado’”. Después, Informe sobre la fe (1985), “donde critica el grave deterioro del cristianismo tras el Concilio Vaticano II y propone un proyecto de restauración de la Iglesia en plena sintonía con el papa Juan Pablo II, a quien acompañó a lo largo de todo su pontificado y de quien se convirtió en el principal ideólogo”. Por último, la declaración Dominus Iesus (2000), “en la que identifica la Iglesia católica con la Iglesia de Cristo, con una clara exclusión de las otras iglesias cristianas, y califica el pluralismo religioso de relativismo. La condena en este caso fue contra la teología del diálogo interreligioso y recayó en los teólogos que la estaban cultivando”. No obstante, no deja de mencionar que fue positiva su contribución en el Concilio Vaticano II “al paso del anatema al diálogo filosófico y cultural”, pero lo ve como “responsable del cambio de paradigma producido durante el pontificado de Juan Pablo II y el suyo del diálogo al anatema de las nuevas corrientes teológicas”.

Joseph Ratzinger: fe, predicación y diálogo en tres obras fundamentales

Ratzinger en México.

De su monumental universo escritural se entresacan aquí algunas muestras de tres obras que representan momentos muy específicos de la labor teológica de Ratzinger: Introducción al cristianismo, que en los años 90 apareció en una colección popular que se vendía en quioscos y puestos de periódicos; Palabra en la iglesia, colección de textos sobre la predicación y algunas homilías; y Fe, verdad y tolerancia…, acaso el trabajo en que es posible percibir la mayor apertura al diálogo por su parte, especialmente después de su actuación como inquisidor feroz y guardián de la ortodoxia católica. Del primero, extraído del capítulo 1, “Dios”, sección “La confesión en el Dios único”, procede esta afirmación:

Este punto de partida, nacido de la fe de Israel, sigue sin cambios fundamentales en el Credo del cristianismo primitivo. El ingreso en la comunidad cristiana y la aceptación de su “símbolo” suponen una decisión de la existencia de graves consecuencias. Ya quien entra en ese Credo niega por este hecho las ideas que subyugan a su mundo: niega la adoración del poder político dominante en la que se fundamentaba el tardío imperio romano. Niega el placer, la angustia y las diversas creencias que hoy dominan el mundo. No se debe al azar el que el cristianismo pelease en el campo antes denunciado y que impugnase la forma fundamental de la vida pública de la antigüedad.9

 

En el segundo, amplia recopilación de textos sobre la tarea de predicar, escribió en el “Prólogo”:

El camino que lleva del dogma a la predicación se nos ha hecho muy penoso. Nos hemos quedado sin unos esquemas mentales e intuitivos capaces de transmitir a la vida diaria el contenido del dogma; y por eso el que ha de predicar se ve abrumado cuando tiene que recorrer él solo el camino que va de la formulación del dogma a su núcleo esencial, y luego reformular éste nuevamente en un lenguaje actual. ¿No sería mejor dejar el dogma a un lado? Una solución radical como ésta, que a muchos les parece la única salida, convierte la predicación en un discurso pronunciado en nombre propio, y le hace perder todo su interés en cuanto predicación. Así lo puso en evidencia Erik Peterson de un modo contundente e irrefutable refiriéndose a las dolorosas experiencias de la decrépita teología liberal (Was ist Theologie?, Bonn, 1926). La tensión interna de la predicación pende del arco que forman el dogma, la Escritura, la iglesia y la actualidad; y no puede quitarse ninguna de estas columnas sin que todo se derrumbe.10

 

En la segunda parte, “Algunos temas básicos de la predicación”, al debatir “Cómo predicar hoy sobre Dios”, señala:

El hecho de que se exija un modo de hablar sobre Dios secular parece ya justificado con la indicación de que también la Biblia habla de Dios de “modo secular”. Recuérdense las comparaciones de los profetas. Isaías le expone a la gente la famosa comparación de la viña (Is 5.1-7), un asunto mundano: ésa es su manera de hablar de Dios. En todo caso, y para no quedarse sólo con la verdad a medias, hay que preguntar también: ¿cómo se convierte la palabra secular en anuncio de Dios? La comparación se convierte en adivinanza, y esta adivinanza está estructurada de tal modo, que en el fondo no es ningún acertijo, sino que al final se convierte en un grito de indignación, de acusación a un pueblo que gozó de todo el favor de Dios, y que a cambio no fue más que una decepción para él. No obstante, se sigue tratando de una historia profana en la que en principio no aparece la palabra Dios, y en la que los hombres pueden ver quiénes son ellos y quién es Dios; una historia que sobrepasa su marco y remite más allá de sí misma. Con lo cual se sobrepasa el marco de este mundo y esto se convierte en una llamada a los oyentes.11

 

Finalmente, se cita un fragmento de Fe, verdad y tolerancia…, con el que concluye ese libro:

Tenemos que abandonar también el sueño ilusorio de la absoluta autonomía de la razón y de que ésta se baste a sí misma. La razón humana necesita apoyarse en las grandes tradiciones religiosas de la humanidad. Es cierto que debe contemplar con ojo crítico las diversas tradiciones religiosas. La patología de la religión es la enfermedad más peligrosa de la mente humana. Pero esa patología de las religiones existe también allí donde se rechaza la religión como tal y donde se atribuye rango absoluto a los bienes relativos: los sistemas ateos de la Edad Moderna son los ejemplos más aterradores de una pasión religiosa alienada en cuanto a su esencia íntima, y esto significa también que son una enfermedad mortalmente peligrosa para la mente humana. Donde se niega a Dios, no se edifica la libertad, sino que se la priva de su fundamento y de esta manera se la distorsiona. Donde se rechazan por completo las tradiciones religiosas más puras y profundas, el hombre se separa de su verdad, vive en contra de ella y no consigue ser libre. La ética filosófica no puede ser tampoco absolutamente autónoma. No puede renunciar a la idea de Dios y no puede renunciar a una idea de la verdad del ser que tenga carácter ético. Si no hay verdad acerca del hombre, el hombre no tiene tampoco libertad. Sólo la verdad hace libres.12

 

Valorar adecuadamente la obra teológica de Ratzinger se llevará todavía mucho tiempo, pero lo cierto es que hacer un balance de su vida y obra será el empeño de muchos estudiosos. La imagen que deja, llena de ambivalencias y contradicciones, obligará a su iglesia a tomar determinaciones firmes para superar los conflictos que dejó tras de sí, porque, según Bernardo Barranco: “Es revelador cómo, mientras los sectores conservadores de la Iglesia glorifican la figura y aportes de Benedicto XVI, los sectores progresistas le reprochan su inclemencia para contener y reprimir toda iniciativa que saliera del control de Roma y de la ortodoxia eclesiástica”.13 Su legado es, por todo ello, ambiguo, y la sensación que queda tras su paso por la cúspide del Vaticano, es poco alentadora: “Ratzinger dejó una Iglesia en estado de desastre. En todo el planeta escándalos de pederastia clerical, lucha por el poder y privilegios de la curia romana; desenfreno en el mal manejo de los recursos económicos, lavado. Los sueños restauradores de Ratzinger se le convirtieron en espantosas pesadillas”.

 

Notas

1 “Si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente”, carta a los obispos, 10 de marzo de 2009, en http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1337492ffae.html?sp=y.

2 J. Sobrino, ““Benedicto XVI. Dios, el hambre y nosotros”, en Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, San Salvador, www2.uca.edu.sv/publica/cartas/media/archivo/ca3731_pag23beneductoxvijonsobrino.pdf.

3 Cf. L. Cervantes-O., “Bergoglio, nuevo obispo de Roma: el valor de la duda”, en Lupa Protestante, 17 de marzo de 2013, www.lupaprotestante.com/bergoglio-nuevo-obispo-de-roma-el-valor-de-la-duda.

4 Véase Jon Sobrino, op. cit.

5 Cf. Stephen Brown, “El legado ecuménico del papa Benedicto XVI”, en Consejo Mundial de Iglesias, 1 de enero de 2023, www.oikoumene.org/es/news/the-ecumenical-legacy-of-pope-benedict-xvi; y Federico Lombardi, “Benedicto XVI (In memoriam)”, en La Civiltà Cattolica, 31 de diciembre de 2022, www.laciviltacattolica.es/2022/12/31/benedicto-xvi.

6 Cf. Rubén Aguilar Valenzuela, “Los teólogos herejes de Roma”, en Nexos, 1 de mayo de 2013, www.nexos.com.mx/?p=15293.

7 Cf. L. Cervantes-O., “Ratzinger interviene en el debate legal sobre el aborto en México”, 25 de abril de 2007, en http://redescristianas.net/ratzinger-interviene-en-el-debate-legal-sobre-el-aborto-en-mexico-leopoldo-cervantes-ortiz/.

8 J.J. Tamayo, “Joseph Ratzinger: teólogo de la restauración eclesial”, en El País, Madrid, 31 de diciembre de 2022, https://elpais.com/internacional/2022-12-31/joseph-ratzinger-teologo-de-la-restauracion-eclesial.html.

9 J. Ratzinger, Introducción al cristianismo. Barcelona, Planeta-DeAgostini, 1995 (Biblioteca cristiana, 11), p. 85.

10 J. Ratzinger, Palabra en la iglesia. Salamanca, Ediciones Sígueme, 1976 (Verdad e imagen, 43), p. 9.

11 Ibid., p. 95.

12 J. Ratzinger, Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo. Salamanca, Ediciones Sígueme, 2005 (Verdad e imagen, 163), p. 222.

13 B. Barranco, “Benedicto XVI: el mundo ha contaminado la Iglesia”, en La Jornada, 4 de enero de 2023, www.jornada.com.mx/2023/01/04/opinion/011a1pol.

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