La Biblia Políglota Complutense: la obra católica que abrió caminos a los protestantes
La Biblia Políglota Complutense es un ejemplo perfecto de la irrupción del Renacimiento en el ámbito hispánico, estrechamente relacionado con la defensa del catolicismo y, a su vez, con el recuerdo del protestantismo español del siglo XVI.
30 DE OCTUBRE DE 2025 · 18:00
Recuerdo el momento exacto en que supe por primera vez de la existencia de este objeto: en medio de todos los libros impresos por los que nos guiaba el profesor en aquellas clases prácticas, esta Biblia llamó mi atención. Primero porque, amante como soy de las lenguas muertas, reconocer el alfabeto griego entre tales páginas revivió mi interés por la clase. En segundo lugar, la protestante que hay en mí se emocionó al ver con mis propios ojos el interés por conocer el texto bíblico original que hubo en nuestro país, antes incluso de que Lutero publicara sus famosas tesis. A partir de ahí, me interesé cada vez más por el movimiento evangélico español y fui, poco a poco, descubriendo nombres, eventos y fechas que completaron el gran puzzle que había en mi cabeza.
Por eso, en este aniversario de la Reforma Protestante quería volver a este objeto, que quizás para muchos sea un gran desconocido. Se trata de la Biblia Políglota Complutense, un ejemplo perfecto de la irrupción del Renacimiento en el ámbito hispánico, estrechamente relacionado con la defensa del catolicismo y, a su vez, con el recuerdo del protestantismo español del siglo XVI. Pero, ¿cómo es posible esta curiosa e irónica relación?
La Biblia Políglota Complutense
Ideada por el cardenal Cisneros (1436-1517), esta Biblia consta de seis volúmenes en los que se puede observar el texto tanto en latín como en las lenguas bíblicas: hebreo, arameo y griego. Los trabajos de impresión, a cargo de Arnaldo Guillén de Brocar (1460-1523), se realizaron entre 1514 y 1517, si bien no se llegó a publicar hasta recibir el placet (“aprobación”) del papa León X.[1]

Exterior de la BPC y exterior de una biblia actual / Imagen. Biblioteca Digital Hispánica (izq.) y Tienda Sociedad Bíblica (dcha.).
El exterior de la Políglota en esta imagen no varía tanto del que podríamos encontrar en las biblias de nuestras estanterías hoy en día: unas tapas marrones decoradas mediante la técnica del gofrado en seco (es decir, con planchas metálicas aplicadas con presión y calor sobre las cubiertas). Sin embargo, lo que observamos no fue la encuadernación original de esta colección. Podemos imaginar que, en su día, dos tapas de madera cubiertas de piel abrazaron las páginas, cuidadosamente cosidas a mano para formar varios cuadernillos. Y estas secciones, a su vez, habrían sido unidas para formar el conjunto del libro creando cinco costuras que se marcaban con elegancia en el lomo del volumen, como si fueran las vértebras que sostenían ese cuerpo de papel. Así es, al menos, la manera en la que estaban articuladas otras copias cuya encuadernación original sí se ha conservado.[2]
En cuanto al interior, se aprecia una diferencia con respecto a la organización del texto en cada tomo de la Biblia. Los cuatro primeros, correspondientes al Antiguo Testamento, tienen el latín de la Vulgata en la columna central, con el griego de la Septuaginta —y su traducción interlineal al latín— y el texto hebreo en las columnas exteriores. En cambio, el quinto tomo, dedicado al Nuevo Testamento y el primero en ser impreso, tiene la versión de la Vulgata y el texto griego.[3] El sexto tomo se trata de un apéndice gramatical de hebreo, interpretaciones de nombres hebreos, arameos y griegos y un diccionario de las lenguas semíticas.[4]

Pasaje de Éxodo 14:15-24 (Moisés dividiendo el Mar Rojo en dos) en la BPC / Imagen: Biblioteca Digital Hispánica
En el caso del primer tomo (dedicado al Pentateuco), a esta disposición se añade una parte inferior que incluye el Targum, es decir, la traducción al arameo del texto en hebreo. Estas traducciones (targumim) se realizaron entre los siglos I-VIII d.C. por las comunidades judías como respuesta a la necesidad de traducir el texto a la que desde hacía siglos era su lengua vehicular. Pero, además de una traducción, los targumim incorporaron interpretaciones y paráfrasis “que documentan muy bien el sentido que se le atribuye al versículo”, según los propios editores de la Políglota Complutense. Más concretamente, esta obra incluye el Targum de Onquelos, la versión aramea de la Torá, bajo el título de “Translatio Chaldaica” (“Traducción Caldea”) acompañado de una traducción propia al latín (“Interpretatio Chaldaica”) elaborada por los editores de la Biblia.[5]
Comento esto porque es llamativo —quizás incluso contradictorio— que, apenas unos años después de la expulsión de los judíos de la Península Ibérica (1492), se decidiera incluir una traducción con la interpretación especialmente popular en las comunidades sefardíes. No obstante, el propio Cisneros aclara que se incluyó esta traducción porque “aquellos lugares que no están corrompidos favorecen a la religión cristiana”, mientras que los targumim del resto de la biblia hebrea se habrían rechazado por ser “indignos de figurar justo a los que son libros sagrados”.[6]
El deseo de que la Políglota alcanzara una calidad excepcional llevó a su impresor a diseñar desde cero unos caracteres tipográficos propios y exclusivos para esta obra. Robert Proctor, bibliotecario del siglo XIX experto en incunables y tipografías, afirmó que los tipos griegos utilizados en el Nuevo Testamento son “la mejor fuente griega jamás creada”.[7] Por el contrario, la tipografía griega usada en el Antiguo Testamento, publicado posteriormente, se antoja un poco menos elegante, según el traductor Juan Gabriel López Guix.[8] Esta decisión podría quizás parecer fruto del agotamiento de un impresor que funde centenares de pequeñas piezas para después colocarlas con sumo cuidado en el bastidor una y otra y otra vez, pero nada más lejos de la realidad.
El catolicismo y el Renacimiento en la Políglota Complutense
Todo en la Biblia Políglota estuvo meticulosamente planeado para mostrar la supremacía del cristianismo, tal y como ejemplifica la publicación del tomo del Nuevo Testamento con anterioridad a los otros cinco. Los tipos móviles empleados no iban a ser menos, pues la elegancia de los caracteres griegos neotestamentarios muestra la superioridad de los escritos referentes a la vida de Jesucristo y sus primeros discípulos.
Asimismo, la Vulgata (es decir, la versión de San Jerónimo) era el pilar de la ortodoxia católica y el texto que prevalecía ante cualquier duda doctrinal, por lo que la distribución de las columnas es igual de intencionada. El prefacio así lo deja constar: “Hemos colocado la versión de San Jerónimo entre estas dos, es decir entre la Sinagoga (versión hebrea) y la Iglesia Ortodoxa (versión griega). Al igual que la Iglesia Romana o bien Latina coloca a Jesús en medio de los dos ladrones”.[9] Y el Targum judío, pese a incluirse, se sitúa bajo el texto bíblico, como si el judaísmo estuviera siendo pisado por el cristianismo.
La historiadora del arte Anna Muntada Torrellas ve en esta organización un componente arquitectónico.[10] De esta forma, las columnas sostendrían el texto al igual que sostendrían un templo católico renacentista, como el que se estaba empezando a construir en el Vaticano. Como bien señala Anna, el orden, la razón y la proporción son rasgos de la arquitectura renacentista que bien podríamos emplear para hablar de la Políglota. Y quizás, cada una de las lenguas bíblicas tiene su propio estilo que, bien sea dórico, jónico o corintio, “adorna la doctrina de Dios”.[11]
La Políglota y la Gran Comisión
Pero en la Biblia Políglota encontramos algo que va más allá de esas conexiones renacentistas. Tras el arduo trabajo filológico se esconde cierto afán didáctico y evangelístico que se deriva directamente de las palabras de Jesús a sus discípulos:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:19-20).
El conocido pasaje de la gran comisión muestra la tarea en la que todos los cristianos deberíamos participar: hacer discípulos enseñando. Este encargo se relaciona con la Biblia Complutense en una especie de docendo disco (“enseñando, aprendo”)[12]. Y es que, ¿por qué ofrecer la traducción interlineal al latín de los otros idiomas? ¿Por qué esa necesidad de no sólo recopilar las fuentes originales, sino de saber qué dicen? ¿No era suficiente con la Vulgata? ¿Estaba acaso Cisneros desafiando la Vulgata a la par que la exaltaba?
Pues bien, tanto si lo hizo de manera consciente como si no, lo cierto es que “el conocimiento de las lenguas originales abre el acceso directo a la Biblia”[13] y, por extensión, a Dios. Entender las palabras reveladas en su idioma original permitía contrastarlas con la Vulgata, conocer el significado pleno de ciertos términos y descubrir si quizás algunos vocablos o interpretaciones habían sido añadiduras posteriores. Pero es cuestión clave preguntarse: ¿a quién se lo permitía? Tan sólo a aquellos que sabían leer latín y que podían permitirse acceder a este ejemplar, de modo que, si bien estaba haciendo accesible a la Biblia y a Dios, solamente lo hacía a unos pocos.
Sola Scriptura, Reforma y Biblia Políglota
Aquí enlaza la tradición protestante con la Políglota Complutense. Una cuestión transversal en las inquietudes de Lutero es su pasión por las Escrituras como fuente de conocimiento de Dios, la famosa Sola Scriptura. Y si “la palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos”, si “penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos” y “discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hb 4:12), no es de extrañar que el alemán deseara que esa espada atravesara los corazones de la mayor cantidad de gente posible.
Martín Lutero también siguió el principio de “hacer discípulos”. Pero, a diferencia de Cisneros, Lutero defendió la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas —al igual que hicieron otros antes que él, como el inglés John Wycliffe (1328-1384)—. En palabras del historiador Rafael Lazcano, “con la lectura de la Sagrada Escritura en lengua vernácula, Lutero buscaba la adhesión a la fe en Cristo del hombre común alemán, y el encuentro con Dios, no lejano ni oculto, sino cercano desde la sola fe, misericordioso, generador de confianza y de amor salvífico”.[14]
La conexión de la Políglota con el protestantismo es tal que Cipriano de Valera (s. XVI), co-traductor de la famosísima Reina-Valera, concibió y produjo su versión como heredera de las Biblias políglotas de Cisneros y Arias Montano. Valera admiró estas empresas multilingües, las “reivindicó para la causa de la difusión de la palabra de Dios” y considera que su obra entronca con ellas, aunque en un ámbito lingüístico más reducido.[15]
Pensada por Cisneros, inquisidor de Castilla entre 1507 y 1517, todo en la materialidad de la Biblia Políglota Complutense pretendió subrayar la superioridad de la Iglesia de Roma y su doctrina. Pero, menos de un siglo después de su impresión, este convencido calvinista se presentó como el continuador del camino que había abierto la Políglota. ¿Es cierto? ¿Pudo acaso un represor de la herejía crear algo que fuera a su vez reivindicado por los disidentes religiosos? Tras este análisis, la respuesta a esas preguntas no puede ser otra que un sí: el deseo de profundizar en los textos que daban sentido a su cosmovisión es lo que une a Cisneros y su Políglota con las creencias protestantes.
Quizás sin saberlo, Cisneros estaba proporcionando a los curiosos (y posteriormente considerados heterodoxos) una poderosa herramienta para acceder al significado original de las divinas palabras. Y el significado que interpretaron los llevó, en última instancia, a desvincularse de la Iglesia Católica. Sin embargo, y a pesar de que cada rama tomara su propio rumbo, la Biblia Políglota se une con las dos de una singular manera, dejando claro que había algo —o, mejor dicho, Algo— en común entre personas tan dispares como Cisneros y Cipriano de Valera.
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Notas
[1] Luis Díez Merino, “El Targum Onquelos en la tradición sefardí”, Estudios Bíblicos 57 (1999): 205-225, esp. 207.
[2] Antonio Carpallo Bautista y Juan Bautista Masso Valdés, “Las encuadernaciones de la Biblia Políglota Complutense”, Pecia Complutense 11 no. 20 (2014): 1-16, esp. 6.
[3] Para profundizar en la cuestión filológica de esta Biblia y sus fuentes, recomiendo el catálogo de la exposición del V Centenario de la Biblia Políglota Complutense, llevada a cabo por la UCM en 2014. Es también de utilidad el volumen editado en 2014 por la Universidad San Damasco, titulado Una Biblia a varias voces. Estudio textual de la Biblia Políglota Complutense.
[4] José Bonifacio Bermejo Martin, “La Biblia Políglota Complutense y la edición en el siglo XVI”, El Cardenal Cisneros en Madrid: Ciclo de conferencias (2017): 101-112, esp. 102.
[5] Diéz Merino, “El Targum…”, 213.
[6] Diéz Merino, “El Targum…”, 214.
[7] Robert Proctor, The printing of Greek in the Fifteen Century (Oxford: Bibliographical Society at the Oxford University Press, 1900), 144: “To Spain belongs the honour of having produced as her first Greek type what is undoubtedly the finest Greek font ever cut”.
[8] Juan Gabriel López Guix, “Biblias políglotas y traducciones bíblicas al castellano en el siglo XVI”, TRANS: Revista de Traductología 25 (2021): 17-60, esp. 21-22.
[9] Traducción de Anna Muntada Torrellas, “Del Misal Rico de Cisneros y de la Biblia Políglota Complutense o bien del manuscrito al impreso”, Locus Amoenus 5 (2000): 77-99, esp. 97.
[10] Muntada Torrellas, “Del Misal Rico…”, 95.
[11] Tito 2:10. “No defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador.”
[12] “Enseñando, aprendo”, expresión derivada de la cita latina “homines, dum docent, discunt” (Sen. Ep. 7. 8). Del verbo discere proviene precisamente la palabra “discípulo”.
[13] Muntada Torrellas, “Del Misal Rico…”, 96.
[14] Rafael Lazcano, “Un paseo por las obras de Lutero”, Revista de historiografía 32 (2019): 107-118, esp. 117.
[15] López Guix, “Biblias políglotas…”, 52.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cultura - La Biblia Políglota Complutense: la obra católica que abrió caminos a los protestantes