El llamamiento de los discípulos

Lo que aparece en juego es la decisión de desinstalar la vida para convertirla en seguimiento del Maestro.

17 DE ABRIL DE 2021 · 22:00

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Imagen de Fredrik Öhlander en Unsplash.

“Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí y haré que seáis pescadores de hombres. Y dejando luego sus redes, le siguieron. Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes. Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron” (Mr. 1:16-20).

El relato está construido con algunos verbos de hondo contenido teológico: Ver, venir, hacer, dejar, seguir1. Por parte de Jesús se trata de una invitación, pero lo que aparece en juego es la decisión de desinstalar la vida para convertirla en seguimiento del Maestro. No se dan explicaciones, no se presenta un programa, no se explican motivos, ni ideales, porque sólo una cosa importa: La llamada de Jesús. El radical dibujo de la escena que nos presenta Marcos está al servicio de su mensaje central: El itinerario del evangelio del reino es el camino de Jesús. Pero para seguir a Jesús hay que quemar las naves iniciando un camino sin retorno. No se trata de probar un momento y luego volverse atrás2. Se trata de una decisión que reorganice y resitúe radicalmente la vida en torno al Maestro (Mr. 1:15).

En este texto que han recogido los tres evangelios sinópticos, se nos dice que Jesús llama a los discípulos para hacerlos pescadores de hombres (Mt 4:19; Lc. 5:10). Y, a continuación, añade el evangelio que los que habían sido llamados “dejaron las redes y lo siguieron”. Estamos, por tanto, ante unos versículos que nos explican muy claramente en qué consiste el seguimiento de Jesús.

Ahora bien ¿qué significa todo esto? Porque en el lenguaje profano pescar hombres es una expresión popular con un matiz casi grosero que se utiliza con sentido despectivo como si se dijera: “pillar a uno, echarle el guante o hacerlo caer en una trampa”. La metáfora de la pesca, lo mismo que la del pastoreo, expresa en el Antiguo Testamento la acción de Dios en Jesús la historia. Existen pasajes proféticos en los que se utiliza el término pesca para indicar una actividad dirigida y orientada al bien, la liberación y la salvación de las personas:

Jer. 16:15-16 – “Vive Jehová que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte, y de todas las tierras de donde los había arrojado, y los volveré a su tierra, la cual dí a sus padres. He aquí que yo envío muchos pescadores, dice Jehová, y los pescarán, y después enviaré muchos cazadores por todo monte y por todo collado por las cavernas de los peñascos”.

Por consiguiente, cuando Jesús llama a los discípulos para hacerles pescadores de hombres quiere decir, inicialmente, que tienen una tarea de salvación: hacer que regrese a su hogar el pueblo de Dios y, más extensamente, hacer que las personas se vuelvan al Dios que las creó. En palabras del apóstol Pablo, se trata del “Dios que nos reconcilió consigo mismo y nos dio el ministerio de la reconciliación… somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: “Reconciliaos con Dios” (2ª Co. 5:17-21). Por tanto, se trata de una tarea social, comunitaria y pública que aúna llamamiento y misión.

 

Notas

1 E. Schillebeeckx. Jesús la historia de un viviente. Trotta. 100

2 X. Pikaza. Para vivir el evangelio de Marcos. Verbo Divino. 39

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