La confesión

Ya seamos excesivamente confiados o escrupulosos, todavía no hay falta con verdadero arrepentimiento que no haya sido perdonada.

16 DE DICIEMBRE DE 2021 · 22:20

Photo: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@yosipri">Yosi Prihantoro</a>, Unsplash, CC0,
Photo: Yosi Prihantoro, Unsplash, CC0

Serias dificultades surgieron a los inicios de la Reforma en los países que se adhirieron a ella. Especialmente en lo referente a la supresión de la confesión auricular.

Uno de sus principios decía que la oración íntima y privada era suficiente para pedir el perdón sin necesidad de mediadores humanos.

Ya apuntó Erasmo de Rotterdam en correspondencia con Lutero que los delincuentes iban a quedar impunes si no estaban obligados a confesarse ante la autoridad eclesial.

Pero un conflicto de mayor calado presentó esta nueva teología que se cobró muchas vidas.

Si ya no recibían la absolución del cura tras la confesión, ¿cómo iban a entendérselas con Dios? ¿Cómo convencerle? ¿Cómo negociar con Él?

Enseguida aparecieron dos actitudes.

Hubo hábiles negociadores que enseguida mostraron vidas favorecidas por la Gracia, eran alegres, felices, con una saludable autoestima.

Se pavoneaban de lo bondadoso que había sido Dios con ellos, de que sus gravísimas faltas habían sido echadas al fondo del mar.

Estos generalmente procedían del mundo del comercio, cuya práctica profesional consistente en convencer a los hombres también les sirvió para “convencer” a la divinidad.

En esa sobrada confianza hasta imitaban al propio Jacob viéndose capaces de luchar contra el mismo Yahvé.

Por el contrario estaban los más sinceros. Al cura le podían decir que estaban arrepentidos y recibir de su mano la absolución, pero ¿cómo convencer a Dios en oración privada y silenciosa? Y si no quería perdonarlos, ¿qué hacer? ¿A quién acudir?

En estos dilemas mentales se vieron muchos abocados al suicidio sin posibilidad de remisión. La verdad es que vérselas en persona con el Dios amante y sin embargo justo imponía.

Estas personas eran modestas, sencillas y pobres del pueblo. Y por lo general con baja autoestima.

El caso es que, seamos excesivamente confiados o escrupulosos, todavía no hay falta con verdadero arrepentimiento que no haya sido perdonada.

Lo prudente es recelar de los sistemas religiosos, sean del color que sean, digan lo que digan.

Si te sientes arrepentido, ve a un confesor católico, o háblalo con un pastor protestante, o confiesa en lo privado, o díselo a un buen amigo, es igual, la buena noticia es que estás arrepentido, ¡estás de suerte! Lo dice un salmo, lo dice toda la Biblia.

Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú” (Salmo 51: 17)

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