Gracias a la vida

“No todos los días tiene uno la suerte de encontrarse con una de esas “ovejas” que no saben que lo son”.

30 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 06:20

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Cada vez le costaba más hacer las compras de fruta y verdura en el mercadillo del pueblo. Los muchos años de su vejez habían añadido achaques cada vez más insuperables.

Pero ahí estaba un martes más, dispuesto a empaparse de la energía que transmiten compradores y vendedores. El ambiente, los colores, los olores, le animaban a seguir siendo parte de aquel escenario vital.

Hoy su paso por las paradas le tenía reservada una sorpresa. Nuestro anciano, debido a su edad y a los años de asistencia a la iglesia, tenía un modo particular de ver las cosas.

Normalmente, los vendedores publican en voz alta los productos que venden y sus precios. Él no les prestaba atención, pero sorprendentemente, en un momento empieza a distinguir una voz distinta.

Oyó una muchacha que cantaba tras una parada. Una canción muy bien escogida, muy bien cantada y con una voz dulce. El anciano se quedó parado unos segundos aceptando aquello como un regalo de cielo.

“Gracias a la vida” de la chilena Violeta Parra, era la canción.

Percibió que la muchacha estaba desnudando su corazón por el modo en que entonaba, sintió el pudor de quien se precipita sin preámbulo en las piezas sagradas del sentir humano, a pesar del gentío circundante. Aquel era el regalo del día. También sus sentimientos se removieron y no pudo evitar acercarse a ella.

— ¡Qué modo más bello tienes de alabar a Dios!

—Perdone, abuelo, yo no creo esas cosas.

—Disculpa, guapa, no te quería ofender. Ya sabes, la demencia…

Se retiró sin un ápice de frustración, con una sonrisa en sus labios. Acabando las compras, le afloraron unos pensamientos difíciles de compartir, pero de los que estaba seguro. “No todos los días tiene uno la suerte de encontrarse con una de esas “ovejas” que no saben que lo son”.

(Mateo 25:31-46)

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