El despertar de la conciencia

No podemos ignorar que una conciencia turbia significaría la pérdida de la confianza para acercarnos a Dios.

04 DE JULIO DE 2020 · 21:00

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Imagen de Laurenz Kleinheider en Unsplash.

En estos días, es de gran importancia que sepamos algo acerca de la conciencia. ¿Qué es exactamente la conciencia? ¿Cómo funciona? ¿Qué valor tiene para la vida humana? ¿Cómo podemos tener una buena conciencia?

La conciencia, según el punto de vista evolucionista, es todo un misterio y un problema sin ninguna explicación convincente para la neurobiología actual. Entre los primates y otras razas inferiores no se contempla, en modo alguno, ningún atisbo de conciencia moral. Solo los seres humanos estamos dotados de este peculiar “mentor moral”.

Se dice que la conciencia está en alguna parte del alma humana, como diría nuestro amigo Eduard Punset, “el alma está en el cerebro”, y otros diríamos que está en alguna parte de nuestro ser más íntimo.

Algunos llaman a la conciencia el mentor o amonestador interno que Dios ha puesto en el centro de nuestra naturaleza como si fuera una brújula interior que nos puede guiar por el buen camino, aprobando lo bueno y correcto o reprobando lo malo y advirtiéndonos de los errores, peligros y maldades que pudiéramos cometer. La conciencia en nosotros es como el árbol de la ciencia del bien y del mal en el centro nuclear de nuestra alma.

Estaba recordando aquella escena de la mujer que fue sorprendida en el mismo acto de adulterio y, según la ley de la época, esta falta se pagaba con la muerte por lapidación. Mientras aquella gente venía a Jesús, trayendo consigo a la mujer para ajusticiarla a su manera y matarla a pedradas, Él les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella; pero ellos al oír esto, acusados por su conciencia, se fueron marchando uno tras otro”. La palabra de Jesús tocó sus conciencias poderosamente y se retractaron de lo que iban a hacer (Juan 8: 1-11).

El Nuevo Testamento nos habla de conciencias cauterizadas. Vivimos en un mundo de infinidad de gente sin conciencia, conciencias insensibles, conciencias corrompidas y conciencias anestesiadas por el pecado. También vemos una perversa alteración de la conciencia social, modificando paradigmas establecidos por Dios (1ª Timoteo 4: 2).

*Prueba de ello es el antivalor del aborto en “barra libre” que asesta un golpe mortal a la vida humana desde su génesis y que se ha instalado en la conciencia social con “sutil normalidad” (este lamentable síndrome es el de conciencias cauterizadas) . Por cierto, estos días se está estrenando en un centenar de salas  de cine en España la película Unplanned. Les recomiendo encarecidamente que no dejen de verla a propósito de lo que estamos hablando.

La función del Espíritu Santo es despertar conciencias que se encuentran sumidas en el sueño de la muerte espiritual.

Por eso, la función del Espíritu Santo, en este tiempo, es despertar conciencias que se encuentran sumidas en el sueño de la muerte espiritual. Cuando se produce una crisis en la conciencia de cualquier persona, se hace vulnerable a la llamada de Dios. Este es el despertar de la conciencia que produce en nosotros una retractación consciente de nuestras faltas ante Dios nuestro Creador.

Incluso los creyentes no solemos darnos cuenta de lo importantísima que es nuestra conciencia. Esta constituye una de las facultades indispensables de nuestro espíritu, por lo tanto, no podemos ignorar que una conciencia turbia significaría la pérdida de la confianza para acercarnos a Dios.

El cristiano nacido de nuevo tiene un mentor en su conciencia que le da testimonio de si está obrando bien o está obrando mal con respecto a cualquier asunto de la vida. Para ello, veamos la siguiente Escritura: “Y en esto sabemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestro corazón delante de él, pues si nuestro corazón nos reprende, Dios es mayor que nuestro corazón, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios, y recibiremos de él todo lo que le pidamos, porque obedecemos sus mandamientos, y hacemos las cosas que le son agradables.”

(1ª Juan 3:19-22 Romanos 9:1).

También es cierto que la sensibilidad de nuestra conciencia se agudiza en función del conocimiento espiritual que vayamos adquiriendo y de la luz que vamos recibiendo en cuanto a la Palabra de Dios.

El objetivo final de esta reflexión, acerca de las funciones de la conciencia, es para guiarnos a la santidad práctica. Nuestra conciencia no es el estándar de nuestra santidad, es solamente un guía. Nuestro estándar de santidad es Cristo y solamente Cristo.

Finalmente, esto es lo que también nos declaran las Escrituras respecto al poder santificador y sanador de la sangre de Jesús sobre cualquier conciencia enferma: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?” (Hebreos 9: 14).

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