¿Pecamos por culpa del cerebro de lagarto?

Algunos medios de divulgación continúan hablando del “lizard brain” para referirse a esa supuesta parte primitiva cerebral donde residirían los instintos que nos alertan del peligro inminente.

27 DE MARZO DE 2021 · 16:20

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@musiime?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Musiime P. Muramura</a> en Unsplash.,
Imagen de Musiime P. Muramura en Unsplash.

Al médico y neurocientífico norteamericano Paul MacLean se le ocurrió, allá por los años 60, la idea de que el cerebro humano estaba formado en realidad por la superposición de tres cerebros distintos. Uno de carácter reptiliano, otro constituido por el sistema límbico y el tercero por la neocorteza o neocórtex. Evidentemente semejante idea reflejaba las doctrinas darwinistas imperantes que aseguraban nuestro pasado mamífero y reptiliano. Años más tarde, publicó un libro en el que explicaba detalladamente tales concepciones sobre el encéfalo humano y desarrollaba su teoría del cerebro triuno.1

¿Pecamos por culpa del cerebro de lagarto?

Ver artículo aquí.

Según MacLean, el cerebro de las personas habría evolucionado a partir de los cerebros de otros animales inferiores como los reptiles y los mamíferos, conservando estas tres capas superpuestas. La más interna, el complejo o cerebro de reptil, que habría sido heredada de nuestros antepasados reptilianos, sería la que genera los instintos básicos, conductas fundamentales para la supervivencia como la sexualidad, ingesta de alimentos, agresividad, violencia etc. La capa intermedia, llamada complejo paleomamífero o sistema límbico sería la responsable de las emociones heredadas de los primeros mamíferos. Y, finalmente, la tercera, denominada complejo neomamífero o neocórtex, exclusivo de los humanos y conservado de mamíferos tardíos por ser la parte más inteligente, se dedicaría a controlar nuestros instintos animales o emociones desbocadas. ¿Qué hay de cierto en todo esto? ¿Respalda la neurociencia actual semejante teoría del cerebro humano triuno, heredado de reptiles y mamíferos?

Actualmente la mayoría de los neurobiólogos considera todo este planteamiento como uno más de los mitos existentes acerca del cerebro humano. Hoy se sabe que el encéfalo en general no se desarrolla mediante un proceso aditivo que vaya generando capas nuevas de tejido cerebral sobre capas viejas conservadas. Esto generaría la coexistencia de un cerebro viejo o antiguo con otro nuevo más reciente. Sin embargo, dicha simultaneidad cerebral no se da en la realidad observada. Lo que se ha comprobado es que todos los cerebros de los mamíferos y del resto de los vertebrados se construyen siempre partiendo de un único plan de desarrollo que emplea unos mismos tipos de células nerviosas o neuronas. Desde el propio neodarwinismo, se cree hoy que la evolución del cerebro debería entenderse mejor en términos de reorganización de los sistemas de conexión, en lugar de apelar a la antigua idea aditiva del cerebro de reptil.

No obstante, que la neurociencia ya no reconozca la validez de la teoría de MacLean, no impide que ciertos sectores de la sociedad puedan seguir considerándola como válida. En efecto, algunos medios de divulgación continúan hablando del “lizard brain” o el “cerebro de lagarto” para referirse a esa supuesta parte primitiva cerebral donde residirían los instintos que nos alertan del peligro inminente. Tanto la psicología como la pedagogía se apropiaron de tales ideas erróneas para aplicarlas a sus respectivos campos y esto ha calado en la sociedad. Por ejemplo, el famoso empresario estadounidense autor de libros de psicología popular, Seth Godin, escribe: “El lagarto es una parte física de tu cerebro, el bulto prehistórico cerca del tronco cerebral que es responsable del miedo, la rabia y el impulso reproductivo. ¿Por que la gallina cruzo la calle? Porque su cerebro de lagarto le dijo que lo hiciera. (…) ¿Quieres saber por qué tantas empresas no pueden seguir el ritmo de Apple? Es porque se comprometen, tienen reuniones, trabajan para encajar, temen a los críticos y, en general, trabajan para apaciguar al lagarto. Las reuniones son solo un síntoma de una organización dirigida por el cerebro de lagarto.”2 Por desgracia, esta psicología popular abrazó con entusiasmo tal mito y, aunque hoy esté demostrada su completa falsedad, se sigue aireando por doquier confundiendo a la gente.

Incluso hay quien cree que la elección de Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, estuvo motivada psicológicamente por el instinto de supervivencia de sus votantes, que reaccionaron así porque toda la campaña iba dirigida al cerebro de lagarto que supuestamente aún poseen las personas.3 Otros echan la culpa de conductas poco sociables o de intempestivos ataques de ira al susodicho cerebro de lagarto que todavía conservan, quitándose así de un plumazo cualquier responsabilidad personal. De ahí el gran atractivo que posee este mito ya que cualquier error moral, mala conducta, crimen o pecado se achaca inmediatamente a ese misterioso lagarto que todos llevaríamos dentro. Sin embargo, lo cierto es que la moderna genética molecular ha revelado que la idea del cerebro triuno es absolutamente falsa.

Aunque muchos lo siguen intentando, no tiene sentido responsabilizar a los animales o a cualquier parte de su cerebro de las atrocidades cometidas por el Homo sapiens. Ellos no saben odiar, no matan por placer ni maquinan guerras egoístas e injustas. Sólo actúan por instinto de supervivencia y se conforman con lo imprescindible para subsistir. En cambio, nosotros somos responsables de nuestros actos, no podemos achacarlos a nuestro supuesto cerebro de reptil y, algún día, deberemos dar cuenta de ellos. Tal como escribió el apóstol Pablo: “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia.” (Ro. 2:5-8).

 

Notas

1 MacLean, P. D. 1990, The Triune Brain in Evolution: Role in Paleocerebral, Plenum, New York.

2 Godin, S. 2011, ¿Eres imprescindible?, Gestión 2000.

3 Kuntzman, G. New York Daily News, Feb 17, 2017.

 

 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - ¿Pecamos por culpa del cerebro de lagarto?