“Llamé al cielo y no me oyó…”

Las palabras de Don Juan Tenorio que hasta hoy día se repiten en libros de literatura y en dramas de teatro.

14 DE DICIEMBRE DE 2012 · 23:00

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Don Juan no profana el cuerpo de Doña Inés. Quiere ir a postrarse ante el padre y pedir que la de en matrimonio. Pero el destino tiene otros designios. Llegan Don Luis Mejía para vengar la afrenta echa a su novia y el Comendador para vengar el rapto de su hija. En sus manos lleva la carta que quedó tirada en la celda del convento. En toda la escena Don Juan habla a Don Gonzalo de su salvación, de su confianza en que Dios le ha enviado a Doña Inés para a través de ella alcanzar el cielo. Más furioso aún, Don Gonzalo responde: ¿Y qué tengo yo que ver con tu salvación, Don Juan? Don Juan insiste. Se postra a los pies del padre de su amada y confiesa: Comendador, yo idolatro a Doña Inés, persuadido de que el cielo me la quiso conceder para enderezar mis pasos por el sendero del bien. No amé la hermosura en ella, ni sus gracias adoré; lo que adoro es la virtud, Don Gonzalo, en Doña Inés. Lo que justicias ni obispos No pudieron de mí hacer con cárceles y sermones, lo pudo su candidez. Su amor me torna en otro hombre, regenerando mi ser, y ella puede hacer un ángel de quien un demonio fue. Escucha, pues, Don Gonzalo, lo que te puede ofrecer el audaz Don Juan Tenorio de rodillas a tus pies. Yo seré esclavo de tu hija; en tu casa viviré; tú gobernarás mi hacienda, diciéndome esto ha de ser; el tiempo que señalares en reclusión estaré; cuantas pruebas exigieres de mi audacia o mi altivez, del modo que me ordenares con sumisión te daré. Y cuando estime tu juicio que la pueda merecer, yo la daré un buen esposo y ella me dará el Edén. De nada valen las súplicas ni los buenos deseos. Don Luis Mejía por un motivo y Don Gonzalo por otro, ambos quieren la muerte de Don Juan. El Tenorio se siente ofendido y acorralado. Mata a Don Gonzalo de un tiro y a Don Luis Mejía de una estocada. Acto seguido salta por un balcón de la casa a las aguas del río y huye en una barca. Antes pronuncia palabras de autojustificación, que hasta hoy día se repiten en libros de literatura y en dramas de teatro: Llamé al cielo y no me oyó; y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la tierra, responda el cielo, y no yo.

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