La noticia de la Navidad

Entre las reflexiones que estos días distintos autores comparten con nuestros lectores sobre la Navidad encontramos una gran diversidad de enfoques y aplicaciones. Pocas celebraciones impactan de manera tan amplia en lo personal, familiar, social y cultural, y esa riqueza se refleja también en estas aportaciones.

Desde este espacio, quisiéramos hacer una aportación con un enfoque periodístico, siguiendo una de las mejores reglas para la redacción de una noticia, conocida como las seis W, porque con esta letra comienzan en inglés las preguntas básicas que debemos procurar responder para acercarnos a la verdad de un hecho con rigor y profundidad.

La primera W es el qué (What). En el caso de la Navidad, sería difícil que un periódico de la época -si lo hubiera- registrara algo tan común como el sencillo nacimiento de un niño en una remota región, en un lugar inhóspito. ¿Cuándo? (segunda W, When) nos preguntaríamos a continuación. Hace algo más de dos milenios, podríamos responder, aunque la fecha no la sepamos con total seguridad, como tampoco la época -probablemente en primavera-. Más adelante, un gran sabio dirá que ocurrió cuando debía ocurrir, en el momento oportuno.

Continuaríamos con la tercera W, preguntándonos por el quién. Aquí viene lo interesante: la madre del niño era una joven llamada María desposada con José, dos judíos de ascendencia familiar real, pero de quienes poco se esperaría bajo el dominio romano. Al nacimiento del niño se sumaban unos visitantes inesperados, de poco glamour: unos pastores que estaban cuidando sus ovejas en el campo como otra noche cualquiera, hasta que vieron en el cielo un ejército de seres luminosos anunciando y celebrando el nacimiento de este niño.

El lugar donde todo esto ocurría (la cuarta W, Where, ¿dónde?) era Belén, pueblo de origen de David, que sin duda había visto mejores tiempos. Los más fieles a las Escrituras aún recordarían la profecía que anunciaba que de allí vendría el esperado Mesías.

La quinta pregunta (Why, ¿Por qué?) nos invita a una indagación más profunda. Según los evangelios, cronistas de la época, el niño fue concebido por el Espíritu Santo. Un ángel le anunció a María, su madre, que su nombre sería Jesús, porque su misión era la de salvar a su pueblo de sus pecados.

Desde el principio de la historia de la humanidad, habíamos buscado sin cesar una solución al mal que vemos a nuestro alrededor y al mal que se genera en nosotros y hacia otros. La filosofía, la religión o la ética eran útiles, pero no atajaban la raíz del verdadero problema.

Este niño nacía con un propósito: alumbrar a los que viven en la oscuridad y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos en el camino de la paz con Dios, con la naturaleza, con los demás y con nosotros mismos.

La última pregunta, ¿Cómo? no se responde desde el pesebre. Porque si bien el nacimiento de Jesús es un acontecimiento singular, se quedaría incompleto sin la cruz. Para cumplir ese propósito divino de librarnos del mal, del pecado, de la muerte y de la separación con Dios, este Jesús, el Dios que se hace niño, fue a la cruz. Una muerte que no merecía, pero que nos abrió la puerta del perdón y de la esperanza de una nueva vida que él mismo mostró cómo vivir.

La Navidad es así una noticia que parecía pequeña, pero se transforma en el hito más relevante de la historia humana.

No dejes que el ruido te impida enterarte de la noticia que Dios mismo dio a conocer. La Navidad es noticia: Dios nos visita, tenemos esperanza.

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