Luis Rosales (siglo XX)

“Es, quizá, el más intenso poeta de los que constituyen un grupo independiente del valor de los líricos que se forman aparte”.

30 DE SEPTIEMBRE DE 2022 · 09:30

Luis Rosales, poeta granadino (1910-1992)./<a target="_blank" href="https://www.flickr.com/photos/bibliotecabne/5738936811">Lagos, Biblioteca Nacional </a>, Flickr CC 3.0,luis rosales
Luis Rosales, poeta granadino (1910-1992)./Lagos, Biblioteca Nacional , Flickr CC 3.0

Luis Rosales Camacho nació en Granada el 31 de mayo 1910. Allí, en la ciudad de la Alhambra estudió el bachillerato con los religiosos Escolapios. En la Universidad de Granada obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras y en la Universidad de Madrid amplió los estudios hasta ser doctorado en Filología.

Sus primeros poemas vieron la publicación en la revista Vértice. Posteriormente se unirían otras revistas en dar a conocer su poesía: Los cuatro vientos y El Gallo. Entre 1941 y 1950 fue secretario de la revista El Escorial y a lo largo de nueve años, 1941-1950 director de Cuadernos Hispanoamericanos. En 1951 fue distinguido con el Premio Nacional de Poesía José Antonio Primo de Rivera por su libro Rimas. También ganó el Premio Mariano de Cavia de Periodismo. En 1962 fue elegido Académico de número de la Real Academia Española. Fue jefe del departamento de Clásicos en el Instituto de Cultura Hispánica.

Además de los libros de poesía escribió otros en prosa, como Cervantes y la libertad y El sentimiento del desengaño en la poesía barroca. Murió en Madrid el año 1992.

El crítico literario y catedrático de Literatura Española, Ángel Valbuena Prat, autor del libro Estudios de Literatura Religiosa Española, Madrid 1961, dice de Rosales: “Es, quizá, el más intenso poeta de los que constituyen un grupo independiente del valor de los líricos que se forman aparte”.

 

LA MANO DE DIOS

 

Venid, alba, venid; ved el lucero

de miel, casi morena, que trasmana

un rubor silencioso de milgrana

en copa de granado placentero;

 

La frente como sal en el estero,

La risa con repique de campana

y el labio en que despunta la mañana

como despunta el sol en el alero.

 

¡Venid, alba, venid; y el mundo sea

heno que cobra resplandor y brío

en su mirar de alondra transparente,

 

aurora donde el cielo se recrea,

¡aurora Tú, que fuiste como un río,

y Dios puso la mano en tu corriente!

 

 

DEL PASTOR CIEGO QUE ABRIÓ SUS OJOS A NUEVA VIDA

 

Sentí decir ¡Belén! y un inseguro

empuje me arrastró; quedé un momento

sin poder respirar; pálido y lento

volví a palpar el muro y tras el muro

 

el roce de un testuz súbito y duro

me hizo pasmar; después sentí un violento

temblor de carne y labio, el movimiento

gozoso de la gente y un oscuro

 

miedo dulce a volver; seguí avanzando

y resbalé en la paja; ya caído

toqué el cuerpo de un niño; yo quería

 

pedirle ver y me encontré mirando,

sintiéndome nacer, recién nacido

junto al rostro de Dios que sonreía.

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