“El desplazamiento forzado forma parte de la Biblia, pero muy pocos cristianos lo han reconocido”
“La iglesia puede abrir la puerta y dar la bienvenida”, dice el presidente de la Asociación Internacional para los Refugiados, Tom Albinson.
BARCELONA · 19 DE JUNIO DE 2020 · 10:45
En el mundo hay 79,5 millones de personas desplazadas de sus hogares a la fuera. Un dato que, detallado, se refleja en 30.000 nuevos desplazados cada día y en una de cada 97 personas en el mundo sufriendo esta realidad. Así lo recogía la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), a principios de 2020, y, de la misma manera, se hacen eco otras organizaciones que trabajan con esta realidad, como la cristiana Asociación Internacional para los Refugiados (IAFR, por sus siglas en inglés).
“El reto actual del mundo es cómo nos ayudamos unos a otros, como naciones, para cuidar a este número creciente de personas que tiene que huir de sus países y que no puede regresar a ellos”, explica Tom Albinson, fundador y presidente de la entidad, a Protestante Digital desde Minneapolis.
Para Albinson, la iglesia también necesita “un avivamiento” en esta cuestión, y cita Mateo 25 como el modelo de persona “que forma parte de la sociedad que Dios está creando desde la muerte y la resurrección de Jesucristo”. “Una de las marcas de la gente de Jesús es que cuando ‘era un extraño, le invitaron’ a entrar”, dice. Este 20 de junio de 2020 se celebra el Día Mundial de los Refugiados con un registro de personas desplazadas a la fuerza cada vez mayor, los improvisados campos de acogida atestados y con muchas incertidumbres en cuanto al futuro de todos esos millones de vidas.
Pregunta: Celebramos un nuevo Día Mundial de los Refugiados pero la sensación es que, en el mejor de los casos, estamos estancados, y en el peor, nuestros retos en cuanto a esta cuestión son mayores ahora que antes. Como persona que trabaja observando la realidad de las personas desplazadas, ¿cuál es tu percepción de la situación actual?
Respuesta: No hay duda de que la situación de los refugiados está empeorando cada vez más y más rápido. El número de personas desplazadas a la fuerza en el mundo, incluidos los refugiados, los demandantes de asilo y el resto de personas desplazadas, se ha más que duplicado en la última década, por lo que los números están aumentando. Creo que, a menudo, los europeos y las naciones occidentales perciben la crisis en función de la cantidad de personas que cruzan sus fronteras. Cuatro quintas partes de todos los refugiados en el mundo se encuentran en países en vías de desarrollo. Los europeos, con la excepción de Turquía, que lleva una carga enorme, y los norteamericanos, en realidad, comparten muy poca carga cuando se trata de acoger a personas desplazadas por la fuerza. Así que la situación está empeorando.
P: El mundo tiene muchas experiencias pasadas en cuanto a movimientos migratorios. Sin embargo, a veces la sensación es la de que este es un problema exclusivamente del siglo XXI. Por ejemplo, en Europa con la crisis en el Mediterráneo, en Centroamérica, con las caravanas de miles y miles de personas, o con los desplazamientos masivos de rohingyas en el sudeste asiático. ¿Hasta qué punto la existencia humana está relacionada con el fenómeno migratorio y por qué necesitamos entenderlo?
R: Creo que la pregunta tiene que ver con una problemática y en este sentido cabe preguntarse si la migración es un problema o si es una parte normal de la historia de la humanidad. Para los cristianos, nuestro libro (la Biblia) comienza con Dios diciéndonos que fructifiquemos, multipliquemos y llenemos la tierra. Incluso antes de enviar al hombre, Dios le decía que llenase la tierra, que migrase, que se moviera. Cuando lo miramos desde esta perspectiva, la migración no es un problema. Sin embargo, también debemos considerar porqué se mueven las personas, y hay diferentes tipos de migrantes. Los hay que se mueven desde una parte a otra de su mismo país, buscando trabajo. Hay migrantes de un país a otro, también en busca de trabajo y oportunidades. Pero también hay personas que dejan sus países a la fuerza a causa de la guerra, la persecución o las graves violaciones de los derechos humanos que se están cometiendo. Estos son migrantes forzados, refugiados y demandantes de asilo. No se mueven en busca de algo, sino que se desplazan para huir de algo. Es muy importante distinguirlo. Y ahí es donde está la crisis actual, en que los refugiados, los demandantes de asilo y los desplazados internos están huyendo por esos elementos opresivos, no porque ellos lo escojan, y cuando llegan a algún lugar es porque buscan seguridad. El reto actual del mundo es cómo nos ayudamos unos a otros, como naciones, para cuidar a este número creciente de personas que tiene que huir de sus países y que no puede regresar a ellos.
P: Décadas atrás se hablaba solamente de desplazados por causa de la guerra o de la opresión local, pero con el paso de los años se han ido incorporando nuevos conceptos o ideas, como la de los refugiados climáticos. ¿Cómo evoluciona la realidad de los refugiados y las personas desplazadas?
R: El cambio climático está desplazando a las personas y las está obligando a moverse. Muy a menudo, a medida que crecen las zonas desérticas, la gente es desplazada fuera de las tierras donde solían pastar o tener ganado, obligando a las granjas a trasladarse fuera de la frontera que la gente llamaba su hogar ancestral. O, también, cuando las aguas se desbordan, las personas son empujadas hacia el interior, al espacio de otras poblaciones. En general, el cambio climático es una causa, pero la razón por la que las personas huyen es porque esto a menudo conduce a conflictos o a opresión por parte de los gobiernos o de etnias en estas regiones que no tienen buenas relaciones desde tiempo atrás. Por lo tanto, el clima es, sin duda, un factor nuevo que está desplazando a las personas y, debido a la percepción de estas amenazas, las personas están entrando de diferentes maneras en conflicto. Eso está desplazando a la gente. Pero hay otras cosas que también están ocurriendo y que impactan en gran manera lo que les sucede a los refugiados y a los demandantes de asilo. Y, a medida que aumenta el número de desplazados, debido a la persecución, la guerra y las graves violaciones de los derechos humanos, menos naciones están dispuestas a ayudarlos. Así que tenemos algunas de las naciones más ricas, incluida la mía, que están retirando fondos destinados a ayudar a mantener con vida a los refugiados, lo que aumenta aún más su vulnerabilidad y hace que su situación esté empeorando. También hay muy pocos lugares a donde ir, si es que hay alguno, por lo que esta gente pasa décadas desplazada, sin obtener suficiente comida para sobrevivir, y eso está aumentando la falta de esperanza y creando más problemas para las personas que buscan refugio. Hay más cosas que causan desplazamiento forzado en el planeta, como el clima y el creciente fundamentalismo político. También diría que Estados Unidos y algunos países europeos ya no prestan tanta atención a los Derechos Humanos Universales.
"Los migrantes forzados no se mueven en busca de algo, sino que desplazan para huir de algo".
Todos nuestros países firmaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en este momento la mayoría de los países están diciendo que es difícil cumplirla, honrar a esta gente (los desplazados), porque uno de los derechos humanos fundamentales es el derecho a solicitar asilo. Ese es el número 14 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. También hay otros documentos que estas naciones han firmado al respecto. El origen de estos documentos se remonta al final de la Segunda Guerra Mundial. Cuando la mayoría de las naciones occidentales consideraron lo que sucedió en la Segunda Guerra Mundial, se dieron cuenta de que había muchas personas judías que buscaban protección y que habían sido rechazadas porque el mundo no las ayudó. Así que acordaron que no se podía permitir que eso volviese a ocurrir y, entonces, crearon la Declaración Universal de los Derechos Humanos para asegurarse de que podamos permanecer unidos y decir que todos los seres humanos tienen ciertos derechos. Ahora, muchos países están mirando hacia otro lado y esta corriente se está extendiendo, lo cual es algo peligroso. Los demandantes de asilo o refugiados, las personas que buscan refugio en otro país, generalmente lejos de su hogar, se dirigen a estos países y piden seguridad, pero ahora muchos países dicen que ni siquiera pueden venir para eso y los envían a otros lugares, ya sea Libia, Ruanda, México o alguna isla del Pacífico. Los gobiernos están comenzando a apartar la mirada de una Declaración Universal de los Derechos Humanos que firmaron. Y eso es algo muy peligroso para todos nosotros, pero que hoy está afectando directamente a los refugiados y a los demandantes de asilo.
P: Desde IAFR habéis apuntado que en el mundo se están ofreciendo tres soluciones a la situación de los desplazados: regresar a sus países de origen, integrarlos en las naciones en las que residen o reasentarlos en otros lugares. Pero también habéis llegado a la conclusión de que estas tres formas son fallidas. ¿Cuál sería una solución adecuada?
R: Si pudiese responder a esta pregunta ganaría el Premio Nobel de la Paz (ríe). En un año bueno, incluso antes de 2016, cuando había más ayuda disponible, entonces solo el 1% de la población refugiada regresaba a sus países de origen porque se hubiesen resuelto aquellos problemas por los que se habían visto obligados a huir.
Por otro lado, las personas que se han reubicado en otro país, ya sea en Europa, América del Norte o Australia, siempre han sido menos del 1%. Y luego, en cuanto a la integración, debido a que cuatro quintas partes de los refugiados del mundo viven en países en vías de desarrollo, estos no tienen la capacidad de absorber a todas las personas que llegan a sus territorios en busca de seguridad. Por todo ello, encontramos a personas viviendo durante décadas como refugiados en campamentos que no son lugares, sino espacios en los que los gobiernos permiten que la ONU opere con bastante frecuencia. O los ubican en entornos urbanos. Alrededor del 60% de los refugiados de todo el mundo se encuentran en entornos urbanos. Y también viven de la atención y el apoyo de Naciones Unidas y de las organizaciones humanitarias internacionales, así como de otras entidades nacionales. La idea de la integración es muy difícil para un país con una economía débil y con tanta inestabilidad. Muchas personas no quieren quedarse atrapadas en un campo de refugiados o en un asentamiento urbano donde dependen de organizaciones humanitarias. Esas personas huyen a lugares como Europa a través del desierto del Sáhara, a través del Mediterráneo y llegan a Europa porque piensan que es un lugar donde, si los aceptan, pueden cambiar sus vidas. Son los que llegan a Turquía desde Siria, o quienes cruzan Centroamérica y suben por México para intentar llegar a Canadá o a los Estados Unidos. Esas personas no quieren quedarse atrapadas en un lugar donde no pueden reconstruir sus vidas o donde tienen que vivir en dependencia, pero la cantidad de ellas crece cuando el mundo deja de ayudarlas.
"Lo peor que puede suceder en la vida es tener un gran sufrimiento y que nadie se preocupe por ti".
El número de demandantes de asilo ha aumentado considerablemente en los últimos cuatro años porque hay pocos países que ayuden a reasentar a los refugiados. La solución probablemente no sea encontrar otra opción. La solución realmente es que los países acuerden compartir realmente la carga de cuidar a estas personas y que aumente la integración. En realidad, la ONU y otras instituciones están tratando de desarrollar esta capacidad en los países que acogen a personas, de modo que beneficie la integración de los refugiados. Esa es una estrategia a largo plazo y, de nuevo, muchos países, incluido el mío, están retirando fondos a esas posibles soluciones.Tenemos que hacer algo. Incluso la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas (de 1951) es correcta desde su origen, y quienes la firmaron, incluidos nuestros países, dijeron que entendían la parte de carga que iban a compartir. Y, para ser honesto, a veces han habido buenos fondos, pero muy raramente ha habido una verdadera distribución de la carga para ayudar a estas personas a encontrar soluciones permanentes a su desplazamiento, para darles de nuevo a las personas desplazadas un sitio en algún lugar del mundo.
P: Muchos países occidentales tienen una herencia de valores cristianos, pero han surgido movimientos políticos y sociales que abiertamente rechazan algunos de esos valores que han inspirado derechos humanos como el de la acogida, mientras que siguen apelando a una identidad religiosa cristiana. ¿Cómo es esto posible?
R: La mayoría de quienes nos identificamos como cristianos nunca hemos pensado profundamente sobre la centralidad de la migración y el desplazamiento forzado en nuestro libro, la Santa Biblia. Comenzando desde la expulsión del ser humano del jardín del Edén, lo cual es un desplazamiento forzado, hasta el final del libro, donde Juan escribe el Apocalipsis desde la isla de Patmos, donde por cierto estaba exiliado, la Biblia cuenta historia tras historia de personas desplazadas por la fuerza. José fue desplazado, Moisés fue desplazado por la fuerza, por razones políticas. David estuvo bajo persecución durante doce años bajo el reinado de Saúl. Jesús fue desplazado por la fuerza desde pronto, después de nacer, y huyó a Egipto. Él era un refugiado, al igual que María y José. Y luego, el primer misionero que aparece en la Biblia, Felipe, descendió a Samaria porque en Jerusalén estalló una persecución contra los cristianos. Aquila y Priscila también fueron héroes de la Biblia y se vieron obligados a abandonar Roma e ir a Corinto. Allí los encontró Pablo, porque el César había expulsado a todos los judíos de Roma. El desplazamiento forzado forma parte de la Escritura, pero muy pocos cristianos lo han reconocido o incluso han comprendido lo que eso puede significar para la forma en que tratamos a las personas desplazadas por la fuerza. La mayoría de los cristianos no han abierto los ojos, así que pienso que es una cuestión de educación.
"No he conocido a ningún cristiano que ayude a refugiados y no me diga que ha sio bendecido"
La otra cuestión es que nos encontramos en la era de los medios de comunicación y estos son extremadamente poderosos. Sería bueno un mensaje una vez por semana, incluso de un pastor o de un líder de iglesia, que pudiera mencionar ocasionalmente el desplazamiento forzado y que es algo a lo que los cristianos deben responder con los brazos abiertos y ser parte de la solución. A menudo, los cristianos miran sus televisores o consultan Internet, leen y ven cosas que les dicen que estas personas son peligrosas. Creo que muchos cristianos están más influenciados por los medios de comunicación que por la Biblia, y por su fe y también por el Espíritu Santo cuando se trata de este tema, porque la Biblia es clara. No hay absolutamente ninguna duda de cómo es la nueva sociedad de Jesús, el reino de Dios, cuando se trata del extraño. Mateo 25 es uno de los grandes textos que apunta a lo que parece ser una persona que forma parte de la sociedad que Dios está creando desde la muerte y la resurrección de Jesucristo. Creo que la iglesia todavía necesita un avivamiento.Sin embargo, hay algunos ejemplos asombrosos de compromiso en la iglesia. Sé de muchos en Alemania, en Bosnia, en Suiza, en Francia y otros lugares. Hay iglesias que se dedican profundamente a amar y dar la bienvenida a los refugiados y demandantes de asilo en Europa, pero no se están ‘promocionando’. No están llamando la atención sobre lo que están haciendo. Simplemente llevan a cabo esta labor en silencio. Y una de las cosas que nos iría bien hacer es la de arrojar luz sobre esos ejemplos, porque nunca he conocido a un cristiano que empiece a ayudar a los refugiados y a los demandantes de asilo que no me haya dicho que ha sido más bendecido que las personas a las que ayuda.
P: Precisamente, hay muchos cristianos que no saben cómo ayudar a los refugiados y a las personas desplazadas, más allá de viajar como voluntarios a un campo de refugiados o donar dinero a alguna organización. ¿Por qué es importante un cristiano activo, una iglesia comprometida con esta situación y qué pueden llegar a hacer?
R: En primer lugar, nunca se debe subestimar el valor de hacer un donativo (ríe). Hay grandes organizaciones cristianas en Europa y en otros lugares que trabajan a tiempo completo, comprometiéndose con estas personas e intentando ayudarlas a recuperarse e integrarse. Y creo que eso nunca debería ser menospreciado. Esas organizaciones están cumpliendo un propósito maravilloso, especialmente si lo hacen junto con las iglesias locales. Eso es algo bueno y el voluntariado también es algo bueno. Visitar un campo de refugiado, si puedes hacerlo con alguien que te ayude a entrar allí, es algo maravilloso porque lo peor que puede suceder en la vida es tener un gran sufrimiento y nadie que se preocupe por ti. A menudo pienso en un hospital. Si tengo a un amigo que está enfermo allí y puede morir a causa de su enfermedad, desde mi casa podría pensar que ya tiene a los médicos y a los enfermeros, que tiene comida, que tiene toda la maquinaria necesaria, y podría preguntarme de qué me serviría ir al hospital a visitar a mi amigo. No podría resolver su problema. Pero mi amigo está sentado en el hospital y no quiere ver a otro médico, está cansado del ruido de la máquina y lo que quiere es que su amigo aparezca y esté con él. La presencia es una cosa importante.
"La iglesia puede abrir la puerta y decir a las personas que se alegra de que estén aquí. Es algo poderoso".
La mayoría del trabajo humanitario tiene un alto nivel de ayuda en necesidades específicas pero poca relación. Creo que la iglesia es una comunidad relacional de personas que siguen a Jesús, por lo que el simple hecho de estar en el lugar, orar con la gente y ofrecer presencia es algo muy poderoso. Al mismo tiempo, no tenemos que resolver todo el problema para hacer algo significativo. La mayoría de nosotros, cuando salgamos a la calle, veremos a personas que podrían ser demandantes de asilo, un refugiado, un migrante. La mayoría de esas personas se sienten extrañas ante la cultura en la que se encuentran y la única forma en que pueden entrar en ella es si les abrimos la puerta. Por ejemplo, si voy a un restaurante y la persona que me atiende parece diferente y tiene otro acento, a menudo, les pregunto cuál es su nombre y qué significa, porque en la mayoría de los países, a diferencia del mío, el nombre tiene un significado. Entonces les digo que me alegro de que estén aquí. Y luego les digo que juntos vamos a hacer de este lugar un país mejor.Puedes tener estas conversaciones simples que estas personas nunca olvidarán porque nadie dice esas cosas. Podemos observar en nuestros vecindarios, en nuestras escuelas, en nuestros lugares de trabajo, quién está limpiando el suelo, quién está haciendo el trabajo que mucha gente autóctona de nuestros propios países no hará y podemos ‘atravesar’ la puerta, abrirla y empezar una conversación. Lo que encontraremos es que, la mayoría de las veces, estos recién llegados, incluidos los refugiados, son más generosos y hospitalarios que nuestras propias culturas, y nos sentiremos fácilmente en casa con ellos. Podemos hacer eso como iglesia. La iglesia es una comunidad, no es una organización humanitaria. La otra cosa que podemos hacer es invitarlos a nuestro espacio, si es seguro para ellos. Si no invitas a una persona de fuera de tu cultura a la comunidad de tu iglesia, es probable que no llame a la puerta porque va a asumir que no es para ella. Así que podemos invitarlos. No es ciencia aeroespacial, pero sí que es trabajo. Me obliga a tener que quedarme fuera de donde me siento cómodo y arriesgarme a la confusión y la incomodidad. La mayoría de las veces nos veremos más bendecidos al abrir nuestros brazos. En Mateo 25 Jesús cuenta la famosa historia sobre las cabras y las ovejas y dice que su gente está marcada. Una de las marcas de su gente es que cuando ‘era un extraño, le invitaron’. Es simplemente abrir la puerta y decir que nos alegra que estés aquí. Eso es poderoso. La iglesia puede hacer eso y a veces no sabemos por dónde empezar. En muchos lugares hay organizaciones locales, nacionales e internacionales que desean ayudar, por lo que pueden ayudar a una iglesia a comprender qué significa comenzar a abrirse a las personas que no son como nosotros y cómo es ayudar a que se integren, porque en Europa, en particular, el desafío es la integración. A medida que avanzamos hacia eso, encontraremos que el amor abre muchas otras puertas.
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