La teoría del robo del cuerpo

Esta idea choca frontalmente contra el comportamiento de los discípulos de Jesús, ya que ninguno de ellos tenía la esperanza de que resucitaría al tercer día.

01 DE AGOSTO DE 2020 · 09:00

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Foto de Pisit Heng en Unsplash.

La hipótesis de que los discípulos del Maestro robaron su cuerpo fue un invento de los judíos del primer siglo y se recoge ya en el evangelio de Mateo (28:11-15), así como en la tradición judía, incluido el documento Toledoth Jesu.[1] El principal problema de este planteamiento es que choca frontalmente contra el comportamiento de los discípulos de Jesús ya que, a pesar de que el Maestro les había anunciado su muerte inminente, ninguno de ellos tenía la esperanza de que resucitaría al tercer día. Nadie esperaba verlo después de muerto. A pesar de que Pedro y los demás apóstoles habían manifestado que, si fuese necesario, ellos estaban dispuestos a morir con Jesús, lo cierto es que, tal como explican los evangelistas Mateo y Marcos, después del arresto de Jesús todos los discípulos le abandonaron y huyeron atemorizados (Mt. 26:56: Mc. 14:50). Cuando María Magdalena fue a comunicar a los demás discípulos que el Maestro había resucitado, descubrió que estaban tristes, lloraban y no se creían que Jesús estuviera vivo (Mc. 16:10-11). 

Resulta muy extraño y sorprendente descubrir a estas mismas personas, un mes y medio después, dedicadas de forma exclusiva a pregonar a los cuatro vientos que Jesucristo había resucitado de entre los muertos (Hch. 2:1-12). Es increíble que, si ellos hubieran robado el cuerpo de Jesús tal como dijeron sus enemigos judíos, se dedicaran pocos días después a predicar tan valientemente que éste había resucitado. ¿Cómo iban a consagrar sus vidas a proclamar conscientemente una mentira en la que no creían? ¿Se hubieran dejado matar por defender un miserable embuste? La mayoría de ellos murieron por proclamar el Evangelio y la resurrección de Jesucristo.[2]

Se sabe, por fuentes históricas externas a la Escritura, que Simón fue martirizado en Persia; que Judas (Tadeo) fue crucificado en Edessa (Grecia), alrededor de año 72 d.C.; que Matías fue lapidado y posteriormente decapitado en Jerusalén; que Bartolomé fue desollado vivo en Armenia; que Tomás murió atravesado por lanzas en la India, aproximadamente en el 70 d.C.; que Pedro fue también crucificado con la cabeza hacia abajo en Roma, sobre el año 64 d.C.; que Mateo fue decapitado en Etiopía (en el 60 d.C.); que Andrés fue crucificado en una cruz en forma de X en Grecia (60 d.C.); que Felipe fue azotado y crucificado en Hierápolis (Grecia) (54 d.C.); que a Jacobo, el hermano de Juan, se le decapitó en Jerusalén por orden de Herodes (44 d.C.) (Hch. 12:2) y, en fin, que Jacobo, el hermano de Jesús, fue arrojado desde la torre del templo de Jerusalén y posteriormente golpeado hasta morir. Casi ningún apóstol murió de muerte natural.

¿Hubiera valido la pena robar el cuerpo de Jesús, luchar contra la guardia romana, deshacerse secretamente del cadáver, inventarse la increíble historia de la resurrección y pregonarla con tanto fanatismo religioso? ¿Qué beneficio personal habrían obtenido de todo esto? ¿Su martirio y el de tantos otros cristianos a lo largo de la historia? La teoría del robo es absolutamente absurda. 

 

Notas

[1] Dan, J. 2006. "Toledot Yeshu", En Berenbaum, M. y Skolnik, F. (ed.), Enciclopedia Judaica, 20 (2ª ed.), Detroit: Gale Virtual Reference Library, pp. 28–29. Se trata de un texto judío primitivo que se considera una biografía alternativa de Jesús. Existe en varias versiones diferentes, ninguna de las cuales se considera canónica o normativa dentro de la literatura rabínica pero parece que circuló ampliamente en Europa y Oriente Medio durante la Edad Media. 

[2] Powell, D. 2006, Guía Holman de Apologética Cristiana, B&H, Nashville, p. 277. 

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