Un Evangelio para intelectuales

El protestantismo español tiene hoy un número importante de intelectuales. Se sienten marginados o se automarginan.

27 DE FEBRERO DE 2012 · 23:00

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Vayamos a los principios, a las clarificaciones: ¿quién es un intelectual? Según la definición enciclopédica, intelectual “dícese de la persona que se dedica a actividades que requieren especial empleo de la inteligencia”. Para el inglés Paul Johnson, en su estupendo libro INTELECTUALES (445 páginas) del año 2000, se trata de “un fenómeno característico del siglo XVII, cuando los pensadores seculares toman el lugar de los sacerdotes y escribas que habían guiado a la sociedad en épocas de mayor religiosidad. Pero a diferencia de ellos, el intelectual no es sirviente o intérprete de los dioses, sino un observador capaz de penetrar la trama social e individual del momento histórico en que vive para operar transformaciones en la comprensión de quienes lo consideran un referente válido”. “El hombre es un animal racional”, decía Aristóteles. “El hombre es un animal reflexivo”, dicen los intelectuales hoy en día. Voltaire, uno de los grandes intelectuales que intervinieron en la Revolución Francesa escribió que “Dios ha dado la inteligencia al hombre –a los intelectuales- para guiarlo por el buen camino, y no para penetrar en la esencia de las cosas que El ha creado”. ¿Puede el protestantismo español cristianizar a los intelectuales del país que profesan la religión católica o no profesan religión alguna? Puede y debe. Un intelectual ateo o practicante de otra fe, ¿se convertiría al Cristianismo del Nuevo Testamento? Difícil, pero no imposible. Voy a poner tres ejemplos: Ejemplo número uno:Nicolás Berdiaev, filósofo ruso nacido en 1874 y muerto en 1948. Fue educado en la estricta disciplina del marxismo. Militó en el partido comunista. Expulsado de Rusia vivió en Alemania. Aquí frecuentó a intelectuales cristianos y se rindió a Cristo. En su último libro, DIALÉCTICA EXISTENCIAL DE LO DIVINO Y LO HUMANO, publicado un año antes de su muerte, explica por qué y cómo abrazó la fe cristiana. Ejemplo número dos: André Frossard, periodista francés, hijo de padre ateo y madre judía, militante en las filas del marxismo y del ateísmo. A los 21 años abandonó todas las filosofías ateas en las que había creído y aceptó la fe de la Biblia. A raíz de su conversión publicó el libro DIOS EXISTE PORQUE YO LO ENCONTRÉ. Hoy es un comentarista y articulista de fama internacional, con gran influencia entre intelectuales no cristianos. Ejemplo número tres:El año 1993 fui invitado por la Universidad Pepperdine, en Nashville, Tennessee, para presentar cuatro conferencias a estudiantes interesados en la Biblia. Allí conocí a Walter Taylor, catedrático de biología. Cenamos juntos. Me explicó que hasta los 43 años fue acérrimo practicante y defensor del evolucionismo ateo. Un compañero profesor lo invitó a una iglesia evangélica de la ciudad. Nada sintió, pero el creyente continuó insistiendo. Taylor comenzó a estudiar los fundamentos de la fe cristiana y el resultado fue la entrega a Cristo. Hoy es un intelectual cristiano de reconocido prestigio que cuenta sus experiencias espirituales mediante libros y conferencias. Creo que lo he dicho en un artículo anterior. El protestantismo español tiene hoy en sus iglesias un número importante de intelectuales, superior al que se vislumbra desde la superficie. Generalmente no suelen ser los más consagrados. Se sienten marginados o se automarginan. Sus concepciones de la vida cristiana y del culto dominical no siempre coinciden con los líderes ni con el común de los miembros. A estas personas, hombres y mujeres, hay que darles un trato especial, que ocupen cargos en la congregación local, convencerles de lo mucho que pueden hacer comunicando a otros de su misma talla las creencias que profesan y las riquezas de la fe cristiana. Por su parte, los intelectuales evangélicos no deben avergonzarse de adorar a Dios en una sociedad de descreídos. El intelectual evangélico debe frecuentar las tertulias que tengan lugar en círculos seculares. Intervenir, discutir, comparar la plenitud del alma redimida con el vacío que produce la mera existencia cerebral. Aunque se encuentre solo entre veinte tertulios, no debe permanecer arrinconado. Tiene a Dios. Y Dios debe formar parte de toda discusión que discurra en torno a la razón y la fe. No tener miedo al ridículo. Puede que gane respeto e inspire admiración. Más de una vez ha ocurrido. Líderes en las iglesias protestantes no deben limitarse a explicar Juan 3:16 o las parábolas evangélicas. Se impone al mismo tiempo una aproximación al mundo de los intelectuales. Estar al tanto de los nuevos movimientos. Ofrecer de tanto en tanto en el local que ocupa la iglesia conferencias destinadas a despertar curiosidad religiosa entre intelectuales alejados del Cristianismo o practicantes de otra fe. Quienes están al tanto de estas corrientes saben que entre los intelectuales españoles no llega al 7% los que aceptan la totalidad del credo católico y asisten a misas dominicales. La historia de la literatura española es abundante en ejemplos de intelectuales anticlericales. Sin entrar en siglos pasados, ahí tenemos a la generación literaria del 98 y a la del 27, en las que casi todos sus componentes se manifestaban contrarios a la Iglesia católica. Pero ni uno solo de ellos fue convertido a la fe evangélica. Fue Miguel de Unamuno quien más estudió y más escribió sobre protestantismo, pero permaneció católico hasta la hora de su muerte. Hay temas dentro de la Biblia aplicables a intelectuales que pocas veces se tratan desde los púlpitos. No todo en la Biblia es la parábola del hijo pródigo. También tenemos las elevadas enseñanzas del Eclesiastés, con sus misterios y enigmas que pueden ser abiertos a la mente de los pensadores profesionales. Igualmente tenemos el gran discurso del apóstol Pablo en Atenas, donde abunda en el método apologético, tan desestimado hoy, y en las grandes verdades en torno al Creador. Echemos una ojeada a los libros que se escriben actualmente por autores evangélicos españoles. ¿Cuántos de ellos tienen mensajes para intelectuales?¿Cuántos interesan realmente al componente intelectual? ¿Por qué los intelectuales evangélicos miembros de nuestras iglesias no escriben ellos mismos obras destinadas a lectores de su mundo? Pueden hacerlo, por pereza no lo hacen. Creo que el protestantismo español, en esta hora de tantas ideologías confusas y contradictorias, debe plantearse la cristianización de los intelectuales ateos, agnósticos o simplemente escépticos.

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