Goytisolo rescata la memoria del escritor Blanco White, protestante español del siglo XIX

José María Blanco Crespo «Blanco White» fue un intelectual y escritor que desempeñó una gran labor literaria y periodística a principios del siglo XIX. Se trata de una figura controvertida, que abandonó la fe católica para abrazar el anglicanismo primero y luego el unitarismo. El escritor Juan Goytisolo ha publicado recientemente un libro en el que rescata algunos de sus textos desconocidos y redescubre al olvidado autor.

MADRID · 04 DE OCTUBRE DE 2010 · 22:00

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«Blanco White, ´El Español´ y la independencia de América», de Juan Goytisolo ha sido publicado por Ediciones Taurus. En él explica cómo se vio condenado al ostracismo por su apoyo gradual a la independencia de las colonias de España en América. Goytisolo dedica un nuevo libro al escritor olvidado, a quien considera el más importante de entre los españoles de la primera mitad del XIX, y muestra la convergencia de sus ideas con las de Humboldt. El País ha reproducido algunos fragmentos de la obra de Goytisolo que analiza el papel del intelectual exiliado en Londres, que a continuación reproducimos. Esta obra descubre la sintonía que Blanco White encontraba con los escritos de Humboldt, que viajó a América y expuso lo que allí descubrió en libros ignorados en España. Blanco White, a tavés del periódico que dirigía, propulsó la obra de Humboldt en español. La publicación del Viaje y su repercusión, tanto en Europa como en América, le convirtieron en una de las personalidades más notables y respetadas de la cultura alemana agrupadas en el célebre Círculo de Weimar -Goethe, Herder, Schiller, Schelling...-, y Goethe, en sus Conversaciones con Eckerman, comentó que unas pocas horas de plática con Humboldt equivalían a años de aprendizaje en todos los campos del saber científico. El racionalismo militante de Humboldt, su liberalismo político y económico, su anticlericalismo y culto a la libertad, convergían con los de Blanco White y le procuraban los instrumentos intelectuales adecuados para analizar los acontecimientos que sacudían América desde la pacífica revolución en Caracas de abril de 1810. Tanto sus valores filosóficos y políticos, como sus doctrinas sobre la explotación racional de los recursos económicos del Nuevo Mundo y sobre el comercio sin trabas entre las dos orillas del Atlántico y los distintos virreinatos, aportaban al exiliado londinense los argumentos necesarios para denunciar el anquilosamiento del cuerpo legal, el despotismo de la administración, los privilegios abusivos de la Iglesia, el inhumano sistema de las castas y la monstruosa desigualdad de las clases sociales como las causas reales de una insurrección que conduciría inevitablemente a la independencia y fragmentación de los dominios coloniales de España. Comunes a ambos autores eran asimismo la aspiración a una mejora educativa y moral de la población, a la plena libertad de conciencia y a una distribución más justa de la riqueza y los bienes acaparados por mercaderes sin escrúpulos, la Iglesia católica y una administración parasitaria y rapaz. El lector de los artículos de Blanco White en El Español hallará la impronta decisiva de Humboldt en los párrafos que citamos a continuación: «Las leyes españolas conceden unos mismos derechos a todos los blancos; pero los encargados de la ejecución de las leyes buscan todos los medios de destruir una igualdad que ofende el orgullo europeo. El gobierno, desconfiado de los criollos, da los empleos importantes exclusivamente a naturales de la España antigua, y aun, de algunos años a esta parte, se disponía en Madrid de los empleos más pequeños en la administración de aduanas o del tabaco. El más miserable europeo, sin educación y sin cultivo de su entendimiento, se cree superior a los blancos nacidos en el Nuevo Continente». A raíz de ello, explica: «Los criollos prefieren que se les llame americanos; y desde la paz de Versalles y, especialmente, después de 1789 se les oye decir muchas veces con orgullo: ´Yo no soy español, soy americano´; palabras que descubren los síntomas de un antiguo resentimiento. Delante de la ley todo criollo blanco es español; pero el abuso de las leyes, la falsa dirección del Gobierno colonial, el ejemplo de los Estados confederados de la América septentrional y el influjo de las opiniones del siglo han aflojado los vínculos que en otro tiempo unían más íntimamente a los españoles criollos con los españoles europeos». LA INFLUENCIA DE WILBERFORCE La reacción cívica de Blanco White ante el lucrativo comercio de esclavos por los europeos data de su juventud. Entre sus lecturas figuró quizá la de Cadalso, autor que mereció siempre su estima, y cuya crítica a aquél en sus Cartas marruecas enlaza con la de los ilustrados franceses de la época. Pero fue, con mayor seguridad, la amistad y el contacto con Isidoro de Antillón -su compañero de redacción en el Semanario Patriótico y víctima, después, de la represión fernandina a la vuelta al trono del mal deseado monarca- lo que despertó su conciencia sobre la cruel realidad de la trata. La publicación de “A letter for abolition of the slaves trade” del inglés Wilberforce tuvo, al contrario, un gran influjo en la opinión pública de su país y fue determinante en el Bill de abolición de la trata votado en el Parlamento británico en febrero de 1807. El «abominable» comercio de esclavos indignaba justamente a Blanco White, y en tres entregas sucesivas, impresas en los números XIX, XX y XXI de El Español con el título de «Extracto de una carta de Mr. Wilberforce sobre la abolición del comercio de negros», arremete duramente contra quienes lo realizaban y lo toleraban con razonamientos hipócritas y contrarios a todo sentimiento de humanidad. La pluma del expatriado se enfrenta a ellos con una lógica que si hoy nos parece, por fortuna, irrebatible, chocaba entonces con los intereses de la Iglesia y de los latifundistas cañeros, intereses revestidos con una serie de razones morales y religiosas de apariencia filantrópica: la esclavitud era un instrumento divino que permitía a los negros civilizarse, cristianizarse y salvar su alma. La explicación de la doctrina cristiana acomodada a la capacidad de los negros bozales, abundantemente citada por Moreno Fraginals, compara, en efecto, el trabajo esclavo en el batey y el tratamiento purificador de la caña y su purga en los trapiches con el progresivo blanqueo del alma de los negros, que se redimen así de su condición inferior y alcanzan la gloria del cielo. Contra tan aberrante naturalidad se alzaron los abolicionistas del siglo XVII, como se alzarían un siglo y pico más tarde las precursoras del movimiento feminista. La respuesta de Blanco White al racismo que justifica las atrocidades del colonialismo europeo no tiene desperdicio: «La razón que alegan, en general, los colonos es que los negros son de carácter perverso, y que sólo el temor puede contenerlos. Yo por mí creo que los negros deben ser naturalmente buenos, cuando el trato que les han dado los europeos no los ha convertido uno por uno en monstruos» (El Español, noviembre de 1811). El interés de Blanco White por combatir la trata se manifiesta con mayor precisión y abundancia de razonamientos en su Bosquejo del comercio de esclavos y reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente, obra publicada de forma anónima e impresa en Londres en 1814, año del cierre definitivo de El Español. Escrito en homenaje a Wilberforce, refleja también su atenta lectura de los Viajes del explorador escocés Mungo Park, que recorrió la cuenca del Níger en una caravana de esclavos y trazó un cuadro sombrío, pero sin afán propagandístico alguno, de su miserable condición. La esclavitud, sostiene Blanco White, no civiliza en modo alguno a los africanos: destroza sus vidas y los barbariza. Invirtiendo los términos del planteamiento colonialista, denuncia que los europeos «embrutecen a los negros por el tráfico que hacen de ellos y luego defienden este tráfico alegando que los negros son semibrutos». ¿Quién reconocerá un día en los países de nuestra lengua la deuda contraída por todos con el redactor de El Español por esta amplitud de miras y hondo sentido de la justicia ante los extravíos y horrores de la difícilmente mejorable especie, no sé si humana o inhumana, a la que pertenecemos?».

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