Perdón o dignidad
El padre no se detiene en contabilizar el perdón sino en dignificar al hijo con vestido, anillo y calzado.
31 DE OCTUBRE DE 2024 · 08:49

“Y volviendo en sí dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!
Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.
Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.
Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.
Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies.
Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse”.
Pasado aquel día y ya más en frío, el padre pidió al hijo recuperado que diese cuenta de cómo y en qué había derrochado la herencia que le concedió. Quería cuantificar la pérdida para así dimensionar también el perdón otorgado.
Todo quedó detallado en un libro de actas contable firmado por los dos. En una columna figuraban los pecados cometidos, en otra los perdones otorgados y dejando como resultado el saldo cero.
Se fijó una efeméride familiar para celebrar la gracia del padre que tuvo con el hijo. Sería un día para la gloria del padre.
Para que el hijo tuviese conciencia perpetua de dónde descendió, un día a la semana comería algarrobas como único plato.
El hijo acató todas aquellas condiciones de buena gana y aún añadió alguna más, como la penitencia de subir de rodillas empujando un pedrusco a lo alto de una colina.
Fueron tantas las acciones compensatorias de agradecimiento al padre, que el hijo acabó no debiéndole nada.
¿Acabaría así la historia del hijo pródigo? ¡¡Seguro que no!!
Tristemente mucha religión anda por esos derroteros atrapados en la compensación de deuda.
El padre no se detiene en contabilizar el perdón sino en dignificar al hijo con vestido, anillo y calzado. Recuperando por fin aquella dignidad de la que participaron nuestros padres en Edén.
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cuentos - Perdón o dignidad