Venir, irse y volver a venir

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

02 DE DICIEMBRE DE 2023 · 23:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@eugeniia?utm_content=creditCopyText&utm_medium=referral&utm_source=unsplash">Eugenia Ai</a> en Unsplash.,
Imagen de Eugenia Ai en Unsplash.

El placer de viajar, lo da la perspectiva del regreso.1

A todos nos gustar viajar. Conocer otros mundos, otras costumbres, otras culturas. Praga, Sevilla, el Estrecho de Gibraltar, el Norte de África, los glaciares del sur del Sur, la Plaza de San Pedro en Roma. Antiguamente en mi pueblo, cuando las modernas carreteras longitudinales de hoy no eran más que caminos de tierra y piedra suelta, los viajes se hacían en tren. La gente iba a la estación del ferrocarril a solo ver llegar y salir los trenes; a despedir o a dar la bienvenida a algún familiar o amigo; o si no, a solo disfrutar del espectáculo ofrecido por viajeros presurosos que iban o venían cargando maletas de mimbre sin ruedas llenas de emociones o de expectativas y a aspirar, por unos momentos, ese pegajoso olor a humo producido por el venerable carbón de piedra que aun ahora, más de medio siglo después, sigue viviendo en nuestros recuerdos y nostalgias.

Años después, veríamos llegar e irse los aviones grandes. Aun no se habían inventado las cómodas mangas por las que los pasajeros abordan y desbordan, matando todo el romanticismo de antaño. La modernidad siempre tiene su precio. Actualmente, los impresionantes aeropuertos de todo el mundo movilizan a millones de personas que van tirando sus cómodas maletas con ruedas en busca de las correspondientes salas de abordaje. Vivimos una locura en materia de viajes. Hasta tiquetes para viajar al espacio exterior se pueden adquirir en la Internet lo que da a algunos la curiosa y singular oportunidad de observar el planeta Tierra con todo y su curvatura desde unos cien kilómetros de altura.

 

Los que viajan para no regresar

El 19 de febrero de 1519, el explorador español Hernán Cortés zarpó del Viejo Mundo con una dotación de 11 naves, 13 caballos, 110 marineros y 553 soldados. A su llegada al puerto de Veracruz, México, dos meses después, se encontró con una civilización que databa de miles de años y una población de millones distribuida por numerosas ciudades del sureste. La historia cuenta que en una decisión no exenta de riesgos, Cortés quemó las naves con lo que cancelaba toda posibilidad cercana de regresar a su lugar de origen.2

El profeta Elías, personaje importante del Antiguo Testamento, al sentir que el fin de su trabajo para Dios estaba llegando a su fin, salió en busca de quien tomara su lugar. Encontró a Eliseo hijo de Safat, que estaba arando. Había doce yuntas de bueyes en fila, y él mismo conducía la última. Elías pasó junto a Eliseo y sin decir palabra arrojó su manto sobre él. Eliseo dejó lo que estaba haciendo y corrió tras Elías. “Permítame usted despedirme de mi padre y de mi madre con un beso y luego lo seguiré”. “Anda, que no te lo voy a impedir”. Eliseo fue y regresó. Tomó sus bueyes y los sacrificó. Hizo un fuego con la madera de los yugos, asó la carne y la comió junto con la gente del pueblo; luego partió para seguir a Elías y se puso a su servicio. Se fue para no volver a casa de sus padres.

Eso es lo que diríamos, irse para no regresar (1 Reyes 19.19-21).

 

Los que viajan, regresan y vuelven a venir

El caso más emblemático e irrepetible es el protagonizado por el propio Señor Jesucristo. Él vino, vivió entre nosotros, regresó al seno del Padre y de ahí volverá a venir. La historia no tiene registro de que un caso igual al de Jesús hubiese ocurrido. Al tratar de explicar a sus discípulos este proceso tan extraño para la mente humana, no solamente lo dijo sino que abundó en consideraciones con un marcado matiz escatológico que más que aclarar, impuso más misterio al tema. El Evangelio de Juan (14.1-14) ofrece una versión resumida cuando registra a Jesús diciendo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.

Jesús vino, se fue, prometió que regresaría y lo hará. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza…” (2 Pedro 3.9). ”Y habiendo dicho estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1.9-11).

A esto es que llamamos venir, irse y volver a venir.

 

Notas

1 Esta sentencia no es de mi creación. No sé si se habrá originado en el imaginario de un chileno de nombre Domingo Durán Neumann o en otro pero fue a él a quien se la escuché por lo cual le concedo la autoría.

2 Si algún lector tiene un dato diferente a la forma en que el explorador se deshizo de sus navíos, le concedo el derecho a disentir pues hay quienes aseguran que las naves no fueron quemadas sino hundidas en las costas de Veracruz, puerto al cual llegó después de haber abandonado Cuba.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El escribidor - Venir, irse y volver a venir