La virgen María

Un ángel llamado Gabriel fue enviado por el Padre a una ciudad llamada Nazaret, conocida como “la flor de Galilea”. Se dirige una casa donde habitaba la joven María, desposada con un hombre llamado José.

22 DE JULIO DE 2020 · 11:25

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@garethharper?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Gareth Harper</a> en Unsplash.,
Imagen de Gareth Harper en Unsplash.

Exceptuando dos referencias proféticas en el Antiguo Testamento, en los 27 libros que tiene el Nuevo sólo existen 26 versículos referidos a María, unas veces por su nombre y otras como madre: cinco en Mateo; una en Marcos; doce en Lucas; siete en Juan y una sola vez en el libro de los Hechos. Sin embargo, la Virgen María es la mujer más importante de la Biblia.

Después de que Adán y Eva desobedecieran a Dios comiendo fruta del árbol que el Señor había prohibido, al hacer justicia impone un castigo a Adán, otro castigo a Eva y un tercer castigo a la serpiente. Al rastrero animal, figura del diablo según Apocalipsis 12:9, le dice: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu simiente y la simiente suya” (Génesis 3: 15).

Aquí interesa saber a qué mujer se refería Dios.

Teólogos católicos y protestantes están de acuerdo que esta mujer señala a la Virgen María. La simiente de María, Cristo, heriría a la serpiente, el diablo, y con su muerte sacaría “a la luz la vida y la inmortalidad” (2ª Timoteo 1: 10).

Desde entonces, todas las generaciones posteriores descendientes de Adán y Eva miraban hacia el futuro y tenían puestas sus esperanzas en la simiente de la mujer. Así llegamos al siglo octavo antes de Jesucristo. El profeta Isaías evoca a la mujer del Génesis y la identifica con María. Escribe: “La Virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel” (Isaías 7: 14).

Esta profecía de Isaías es totalmente mesiánica. Seis siglos después, un ángel enviado por el Eterno a José la repetiría literalmente. El niño que María daría a la luz sería Emanuel, Dios con nosotros, el rey del cielo comunicándose con sus súbditos en la tierra.

Terminó el tiempo de las profecías. Llegó el tiempo de su cumplimiento. El apóstol Pablo, en una transición de seis siglos, escribió estas letras a los miembros de la Iglesia en Galacia: “Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Gálatas 4: 4).

El Hijo pudo haber venido a la tierra en forma de hombre, como los que envió a hablar con Abraham y con Lot, pero el Padre quiso que el Hijo asumiera una naturaleza humana completa, desde el nacimiento.

Regreso a la mujer de Génesis 3, a la mujer de Isaías 7, a la mujer de Gálatas 4. Las tres eran la misma: La Virgen María. Una mujer de apenas 18 años. Pura de mente y de cuerpo. Más bella que Sara y que Raquel. El seno de aquella joven elegida sería el arca santa de donde vendría a la tierra el Salvador.

Un ángel llamado Gabriel fue enviado por el Padre a una ciudad llamada Nazaret, conocida como “la flor de Galilea”. Se dirige una casa donde habitaba la joven María, desposada con un hombre llamado José.

¡Cuidado! ¿Qué significa desposada? Algunos comentaristas de los Evangelios creen que María estaba prometida, pero no casada. Otros dicen que ya estaba casada, pero aún no había tenido relaciones matrimoniales con José.

Además, si María hubiera sido mujer de José a todos los efectos, éste no habría dudado tanto del origen de su embarazo, lo habría considerado normal. Tenemos otro argumento definitivo a favor de su virginidad: La respuesta que dio al ángel cuando le anunció el embarazo: “¿Cómo será esto? Pues no conozco varón” (Lucas 1: 34). El verbo conocer se emplea desde el Génesis para indicar relaciones sexuales.

Dice Lucas 2: 19 que “María guardaba todas aquellas cosas, meditándolas en su corazón”. Eran cosas muy grandes: El anuncio del ángel, el embarazo sobrenatural, las dudas de José, la murmuración de los vecinos. Cosas muy pesadas sobre los hombros de una adolescente de 18 años. Tenía que confiarse a alguien. Se dirigió a una ciudad en la montaña de Judea donde vivía una parienta suya, Elisabet, madre de Juan el Bautista.

Eran otros tiempos. No había aviones. Ni trenes. Ni autobuses. Ni transportes privados. Hizo los 140 km que separaban las dos ciudades montada en un asno, tal vez unida a una caravana.

Del encuentro entre María y Elisabet ya escribí en el artículo anterior. Lo más destacado de este encuentro fue el acercamiento de los dos vientres y el saludo del Bautista a Jesús, antes de nacer. Vino luego el cántico de María, conocido como el magnificat de la Virgen.

Años antes de que el apóstol Santiago escribiera su alegato en contra de los ricos, siglos antes de que Carlos Marx encendiera las masas hablándoles de la lucha de clases, una muchacha de 18 años se pronuncia sobre la justicia social del cristianismo. Léase y medítese este canto. Está en Lucas 1: 46-55.

Llega el día del parto. Una orden de empadronamiento decretada por César Augusto, segundo de los emperadores romanos, motiva el viaje del matrimonio de Nazaret a Belén. María está a punto de dar a luz. Una multitud de descendientes del rey David había acudido a Belén para empadronarse. Todos los albergues estaban desbordados. Lo único disponible para ellos era un pesebre, unas piedras apiladas junto a la pared y en cuyo recipiente se echaba forraje para el ganado.

¡Allí nació el Salvador del mundo, a quien pertenecían todos los palacios de la tierra! El Rey de reyes y Señor de señores nace en un establo destinado a los animales.

Los Reyes de Oriente y los pastores de los campos cercanos fueron los primeros en saludar la llegada a la tierra de Emanuel, Dios con nosotros.

Al ordenar Herodes la matanza de todos los varones comprendidos en edades de un mes a dos años se deduce que el niño Jesús estaba en esa edad cuando los padres huyen con él a Egipto. Al no existir datos seguros se ha cifrado la estancia de la familia en Egipto en torno a un año. Después de ese tiempo María, José y Jesús regresan a Nazaret.

Desde esa fecha María desaparece de la escena bíblica. Reaparece cuando Jesús tenía unos 32 años y se encontraba predicando a multitudes. Lucas cuenta que “entonces su madre y sus hermanos vinieron a él” (Lucas 8: 19). Poco después (O antes, según la cronología evangélica), María está presente en el primer milagro que hizo Jesús al convertir el agua en vino en una boda que tuvo lugar en Caná de Galilea (Juan 2: 1-5).

Después de la boda Jesús, su madre y sus hermanos regresan a Capernaún.

De nuevo el silencio en torno a María hasta que la vemos al pie de la cruz de la que colgaba su Hijo (Juan 19: 25-27).

La última mención que la Biblia hace de María es en Hechos 1:14, en el llamado aposento alto, dedicada a la oración en grupo con los discípulos del Hijo.

¿Qué ocurrió después?

La historia más fiable dice que tal como le indicó Jesús, el apóstol Juan cuidó de ella y ambos viajaron a Turquía. Allí, en la ciudad de Éfeso, murió María. La Iglesia ortodoxa, separada de la católica en el siglo XI, mantiene en Éfeso un gran templo en el lugar donde dice que fue enterrada la Virgen María. He visitado este templo tres veces en mis viajes a Turquía.

La figura de María continúa siendo alabada por las generaciones, según la profecía de Lucas 1:48.

Ella fe la mujer elegida por el Padre para la encarnación del Hijo.

Era una joven profundamente religiosa antes del anuncio del ángel.

Fue la madre que vivió 33 años con una espada atravesándole el alma, conforme a la profecía del justo y piadoso Simeón en Lucas 2: 35.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Enfoque - La virgen María