Ojalá fuera un cuento

Aquel día no debí salir de casa. Llevaba noches sin dormir. Un suceso de relativa importancia me estaba preocupando en exceso.

04 DE MARZO DE 2016 · 08:10

,

-Líbrame de la religión, ¡oh Dios!, que de la condenación ya me guardo yo-

Aquel día no debí salir de casa. Llevaba noches sin dormir. Un suceso de relativa importancia me estaba preocupando en exceso. Era domingo por la mañana y fui a una iglesia evangélica como hacía últimamente.

Me senté en el primer banco a la espera que comenzase el acto. Un señor se acercó a mí para susurrarme algo a la oreja. Yo tenía los oídos embotados y no entendí nada de lo que me dijo. Al parecer me pedía algo.

Pasaron tan solo unos segundos y sin entender nada, otro señor de modo violento me cargó como un fardo sobre sus hombros, y me condujo entre las dos hileras de bancos hasta expulsarme de la iglesia.

Una vez en la calle, sumamente confundido, me arrastré como pude hasta un banco del passeig de la Ciutat de Mallorca buscando reponerme. Lo primero que pensé fue, ¿a quién cuento lo que me acaba de suceder de manera que me crea y no me considere loco?

No hice nada que justificase aquella acción, al parecer topé con el “hombre fuerte” del lugar. Pero... ¿nadie de los presentes ha salido en mi ayuda?

Sí, aquel día no debí salir de casa, ni tan solo para alabar a Dios. Quizá no debo ser de los adoradores que Él busca que le adoren.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cuentos - Ojalá fuera un cuento