“En China siempre ha habido persecución, no es por el coronavirus”

La Iglesia Cristiana China en España sigue desde la distancia las alteraciones en la libertad religiosa de su país y cómo está afectando la crisis del Covid-19.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 17 DE MARZO DE 2020 · 09:00

Koikam Fu, en el centro, conversando junto a Zhengbo Chen, a la izquierda, y Rongen Li, a la derecha, en el local de una iglesia china en Barcelona. / Jonatán Soriano,
Koikam Fu, en el centro, conversando junto a Zhengbo Chen, a la izquierda, y Rongen Li, a la derecha, en el local de una iglesia china en Barcelona. / Jonatán Soriano

Al entrar en el local de la Iglesia Cristiana China en España de la calle Consell de Cent, en Barcelona, es fácil desviar la atención hacia un hilo que recorre el lado horizontal de la pared izquierda y del que cuelgan fotografías de grupos de niños, jóvenes y adultos. Muchas instantáneas que permiten deducir la activa rutina que define a esta comunidad, desde escuelas dominicales hasta campamentos, reuniones grupales y conciertos. 

A pesar del coronavirus, en China, las iglesias tampoco pueden retransmitir sus cultor por internet.

Además de ser una congregación de carácter espiritual, la iglesia también tiene un valor en la cohesión cultural y está en contacto constante con el resto de la población china en la zona. “Haremos nuestro mejor esfuerzo en esta epidemia para ayudar a aquellos que están preocupados, sin importar quién sea. Todos esperan que la iglesia los cuide con el amor del Señor”, explica el pastor de la congregación, Koikam Fu.

La conversación que ha dado como fruto este artículo se produjo antes de que el gobierno español decretara el Estado de alarma e implantase una serie de medidas de prevención para combatir la propagación del coronavirus. Sin embargo, en China, hace semanas que se adoptaron medidas que restringen la movilidad, el transporte y también las reuniones de carácter religioso. Pero las afectaciones en la ‘normalidad’ religiosa en el país asiático no son nuevas ni han venido con el Covid-19. De hecho, según informa la revista sobre libertad religiosa y derechos humanos en China, Bitter Winter, además del cierre de una gran parte de los lugares de culto para evitar los contagios, muchas iglesias en el gigante asiático tampoco pueden retransmitir sus servicios religiosos por internet. 

Una medida que sigue la línea de la Ley de medidas para la gestión de la información religiosa en internet, de septiembre de 2018 y que estipula que “ninguna organización o individuo, incluidos aquellos autorizados, podrán transmitir o difundir actividades religiosas, entre las que se incluyen rezar, quemar incienso, rendir culto o recibir el bautismo en línea, en forma de texto, foto, audio o video”. 

“Ante la epidemia, la estrategia de censura es sin distinciones religiosas”

Es difícil sacar la cuestión de la persecución religiosa en una conversación absorbida por la actualidad relativa al coronavirus. Pero son los propios responsables de la Iglesia Cristiana China en España los que llegan al tema entre risas nerviosas. “En toda China se han detenido los cultos y las reuniones grandes”, dice Rongen Li, pastor de otra de las comunidades que la entidad tiene en Barcelona. 

“Pero no es por el coronavirus”, responde rápidamente Rebecca Sun, que ayuda con la traducción durante la charla. “El control siempre está y siempre ha habido mucha persecución. No solamente son las iglesias quienes han tenido que cerrar, sino que todo el mundo está en su casa. Negocios, colegios, establecimientos, todos han cerrado, excepto los hospitales y las farmacias. Sobre todo en la zona de Hubei, donde está Wuhan, el centro epidémico”, añade. El presidente de la Iglesia Cristiana China en España, Zhengbo Chen, interviene para recordar que “de cada familia solo puede salir una persona dos días a la semana para comprar comida, y solo durante una hora”.

“La epidemia ha endurecido el control de la religión y la libertad personal”.

A pesar de reconocer el contexto de urgencia y sus consecuencias generalizadas para toda la población, y que “ante la epidemia, la estrategia de censura es a nivel nacional sin distinciones religiosas”, según indica Fu, ninguno pierde de vista el poco espacio que existía previamente en China para la libertad religiosa. “El gobierno chino quiere que todas las iglesias evangélicas estén sometidas a la organización de las Tres Autonomías. Si no se suscriben a eso, las persiguen”, apunta Li.

La nacionalización de la religión

El pasado 30 de diciembre, la agencia oficial de noticias del gobierno chino, Xinhua, publicaba un breve comunicado explicando que la Administración Nacional de Asuntos Religiosos había publicado “un conjunto de regulaciones en la gestión de los grupos religiosos”. Según el portal, la medida estipula que “los departamentos de asuntos religiosos de los gobiernos populares son los órganos administrativos de los colectivos religiosos y deberían realizar las funciones de guiar y supervisar las operaciones de los diferentes grupos”. La decisión también condiciona “cómo deben los grupos religiosos designar a sus responsables oficiales, realizar su trabajo y gestionar sus propios asuntos”.

“En China siempre ha habido persecución, no es por el coronavirus”

A miles de kilómetros de distancia, los responsables de la Iglesia Cristiana China en España lamentan el incremento de la persecución en su país. / Jonatán Soriano

Medidas como esta han llevado a la organización Puertas Abiertas a considerar a China como el vigesimotercer país del mundo donde más se persigue el cristianismo, mientras que hace dos años lo ubicaban en el puesto 43º de su lista. De hecho, en su último informe, publicado a principios de año, la entidad sitúa China como el lugar en el que se atacaron o cerraron más centros de culto cristianos durante 2019, 5.576 en total. “El gobierno chino aboga por el ateísmo con una actitud que resiste a Dios. Incluso si las actividades religiosas están permitidas dentro de cierto alcance, también deben incluirse en el sistema del gobierno. En esencia, la idea es la de que la religión sirve al poder político, pero, desde la perspectiva bíblica, esto a menudo no es la voluntad de Dios”, explica Chen. 

En el ámbito evangélico, el gobierno solo permite las existencia de iglesias vinculadas a la organización de las Tres Autonomías. Las comunidades de esta institución, dice Chen, “buscan ser autónomas en cuanto a la predicación, no permitiendo la participación de extranjeros sino solamente de predicadores chinos”. “Además, no se suscriben a ninguna denominación sino que se definen únicamente como iglesia china, y están controladas por gente del país, sin ayuda ni influencia externas. Intentan evitar el contacto con cristianos extranjeros y tampoco reciben donativos de fuera, sino que ellos mismos controlan su gestión económica”, remarca. 

Buscando un ejemplo práctico, Li añade que si la Iglesia Cristiana China en España hiciese un donativo desde aquí a alguna de las congregaciones pertenecientes a las Tres Autonomías, “no lo aceptarían”. “Un pastor de las Tres Autonomías no permite a un miembro de su congregación mantener contacto con un pastor extranjero. Ni siquiera aceptarían a un misionero de Taiwán. Incluso, si un pastor de una iglesia de las Tres Autonomías en una región tiene que ir a otra provincia a predicar, no puede hacerlo sin la supervisión previa de la organización. Tiene que solicitar un permiso”, manifiesta el pastor.

“A quienes no se quieren someter a las Tres Autonomías”, dice, “se les ponen pegas o no se les deja reunirse, directamente”. “Te hacen cerrar o te controlan de más cerca”, señala. De hecho, persiguiendo a las iglesias que salen del paraguas de esta organización, el gobierno chino se ha garantizado un escenario de unanimidad en la población evangélica del país, que tiene que integrarse a la fuerza en la institución para seguir manteniendo el ejercicio de su fe en comunidad. Un ejercicio cada vez más controlado, con la instalación de sistemas tecnológicos de vigilancia y motivos nacionalistas en los locales de culto. “En las iglesias de las Tres Autonomías están poniendo cámaras de videovigilancia. Incluso en algunas, hay que incluir programación política en medio del culto, como cantar el himno, poner la bandera y cosas de esas”, dice Li con una sonrisa tímida. “Tampoco dejan a los menores de 18 entrar a estudiar en las escuelas dominicales”, añade. 

Una situación que para Chen se ha visto agravada por la epidemia que, dice, “ha endurecido el control de la religión y la libertad personal”. De hecho, China es también el país donde más cristianos han sido condenados a prisión o a campos de trabajo, según Puertas Abiertas, con 149 personas en 2019. Episodios que se siguen repitiendo, tal como muestra otra publicación de Bitter Winter, explicando la detención de hasta 30 miembros de la Iglesia de Dios Todopoderoso a principios de febrero en las provincias de Fujian y Shandong, mientras que algunos responsables de la misma comunidad se preparan para nuevas redadas a lo largo de 2020. 

“A las iglesias que no estamos dentro de China no nos controlan tanto. Somos bastante libres”, señala Fu con el moderado alivio que puede transmitir alguien que ejerce su libertad religiosa a miles de kilómetros de su país natal. “Aunque dicen que hay agentes políticos fuera de China y que estas personas pueden actuar como espías”, añade Li mientras se coloca las gafas.

Este artículo es el segundo de una serie de reportajes sobre la Iglesia Cristiana China en España. Puede leer el primero aquí.

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