Don Juan Tenorio ante la muerte

Don Juan no da muestras de miedo. Grita a los muertos.

21 DE DICIEMBRE DE 2012 · 23:00

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La primera parte del Don Juan Tenorio, de Zorrilla, ha tratado de aventuras y amores. En la segunda parte, que consta de tres actos, la obra adquiere un vigor eminentemente religioso, teológico. Estas páginas finales tienen un acusado carácter necrofílico y fantasmagórico. Tras vivir cinco años en el extranjero, Don Juan regresa a Sevilla. Sólo encuentra muertos. Su padre, Don Diego, ha convertido la casa palacio en un cementerio para acoger en él a las víctimas de su hijo. Allí están, entre otras, las estatuas del mismo Don Diego, de Don Gonzalo, de su hija Doña Inés y de Don Luis Mejía. Solo en el cementerio, Don Juan observa que la estatua de Doña Inés se desvanece y en su lugar aparece su Sombra. Extrañado, Don Juan pregunta: ¿Conque vives? La sombra contesta: Para ti; mas tengo mi purgatorio en ese mármol mortuorio que labraron para mí. Yo a Dios mi alma ofrecí en precio de tu alma impura, y Dios, al ver la ternura con que te amaba mi afán, me dijo: “Espera a Don Juan en tu misma sepultura”. Cuando la sombra de Doña Inés desaparece los bustos del cementerio empiezan a oscilar. Le vienen a buscar aquellos a quienes él mató. Las estatuas se mueven lentamente y vuelven la cabeza hacia él. Don Juan no da muestras de miedo. Grita a los muertos: ¡Si, sí; sus bustos oscilan, su vago contorno medra….! Pero Don Juan no se arredra; ¡alzaos, fantasmas varios, y os volveré con mis manos a vuestros lechos de piedra! No; no me causan pavor vuestros semblantes esquivos; jamás, ni muertos ni vivos, humillaréis mi valor. Yo soy vuestro matador, como al mundo es bien notorio; si en vuestro alcázar mortuorio me aprestáis venganza fiera, daos prisa, que aquí os espera otra vez Don Juan Tenorio. En un acto de arrogancia Don Juan convida a los muertos a una cena en su casa. A la estatua de Don Gonzalo pide explícitamente que no falte. Tiene lugar la cena. Cuando más animados están los comensalesse oyen varios golpes en la puerta. La estatua de Don Gonzalo la atraviesa sin abrirla y sin hacer ruido. Todos la ven. Algunos caen desvanecidos. Don Juan exclama: ¿Es realidad o delirio? Es su figura, su gesto. ESTATUA Eso es, Don Juan, que se va concluyendo tu existencia, y el plazo de tu sentencia fatal ha llegado ya. DON JUAN ¡Qué dices! ESTATUA Lo que hace poco que Doña Inés te avisó, lo que he avisado yo y lo que olvidaste, loco. Mas el festín que me has dado debo volverte; y así, llega, Don Juan, que yo aquí cubierto te ha preparado. DON JUAN ¿Y qué es lo que ahí me das? ESTATUA Aquí, fuego, allí, ceniza DON JUAN El cabello se me eriza. ESTATUA Te doy lo que tú serás. DON JUAN ¿Fuego y ceniza he de ser? ESTATUA Cual los que ves en redor; en eso para el valor, la juventud y el poder. DON JUAN Ceniza, bien; pero ¡fuego…! ESTATUA El de la ira omnipotente, do arderás eternamente por tu desenfreno ciego.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Don Juan Tenorio ante la muerte