Abisag sunamita

Se ha dicho que la sunamita ejerció el papel de enfermera con David. Su misión era calentar el cuerpo frío del anciano rey.

24 DE FEBRERO DE 2021 · 09:30

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Foto de Ryan Holloway en Unsplash CC.

En la primera parte de la Biblia hay dos apelativos iguales y uno parecido. El capítulo 6 de El Cantar de los Cantares llama a la novia del poema Sulamita (6:13). El segundo libro de los Reyes trata de una mujer a la que el profeta Eliseo resucitó a un hijo muerto. Se la llama Sunamita. Y en tercer lugar está Abisag Sunamita, motivo de este capítulo. Ningún tipo de relación existe entre éstas tres mujeres.

Aunque me propongo glosar la historia de la segunda Sunamita, la inicio transcribiendo los cuatro versículos más importantes que la tratan. Dice la Biblia: “Cuando el rey David era viejo y avanzado en días, le cubrían de ropas, pero no se calentaba. Le dijeron, por tanto, sus siervos: Busquen para mí señor el rey una joven virgen para que esté delante del rey y lo abrigue, y duerma a su lado, y entrará en calor mi señor el rey. Y buscaron una joven hermosa por toda la tierra de Israel, y hallaron a Abisag Sunamita, y la trajeron al rey. Y la joven era hermosa; y ella abrigaba al rey, y le servía; pero el rey nunca la conoció”. (1º de Reyes 1:1-4).

En esta parte de la Biblia conocer significa mantener relaciones sexuales.

David, el hijo más joven de Isaí, nació en Belén de Judá, donde también lo hizo Jesús.

Fue uno de los hombres más notables de la historia sagrada y de la historia profana. Sobre él se han escrito multitud de libros. Se le menciona 800 veces en el Antiguo Testamento y 60 veces en el Nuevo. Cuando fue ungido rey por el profeta Samuel, dice de él la Biblia: “Jehová se ha buscado un hombre varón conforme a su corazón”. (1º de Samuel 13:14). La tabla de multiplicar, aplicada a la vida de David, nos diría la cantidad de veces que David defraudó el corazón de Dios.

El texto ya citado contando la historia de Abisag Sunamita dice que por aquél entonces David “era viejo y avanzado en días”. No tan viejo. Estudiosos de su vida varían la edad de su muerte entre 70 y 75 años. En aquellos tiempos, cuando las personas duraban tantos años, morir a los 75 era morir joven. A David le pesaban tanto los años y le causaron demencia senil a consecuencia de las guerras en las que intervino y los muchos y trágicos problemas familiares. Lo malo de este tipo de problemas, especialmente los familiares, es que martirizan y acortan la vida.

Hacía ya algún tiempo que David guardaba cama. A pesar de dormir vestido, según la costumbre oriental, sentía el frío. “Le cubrían de ropa, pero no se calentaba”. ¿Qué tipo de ropa? ¿No había en palacio mantas de suficiente grosor como para calentar un cuerpo? Parece que no. Eso llevó a “sus siervos” a optar por otro tipo de calor. Los aquí llamados siervos eran ministros y médicos del rey. Decidieron enviar mensajeros por todas las ciudades de Israel con la orden de localizar una mujer, joven, hermosa y virgen.

Tengo ante mí la Biblia hebrea. Yo no sé hebreo. Esta versión que utilizo está traducida del hebreo al inglés, idioma que sí domino. Publicada en su segunda edición por la Jewish Publication Society de Nueva York el año 1985. Una cualidad positiva de esta versión es que después del texto bíblico, autores judíos especializados en Biblia escriben notas comentando el texto. Según la versión bíblica realizada por profesores de la Compañía de Jesús, tomo II página 540, David tuvo ocho esposas y diez concubinas. Los autores hebreos plantean que si sólo se trataba de calentar su cuerpo frío, por qué los médicos no eligieron a una de las esposas o a una de las concubinas, casi todas jóvenes. Por qué todo ese trasiego e inversión de dinero en hombres que recorrieron el país en busca de una mujer con características especiales, joven, hermosa, virgen. Por qué virgen, si la joven había de utilizar sólo su cuerpo para calentar el de David.

Algunos comentaristas afirman que no quisieron llevar a David una de sus esposas o concubinas que ya conocía para no despertar en él deseo sexual, dada su enfermedad. Aceptada esta suposición, ¿no le había podido ocurrir igual con la Sunamita? El hecho de decir el autor bíblico que nunca la conoció, es decir, que no mantuvo con ella relaciones sexuales, resulta sospechoso. ¿Por qué insistir en esto? La Biblia de la Compañía de Jesús, ya citada, dice que la Sunamita ejerció el papel de enfermera. Y añade algo que resulta difícil creer: de derecho Abisag Sunamita quedó convertida en “concubina real”.

David murió a la edad de 75 años, después de haber reinado en Israel 40 años, siete en Hebrón y 33 en Jerusalén.

Casi inmediatamente su hijo mayor, Adonías, pretende tomar por esposa a Abisag Sunamita. En el primer libro de Reyes, 2:17, se lee que Adonías acudió a Betsabé con este ruego: “Ahora yo te hago una petición, no me la niegues. Y ella le dijo: Habla. El entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón, para que me dé Abisag Sunamita por esposa”.

Cuando Betsabé, madre de Salomón, quien ya era rey de Israel, se presenta ante el hijo para pedirle consienta que Adonías contraiga matrimonio con Abisag Sunamita, Salomón reacciona con furia. Responde a la madre: “Por qué pides a Abisag Sunamita para Adonías? Demanda también para él el reino, porque él es mi hermano mayor”.

¿Qué pretendía Adonías al querer matrimoniar con la Sunamita? La posesión total o parcial del harén real era un gesto simbólico que confería derecho a la sucesión real y Abisag era una de las mujeres más destacadas en el harén que había sido de David, padre tanto de Salomón como de él. Era cuestión meramente política. La estratagema no le dio resultado, Salomón ordenó su muerte (1º de Reyes 2:25).

¿Qué fue de la Sunamita?

Juan Antonio Gutiérrez Larraya, quien fuera profesor en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, dice en el primero de seis tomos de Enciclopedia de la Biblia, página 171, que Abisag Sunamita “figuraba entre las mujeres de David con categoría de tal”. Por su parte, el Diccionario Bíblico Ilustrado de Editorial Clie llama a la Sunamita “una de las mujeres del harén de David”.

Si damos crédito a las citas anteriores, aquella mujer de Sunem, joven, hermosa y virgen, cuya única misión era calentar el cuerpo frío de David, quedó en su harén como una de las esposas; imaginamos que sería integrada allí después de la muerte del rey, tal vez por orden de Salomón, quien a su vez poseía un fabuloso harén, más numeroso de los que afamaban a los reyes orientales. Si los números corresponden a la realidad, según el primer libro de Reyes, 11:3, su harén se componía de “setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas”. No quiero que semejante harén incluyera a Abisag Sunamita, muchacha que alguna vez jugara en la playa, que alguna vez recogió piedrecitas en la arena mientras el océano exponía ante ella sus misterios, que alguna vez recorría los jardines, que alguna vez soñara con el aire, qué sentada bajo la sombra de árboles, alguna vez esperaría la llegada del hombre de su edad que abrasara su cuerpo de niña adolescente.

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