Grandes escritores hispanoamericanos: José Martí

En su obra poética la muerte es una inminencia y el encuentro con la eternidad una realidad garantizada.

04 DE ENERO DE 2024 · 14:51

José Martí extraído de una fotografía con los miembros del Comité Key West en 1891. / <a target="_blank" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Jos%C3%A9_Mart%C3%AD#/media/File:Jos%C3%A9_Mart%C3%AD_retrato_aislado_de_foto_con_miembros_del_Comit%C3%A9_Key_West_1891.jpg">Sec. Instrucción Pública y Bellas Artes de Cuba, Wikimedia Commons</a>.,
José Martí extraído de una fotografía con los miembros del Comité Key West en 1891. / Sec. Instrucción Pública y Bellas Artes de Cuba, Wikimedia Commons.

El héroe de la independencia de Cuba nació en La Habana el 28 de enero de 1853. Sus padres eran españoles. El padre de Valencia y la madre canaria, de Santa Cruz de Tenerife. Su vida fue un constante peregrinar desde la infancia.

Estuvo en España entre los cuatro y los seis años.

De regreso a Cuba y según cuentan sus biógrafos aprendió a leer en el colegio San Anacleto, dirigido por Rafael Sixto Cuadrado. Más tarde lo trasladaron a la Escuela Municipal de Varones y de aquí al Colegio de San Pablo, por entonces dirigido por Rafael María Mendive. Mendive, educador y poeta cubano, llegó a convertirse en un segundo padre para Martí e imprimió en él una marca de bondad, sensibilidad, inteligencia y valor que le duró toda la vida.

Una carta de Martí en la que reprochaba a un compañero de estudios su apostasía de la causa cubana fue encontrada en el dominio de otro compañero, Valdés Domínguez.

Por este motivo tan superficial y tan inocente Martí fue condenado a seis años de cárcel.

Quebrantada su salud fue trasladado a la Isla de los Pinos, hoy Isla de la Juventud. En 1871 fue desterrado a España. Tenía entonces 18 años. En España estudió, Derecho y Filosofía y Letras.

Aquí publicó su primera obra en prosa: El presidio político en Cuba. En los años siguientes estuvo en Francia y en México. En 1880 se establece en Nueva York. Aquí organiza y planea la liberación de Cuba.

Sólo tiene 27 años y ya es un hombre famoso: Argentina, Uruguay, Paraguay lo nombran Cónsul en la gran urbe norteamericana.

En Nueva York escribe, pronuncia discursos, lucha. Funda la Liga Patriótica y redacta las Bases del Partido Revolucionario Cubano. En los años siguientes su vida de revolucionario es de una constante actividad por Centroamérica y las Antillas.

En 1895 Martí deja Nueva York y se dirige a Haití. Firma con Máximo Gómez El Manifiesto de Monte Cristo, programa ideológico de la revolución.

En Cabo Haitiano, Máximo Gómez y José Martí embarcaron hacia Cuba. El 5 de mayo se entrevistaron con Antonio Maceo.

El 19 del mismo mes, en pleno combate en el lugar conocido como Boca de Dos Ríos, Martí se lanzó contra un grupo de soldados españoles.

Una maldita bala le dio en el cuerpo y le hizo caer.

No pasarán, no pasarán”, gritaban las tropas de la colonia. 

Un compañero se le acercó y le dijo: “Pasarán ellos y tú, Martí, porque ellos te llevan presente en su pensamiento”.

El héroe entregó su alma a Dios. En sus labios quedó dibujada la sonrisa de la victoria. Tenía 42 años.

Es verdad que Martí nació y se crió en el seno de una familia católica. Pero no es verdad que él hiciera profesión de catolicismo. Es más, escribió contra la Iglesia católica con pasión, con la vehemencia y el coraje que ponía en sus escritos.

Ya en El presidio político en Cuba, publicado en Madrid cuando sólo tenía 18 años, Martí se coloca fuera de la Iglesia católica y del Vaticano.

Desde entonces, tal como afirma Reiniero Arce, “la mayoría de los autores que han escrito sobre el tema de Martí y la religión, coinciden en calificar el pensamiento de este como anticlerical”. Y han estado en lo cierto.

En un drama que escribió en Guatemala en 1877, cuando enseñaba en la Universidad Nacional de ese país centroamericano, titulado Patria y LibertadMartí apunta un anticlericalismo en parte fundado en motivos políticos y en parte en la distorsión y corrupción de la doctrina cristiana.

Un personaje de la obra denuncia la forma en que la Iglesia católica somete al pueblo indígena:

¡Besa, niño, la mano de ese cura!"

¡Y el pobre niño dobla el cuello, y besa!

—“Ese es Dios, nuestro amo". —"Ese es el busto del Rey nuestro señor"...

Señor es nuestro Rey, señor el cura.

Amo el gobernador, guía la Iglesia".

Otro personaje, el jefe indígena Martino, se rebela contra el cura, contra la religión que predica y contra la desfiguración que hace la Iglesia católica de la doctrina de Cristo:

El que una falsa religión predica;

el que una ciencia enseña mentirosa;

(…)

esclavos son...

Esa que llevas, cenicienta capa,

tú, padre Antonio, imagen tenebrosa 

es de la oscuridad en que nos tiene 

la España que te paga...

¿Jesús? El nombre del Sublime

blasfemia me parece en vuestras bocas:

el que esclavos mantiene, el sacerdote que fingiendo doctrinas religiosas desfigura a Jesús…

el que a los pobres toda ley deniega

el que a los ricos toda ley abona.

Uno de sus biógrafos, Martínez Estrada, afirma que durante el tiempo que Martí estuvo confinado en la Isla de Pinos se dedicó al estudio de la Biblia.

En el libro Martí y las religiones, Emilio Roig alude a la defensa que hizo Martí de un pastor protestante norteamericano, Newton, identificándose con él a favor de aplicar la razón de la Biblia “como único medio para salvar la religión”.

La Biblia como “única autoridad legítima y definitiva para el establecimiento de la verdad y de la fe”.

Desde New York escribe en 1884: “Qué hermosas poesías tiene la Biblia”. Esto lo dice un poeta excelente. Y en artículo desde Buenos Aires el 20 de junio de 1883 confiesa: “La Biblia es el libro qué en cosas del alma, dijo todo”.

Una investigación paciente y profunda sobre la presencia de la Biblia en toda la obra escrita de José Martí daría para un libro de muchas páginas.

En la obra poética de Martí la muerte es una inminencia y el encuentro con la eternidad una realidad garantizada.

Todos los hombres tienen la idea de la eternidad”, escribe en 1875 en El segundo concierto de White.

En el poema titulado ¡Hola, hola!, Martí dice que:

Morir es un deleite”.

Tras la muerte llega el encuentro con Dios. En Canto de Otoño el poeta sabe que duramos menos que los árboles y que hemos de estar siempre preparados para la hora final.

Como lo dice Martí en el poema El padre suizo

El alma a Dios,

Los ojos a la selva.

 

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