Humanidad y animalidad

Las Sagradas Escrituras reflejan una sabiduría que supera con creces los conocimientos humanos de la época en que fueron escritas.

15 DE DICIEMBRE DE 2024 · 21:00

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Imagen de Alvin Mahmudov, Unsplash.itco, Unsplash.

La Biblia coloca a los animales y vegetales dentro del proyecto creador de Dios. Los incluye también en el sistema legislativo y religioso del pueblo de Israel, empleando su rico simbolismo como una herramienta pedagógica útil para transmitir valores y verdades teológicas. Dios le revela al pueblo elegido qué organismos pueden servirle como ofrenda en sus sacrificios, de alimento nutritivo para las personas y de qué otros deben abstenerse porque no convienen a su salud. 

Miles de años después, la ciencia ha corroborado la sabiduría biológica que subyace detrás de tales medidas cultuales y sanitarias. Por ejemplo, cada uno de los famosos siete alimentos que se proponen en la lista de Deuteronomio 8:8 (trigo, cebada, vides, higueras, granados, olivos productores de aceite y hasta la miel de las abejas), ha sido confirmado por la bioquímica moderna como producto natural curativo de múltiples enfermedades y altamente beneficioso para la salud.[1]De la misma manera, se ha demostrado también que la carne de ciertos animales que el A. T. prohibía comer, como cocodrilos, tortugas, lagartos o serpientes puede causar diversas enfermedades y problemas de salud, tales como triquinosis, pentastomiasis, gnatostomiasis, etc., debido a la presencia de bacterias patógenas en ella, especialmente de los géneros Salmonella, Clostridium, Staphylococcus, etc. De ahí que las autoridades sanitarias recomienden hoy congelar la carne de estos animales antes del consumo humano y no comerla nunca cruda, con el fin de evitar los posibles riesgos para la salud. 

Las Sagradas Escrituras reflejan una sabiduría que supera con creces los conocimientos humanos de la época en que fueron escritas. Otra singularidad es que, a diferencia de la ciencia contemporánea, la Biblia nunca incluye al ser humano dentro del ámbito de las demás especies animales. La pluralidad de los animales y vegetales se contrapone así a la unicidad y exclusividad del género humano.[2] A diferencia del animal, el hombre es un ser racional capaz de experimentar la soledad, de reflexionar o escudriñarse a sí mismo y de plantearse preguntas trascendentes. Lo que significa que puede tener una relación personal con su Creador. A pesar de las muchas semejanzas con los demás organismos, el ser humano posee un estatus particular y una misión que realizar con respecto a los animales y plantas. La Biblia presenta al hombre y a la mujer como seres creados a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26-27; 5:1-3; 9:6), pero su dominio sobre el resto de la creación es limitado y no debe implicar violencia, injustica o maltrato. El humano es gerente más que propietario. Y, curiosamente, al omitir el estribillo “y vio Dios que era bueno” -en el caso del ser humano- el relato de Génesis da a entender que, con respecto a la humanidad, nada puede decirse por adelantado. El buen o mal uso de su libertad y de su responsabilidad será lo que decidirá finalmente si sus acciones fueron buenas o malvadas.

 

Notas

[1] Ver aquí.

[2] Michon, A.-L. 2010, “La Bible et le status des animaux au coeur du projet créateur”, Contacts, 231 (2010): 231-255.

 

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