Árbol y columpio
Quienes conocían detalles de su infancia callaban porque lo interpretaban de otro modo.
06 DE FEBRERO DE 2025 · 21:55

Las lágrimas le brotaron en el sepelio de su tío.
Es cierto que murió muy de mayor y que no le faltaron en vida los cuidados de esposa, hijos, y nietos. Pero el fallecimiento de un ser cercano siempre comporta un drama. Entonces procede que en ese escenario funerario broten expresiones de dolor.
Pero su dolor era diferente.
Quienes no conocían detalles de la vida del doliente podrían decir “¡qué buenos sentimientos del sobrino!”. Quienes conocían detalles de su infancia callaban porque lo interpretaban de otro modo.
Y es que la familia silenció aquellos abusos del tío adulto contra el sobrino niño. Todavía no había podido compartir con nadie la vejación que sufrió en su cuerpo tierno e inocente.
El muerto yacía, pero dejando una huella de padecimiento en aquel niño, ahora adulto en la cincuentena.
Habiendo cesado el violín, el piano y concluido el sepelio con oración final, salieron todos al exterior.
Una luz resplandeciente le cegó, y en lo alto de una colina cercana divisó el destacado perfil de un enorme pino.
Las primeras palabras que asomaron a su mente fueron “¡el árbol de Judas!”.
¿Qué tenía que ver ese árbol, con Judas y con su tío? No, tampoco deseaba que el alma de su tío feneciese con la del “hijo de perdición”.
Entonces, ¿por qué su pensamiento le transportó a aquel suceso suicida de hace más de 2000 años?
De ese árbol no pendía la soga del ahorcado, pero sí un columpio de largas cuerdas.
Despedida la familia y dados los pésames pertinentes, este niño, ahora hombre, subió solo a aquella colina.
Tocó el árbol y subió al columpio. Por unos instantes recuperó aquella infancia perdida, hipotecada, dañada. Sí, algo de consuelo le sobrevino mientras se balanceaba…, su alma parecía resarcirse.
“Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor” (Hebreos 10:30)
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cuentos - Árbol y columpio