Andanzas y lecciones de Don Quijote (13): el caballero del Bosque
La enseñanza general de la Biblia es que Dios odia la mentira porque la boca que miente mata el alma.
03 DE FEBRERO DE 2022 · 17:08
La noche que siguió al encuentro con la muerte, Don Quijote y Sancho la pasan en animada conversación “debajo de unos altos y frondosos árboles”. En esto estaban cuando en aquél mismo lugar se presenta, acompañado de escudero, un hombre fuertemente armado que a Don Quijote pareció “caballero andante”. Los dos caballeros conversan plácidamente. El del Bosque se vanagloria de haber vencido a los más caballeros andantes de España. Incluso se jacta de “haber vencido en singular batalla a aquél tan famoso caballero Don Quijote”. Un acceso de ira sube al rostro del Caballero de la alegre figura. Conteniéndose responde con aparente calma: “De que vuesa merced, señor caballero, haya vencido a los más caballeros andantes de España, y aún de todo el mundo, no digo nada; pero que haya vencido a Don Quijote de la Mancha, póngolo en duda”.
Que si, que no, ambos pasan de las palabras a las armas. Es el del Bosque quien inicia el desafío. Ante la afirmación de Don Quijote de que jamás ha peleado con él, le presenta pruebas: “¿Cómo no?, dice. El tal Don Quijote tiene por señora de su voluntad a una tal Dulcinea del Toboso, llamada un tiempo Aldanza Lorenzo; como la mía, que por llamarse Casilda y ser de Andalucía, yo la llamo Casilda de Vandalia. Si todas estas señales no bastan para acreditar mi verdad, aquí está mi espada, que la hará dar crédito a la mesma incredulidad” (Don Quijote, segunda parte, capítulo XIV).
Fanfarrón y atrevido el caballero del Bosque. ¿Sabía con quién se estaba jugando la vida? En el fondo de todos los errores están siempre la soberbia y el orgullo. De lo que se deduce, al del Bosque le sobraban ambos defectos. Además, mostraba poco saber al desafiar a Don Quijote con un arma que le era tan familiar como la silla en la que montaba a Rocinante. Retarle a él con una espada, que la llevaba constantemente con él y era maestro de espadachines, era como desafiar al sol con una vela.
Antes de la batalla el caballero del Bosque recuerda a Don Quijote una condición de la batalla: “Que el vencido quede a discreción del vencedor”.
“Don Quijote miró a su contendor y hallóle ya puesto y calada la celada, de modo que no le pudo ver el rostro; pero notó que era hombre membrudo, y no muy alto de cuerpo. Sobre las armas traía una sobrevista o casaca, de una tela, al parecer, de oro finísimo, sembradas por ella con muchas lunas pequeñas de resplandecientes espejos”.
A Don Quijote le intrigó el hombre. ¿Lo había visto alguna vez? Quería saber quién era, pero la visera le cubría el rostro. Con todo, le pidió: “Si la mucha gana de pelear, señor caballero, no os gasta la cortesía, por ella os pido que alcéis la visera un poco, porque yo vea si la gallardía de vuestro rostro responde a la de vuestra disposición”.
No accedió el del Bosque. Ambos se prepararon para vencer o morir. Entonces llegó la primera sorpresa para Don Quijote. No se había apartado veinte pasos cuando el del Bosque, alzando la voz, dijo llamarse Caballero de los Espejos.
Se inició la lucha, según la cuenta Cervantes. Don Quijote acometió al del Bosque o de los Espejos “con tanta fuerza, que mal de su agrado le hizo venir al suelo por las ancas del caballo, dando tal caída, que, sin mover pie ni mano, dio señales de que estaba muerto”.
Llegó corriendo Sancho con un consejo sanguinario: “Soy de parecer, señor mío, que por sí o por no, vuesa merced hinque y meta la espada por la boca a este”.
A punto de ejecutar el consejo de Sancho, llega corriendo el escudero del Caballero del Bosque y clama a gritos: “Mire vuesa merced lo que hace, señor Don Quijote; que ese que tiene a los pies es el bachiller Sansón Carrasco, su amigo, y yo soy su escudero”.
El escudero, desprovisto del disfraz que hasta entonces le había cubierto el rostro, es reconocido por Sancho. Asombrado, Sancho exclama: “¡Santa María y valme! ¿Este no es Tomé Cecial, mi vecino y compadre? Sí, lo soy, respondió el escudero”.
Si algún misterio tiene esta historia, Cervantes lo aclara en el capítulo XV de la segunda parte. De acuerdo con el cura y el barbero del pueblo Sansón Carrasco se ofreció para desafiar a Don Quijote, vencerlo sin herir su cuerpo y una vez vencido obligarle a regresar al pueblo y renunciar a aventuras. Pero, como ha sido escrito por alguien, el tiro le salió por la culata. Tomé Celial, escudero del caballero del Bosque o de los Espejos, dice a su señor: “Tenemos nuestro merecido: con facilidad se piensa y se acomete una empresa; pero con dificultad las más veces se sale della. Don Quijote loco, nosotros cuerdos, él se va sano y riendo; vuesa merced queda molido y triste. Sepamos, pues, ahora: ¿Cuál es más loco? ¿El que lo es por no poder menos, o el que lo es por su voluntad?”.
La lección moral y bíblica que extraemos de esta historia es la mentira. Sansón Carrasco mintió al presentarse como caballero del Bosque. Mintió al decir que había derrotado a muchos caballeros andantes. Mintió al asegurar que había vencido a Don Quijote. Mintió al hacerse llamar posteriormente Caballero de los Espejos. Mintió al presumir que tenía una señora llamada Casilda de Vandalia.
Dice Cervantes en al capítulo XIV de la segunda parte: “Admirado quedó Don Quijote de oír al caballero del Bosque, y estuvo mil veces para decirle que mentía, y ya tuvo el mentís en el pico de la lengua; pero reportóse lo mejor que pudo, por hacerle confesar por su propia boca su mentira”.
La mentira, en términos generales, es la ausencia de la verdad. Decía san Agustín que la mentira es una comunicación falsa unida a la intención de engañar. Un refrán español afirma que la mentira bien inventada vale mucho y no cuesta nada. El filósofo de la Grecia antigua, Epicteto, llevando el tema al extremo, solía decir que los mentirosos son la causa de todos los males que se cometen en el mundo.
Una mentira es como una bola de nieve; cuanto más tiempo se la hace rodar, más grande se vuelve. Una mentira engendra otras, porque para ocultar la primera hacen falta nuevas mentiras.
La mentira es la forma del demonio. Satanás tiene dos nombres: se llama Satanás y se llama Mentira, según lo imaginaba Lord Byron.
La Biblia, Dios hablando al hombre, se pronuncia en muchos textos en contra de la mentira. Dios “destruirá a los que hablan mentira” (Salmo 5:6). “La boca de los que hablan mentira será cerrada” (Salmo 63:11). Jehová aborrece al “Testigo falso que habla mentira” (Proverbios 6:19). El diablo “cuando habla mentira de suyo habla; porque es mentiroso y padre de mentira” (Juan: 8:24).
Pensando en enfermos en estado terminal el ya citado san Agustín decía en el siglo V que si una mentira, considerándola como falta de información, produce una sensación de bienestar, esperanza y optimismo en la persona a punto de morir, entonces esto justifica su uso. De ninguna manera se pretende adoptar una actitud cruel y engañosa al hacerle creer que puede restablecerse, sigue san Agustín.
Partidarios de la mentira echan mano de unas palabras de Jesús: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Juan 8:32), para argüir que con mucha frecuencia la verdad, lejos de hacernos libres, nos hunde en un mundo de desesperación y tristeza.
Estos mismos autores suelen citar el Génesis. Argumentan que quien miente es la serpiente, figura del diablo, no el hombre. En este caso, sería que todos los mentirosos están influenciados por el diablo, de lo cual no hay duda. Muchos etólogos y primatólogos modernos afirman que los animales también mienten. ¿Son tentados por el diablo? Y ¿cómo podemos reconocer las mentiras de los animales sin saber cuál es su verdad?
No nos hagamos ilusiones, mentimos todo el tiempo, incluso pese al hecho de que supone un esfuerzo mental mayor que decir la verdad. Padres y madres suelen mentir a sus hijos pequeños con historias de los reyes magos, papá Noel y otras semejantes. Cuando los niños descubren la verdad muchos de ellos sienten haber sido engañados.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo hallamos muchos casos de mentiras, pero la enseñanza general de la Biblia es que Dios odia la mentira porque la boca que miente mata el alma.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Andanzas y lecciones de Don Quijote (13): el caballero del Bosque