¿Pertenecieron Adán y Eva a la especie ‘Homo heidelbergensis’?

La principal sugerencia de William L. Craig en este libro es que la ciencia convencional de la paleoantropología se puede reconciliar con el Adán y la Eva tradicionales.

22 DE ENERO DE 2022 · 12:00

Reconstrucción artística del ‘Homo heidelbergensis’ (también llamado ‘Homo rhodesiensis’), a partir de los huesos fósiles encontrados, según aparece en ‘El Adán histórico’ (p. 338).,
Reconstrucción artística del ‘Homo heidelbergensis’ (también llamado ‘Homo rhodesiensis’), a partir de los huesos fósiles encontrados, según aparece en ‘El Adán histórico’ (p. 338).

Contra la opinión de diversos autores modernos de que Adán y Eva no fueron personajes históricos sino puramente literarios o simbólicos, William L. Craig, afirma en su libro El Adán histórico, que “Adán es considerado por Pablo como una persona histórica cuyas acciones afectaron al curso de la historia”1 ya que, en el pensamiento del apóstol de los gentiles, el pecado de Adán es en cierto sentido la fuente del pecado y de la muerte espiritual de toda la humanidad. Y esto sería suficiente para creer en la existencia de un Adán histórico o real (1 Cor. 15:21-22; Rom. 5:12-21). De otro modo, si Adán y Eva hubieran sido personajes ficticios, habría que admitir que Pablo estaba malinterpretando el Génesis. Algo incompatible con la inspiración divina de sus escritos.

Por tanto, si nuestros primeros padres fueron personajes reales que dieron origen a todos los seres humanos, tal como afirma la Biblia, ¿en qué época vivieron? ¿Qué aspecto físico tenían? ¿Puede la ciencia humana aportar datos significativos al respecto o acaso ha demostrado que Adán y Eva nunca existieron? Craig se formula todas estas cuestiones en la tercera parte de su libro y propone al Homo heidelbergensis como posible especie humana a la que pudieron pertenecer la primera pareja. “Si pensamos en la diversidad de nuestra población humana contemporánea, desde los aborígenes australianos hasta los nórdicos de Laponia y los inuit de Canadá y Groenlandia, incluir a los humanos arcaicos en la familia humana no es un paso tan radical. Muchos de nosotros en Occidente tenemos una tendencia profundamente arraigada en pensar en Adán y Eva como caucásicos europeos, lo cual no es más que un prejuicio cultural y racial. Si podemos acostumbrarnos a pensar que Adán y Eva pudieron parecerse más a los san africanos (bosquimanos) que a los blancos, entonces seguramente podemos acostumbrarnos a la idea de que Adán y Eva se parecían al Homo heidelbergensis más que a nosotros.”2 Pero, ¿por qué elige esta especie fósil y no otras, como el propio Homo sapiens, el neandertal, el denisovano o incluso el Homo erectus?

Craig escribe: “Por lo tanto, es posible identificar a Adán como un miembro del Homo heidelbergensis, que vivió quizás hace más de 750,000 años. Incluso podría haber vivido en Oriente Próximo, en el lugar bíblico del jardín del Edén, aunque mucho antes de lo que se suele pensar, por supuesto. Sus descendientes emigraron hacia el sur, a África, donde dieron lugar al Homo sapiens, y hacia el oeste, a Europa, donde evolucionaron hasta convertirse en neandertales/denisovanos. Una vez que el Homo sapiens comenzó a migrar fuera de África hace más de 130,000 años, estas líneas separadas de sus descendientes comenzaron a cruzarse”.3 De manera que la principal sugerencia de William L. Craig en este libro es que la ciencia convencional de la paleoantropología se puede reconciliar con el Adán y la Eva tradicionales. Esto contradice la opinión de muchos otros evangélicos -como Francis Collins y el equipo de BioLogos- que afirman lo contrario. En este sentido, la erudita y bien argumentada obra de Craig supone una respuesta en favor de la existencia real de Adán y Eva como progenitores de la humanidad.

¿Pertenecieron Adán y Eva a la especie ‘Homo heidelbergensis’?

Cráneo fósil perteneciente al hombre de Neanderthal (Homo neanderthalensis) (Foto: Antonio Cruz).

Se identifica a la primera pareja humana con el Homo heidelbergensis en base a que los neandertales, los denisovanos y el Homo sapiens muestran ya una capacidad cognitiva avanzada y, por lo tanto, deberían ser descendientes de Adán y Eva. Si esto es así, nuestros primeros padres tendrían que haber pertenecido a una especie anterior que hubiera dado lugar a todos ellos. Esa especie, según la paleoantropología actual, sería precisamente el Homo heidelbergensis, que poseía un tamaño cerebral grande y debía ser muy inteligente. Además, Craig se refiere a múltiples análisis genéticos que ponen de manifiesto que la diversidad genética humana actual podría haber surgido de una sola pareja inicial que vivió hace alrededor de 500,000 años y esto coincide con el tiempo en el que se cree que existió el Homo heidelbergensis.4

La obra de Craig me parece admirable, está científicamente muy bien documentada y es menester reconocerle el mérito que indudablemente tiene. Sin embargo, dicho esto, creo que es necesario comentar también que contiene argumentos evolutivos de dudosa validez. El primero de ellos tiene que ver con el supuesto origen del hombre y de los simios actuales a partir de un antepasado común, como consecuencia de mutaciones en el ADN y selección natural. La principal evidencia que Craig acepta para apoyar dicha tesis evolucionista se fundamenta en “los pseudogenes rotos que compartimos con los chimpancés”.5 El razonamiento es que tales trozos de ADN son genes estropeados que en el pasado tuvieron alguna función pero que mutaron y dejaron de tenerla. Si los humanos compartimos tales pseudogenes sin función con los simios, no sería porque Dios los hubiera puesto en ambas especies -eso no tendría sentido- sino porque las dos descienden de un mismo antepasado común en el que se habría producido tal mutación heredable. La lógica parece correcta, sin embargo, ¿están realmente rotos los pseudogenes? ¿Es cierto que carecen de función? ¿No pasará lo mismo que con el mal llamado “ADN basura” que, al final, resultó tener importantes funciones?

Si los pseudogenes que compartimos con los actuales chimpancés no fueran ADN basura sino trozos importantes del genoma con funciones concretas, entonces la razón por la que están presentes, tanto en estos simios como en el ser humano, no sería la ascendencia evolutiva a partir de un antepasado común, sino el hecho de ser necesarios para la vida. Lo cual reflejaría un diseño común. Pues bien, cuando se analiza la bibliografía científica, se tiene la sensación de que algo así parece estar ocurriendo. Por ejemplo, los genetistas rusos, T. F. Kovalenco y L. I. Patrushev, confesaban en el 2018 que: “Durante mucho tiempo, los pseudogenes se han considerado como "ADN basura" que surge inevitablemente como resultado del proceso evolutivo en curso. Sin embargo, los datos experimentales obtenidos durante los últimos años indican que esta comprensión de la naturaleza de los pseudogenes no es del todo correcta y muchos pseudogenes realizan importantes funciones genéticas. (…) los pseudogenes son componentes integrales de extensas redes reguladoras de genes que interactúan.”6 De hecho, la cantidad de trabajos que informan acerca de la funcionalidad de pseudogenes es extensísima y se hace cada vez mayor.7 Ante esta realidad, ¿no sería más razonable tener una actitud prudente frente a los pseudogenes que compartimos con los simios y esperar a ver si son basura o tienen funciones concretas?

¿Pertenecieron Adán y Eva a la especie ‘Homo heidelbergensis’?

Cráneo fósil del hombre de Cromañón (Homo sapiens) (Foto: Antonio Cruz).

Al defender la ascendencia común de simios y humanos, se hace difícil explicar cómo encaja tal modelo con el hecho bíblico de que Adán y Eva fueran creados milagrosamente “de novo”. Craig afirma que la evidencia científica apoya un “cuello de botella” de dos personas que fueron nuestros únicos progenitores genéticos. Pero, a la vez, se refiere a la “hipótesis del mestizaje” en la que Adán y Eva no habrían sido nuestros únicos antepasados genéticos ya que su descendencia se cruzó con otros homínidos que también descendían del antepasado común, que supuestamente compartimos con los simios. Por eso tendríamos pseudogenes en común con los chimpancés. A esto se llama “la hipótesis del Adán y Eva genealógicos”, en la que tales personajes serían antepasados genealógicos de la humanidad, aunque no los únicos, debido como decimos al mestizaje con otras especies de homínidos. La ascendencia común de humanos y simios que propone el evolucionismo parece incompatible con la creación “de novo” de la primera pareja humana.

El segundo planteamiento de Craig que llama la atención es la elección de la especie fósil Homo heidelbergensis como candidata para Adán y Eva. En principio, su razonamiento es lógico, resulta convincente y desde luego podría ser cierto. Aunque esto es algo que -tal como él mismo reconoce al final del libro- nunca lo sabremos con certeza. Sin embargo, el hombre de Heidelberg no parece gozar de mucho prestigio entre los propios paleontólogos, algunos de los cuales no lo consideran siquiera como una especie válida. Por ejemplo, el biólogo evolucionista español Francisco J. Ayala escribe: “de acuerdo con Christopher Stringer (1993) un esquema así permite de hecho eliminar el taxón Homo heidelbergensis dentro de la cadena evolutiva por ser innecesario. Los humanos “arcaicos” europeos serían, de acuerdo con esta idea, unos neandertales incipientes que no justifican la asignación de una especie distinta.”8 Son muchas, dispersas geográficamente y dudosas las supuestas especies del género Homo que “entrarían también en ese cajón de sastre”, comenta Ayala en otro lugar.9

Conviene tener en cuenta que las relaciones entre los homínidos fósiles, desde la óptica evolutiva, son muy difíciles de interpretar y suele haber casi tantas opiniones como especialistas. El hecho de que varios autores no consideren válido al Homo heidelbergensis no significa necesariamente que Craig esté equivocado, ya que otros autores sí creen que se trata de una especie válida. Lo que ocurre con todas estas especies fósiles, supuestamente descendientes del hombre de Heidelberg (H. sapiens, H. neanderthalensis, H. denisova, etc.) es que se parecen mucho entre sí, hasta el extremo que podían cruzarse entre ellas y producir descendencia fértil. Lo cual plantea dudas acerca de si deberían considerarse como pertenecientes a la misma y única especie Homo sapiens.

De manera que la transición del Homo heidelbergensis a Homo sapiens, neandertales y denisovanos, se podría considerar como un ejemplo de microevolución, o cambio a pequeña escala, dentro de la especie humana. Por lo tanto, existen varias opciones viables entre los seres humanos de la antigüedad para ser candidatos a Adán y Eva. Es difícil saber cual sería la correcta y, como dice William Craig, “dada la insuficiencia de los datos y la provisionalidad de la ciencia, la búsqueda del Adán histórico no podrá concluirse nunca en nuestra vida, ni en la de nadie, de hecho.”10 A pesar de todo, el trabajo del apologista estadounidense viene a reforzar la compatibilidad entre la Biblia y los hallazgos de la ciencia.

 

Notas

1 Craig, W. L. 2021, El Adán histórico: Una exploración bíblica y científica, Kerigma, Salem, Oregón, Estados Unidos, p. 224.

2 Ibid., p. 338.

3 Ibid., pp. 312-313.

4 Ibid., pp. 315-330.

5 Ibid., p. 348.

6 Kovalenko, T. F. & Patrushev, L. I. 2018, Pseudogenes as Functionally Significant Elements of the Genome, Biochemistry (Moscow), volume 83, pp. 1332-1349.

7 Yan-Zi Wen et al., “Pseudogenes are not pseudo any more” RNA Biology 9 (January, 2012): 27-32;

S. Hirotsune et al. “An expressed pseudogene regulates the messenger-RNA stability of its homologous coding gene,” Nature 423 (May 1, 2003): 91-96; Oliver H. Tam et al., “Pseudogene-derived small interfering RNAs regulate gene expression in mouse oocytes,” Nature 453 (2008): 534-538; D. Zheng and M. B. Gerstein, “The ambiguous boundary between genes and pseudogenes: the dead rise up, or do they?,” Trends in Genetics 23 (May, 2007): 219-224; D. Pain et al., “Multiple Retropseudogenes from Pluripotent Cell-specific Gene Expression Indicates a Potential Signature for Novel Gene Identification,” The Journal of Biological Chemistry 280 (February 25, 2005): 6265-6268; J. Zhang et al., “NANOGP8 is a retrogene expressed in cancers,” FEBS Journal 273 (2006): 1723-1730; Habib et al., “Microdeletion in a FAAH pseudogene identified in a patient with high anandamide concentrations and pain insensitivity,” British Journal of Anaesthesia, Volume 123, Issue 2, August 2019, pp. e249-e253; Lucia L. Prieto-Godino, “Olfactory receptor pseudo-pseudogenes,” Nature, Vol. 539, pp. 93-97 (November 3, 2016); Poliseno et al. “A coding-independent function of gene and pseudogene mRNAs regulates tumour biology.” Nature 465 (2010): 1033-1038; Zhe Ji, Ruisheng Song, Aviv Regev, Kevin Struhl, “Many lncRNAs, 5’UTRs, and pseudogenes are translated and some are likely to express functional proteins,” eLife, 2015, 4:e08890 DOI: 10.7554/eLife.08890; Enrique M. Muro, Nancy Mah, Miguel A. Andrade-Navarro, “Functional evidence of post-transcriptional regulation by pseudogenes,” Biochimie, 93 (2011): 1916-1921; Armin P Piehler, Marit Hellum, Jürgen J Wenzel, Ellen Kaminski, Kari Bente Foss Haug, Peter Kierulf, and Wolfgang E Kaminski, “The human ABC transporter pseudogene family: Evidence for transcription and gene-pseudogene interference,” BMC Genomics, 2008, 9:165; Nicole A Rapicavoli, Kun Qu, Jiajing Zhang, Megan Mikhail, Remi-Martin Laberge, Howard Y Chang, “A mammalian pseudogene lncRNA at the interface of inflammation and anti-inflammatory therapeutics,” eLife, 2013, 2:e00762; Suzuki et al., “Human-Specific NOTCH2NL Genes Expand Cortical Neurogenesis through Delta/Notch Regulation,” Cell, 173: 1370-1384; Fiddes et al, “Human-Specific NOTCH2NL Genes Affect Notch Signaling and Cortical Neurogenesis,” Cell, 173: 1356-1369; Hayashi et al., “The OCT4 pseudogene POU5F1B is amplified and promotes an aggressive phenotype in gastric cancer,” Oncogene, 34: 199-208.

8 Cela Conde, C. J. y Ayala, F. J. 2013, Evolución humana, Alianza Editorial, Madrid, p. 534.

9 Ibid., p. 519.

10 Craig, W. L. 2021, El Adán histórico: Una exploración bíblica y científica, Kerigma, Salem, Oregón, Estados Unidos, p. 351.

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