La hipótesis “fuera de África”

Este complejo escenario resulta difícil de creer aunque venga relatado en todos los libros de antropología.

04 DE JUNIO DE 2017 · 15:00

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El escenario geográfico propuesto para la evolución del Homo sapiens, generalmente aceptado hasta ahora, se conoce como la hipótesis “fuera de África”. Según la cual, nuestra especie evolucionó en dicho continente de manera independiente de las demás especies europeas y asiáticas anteriores de Homo y, a continuación, se dispersó por el resto del mundo. Una vez fuera de África, los seres humanos habrían migrado en tres direcciones principales: una hacia Europa, otra hacia el noreste de Asia y América y la tercera al sureste de Asia y las islas del Pacífico, poblando así toda la Tierra.

Un primer inconveniente de esta hipótesis es que sostiene que no hubo cruce entre los H. sapiens y los neandertales.1 Algo que se ha visto desmentido al secuenciar y comparar los genomas de ambas especies.2

En segundo lugar, implica que la historia de la evolución del hombre requiere no una salida de África, sino dos diferentes. Lo cual es difícil de asumir. En efecto, se supone que los seres humanos antiguos de la especie Homo erectus surgieron de los simios africanos y después se extendieron hasta colonizar Europa y Australia. Aquí tendríamos la primera salida del continente africano. Después, los neandertales habría evolucionado a partir de Homo erectus en tierras euroasiáticas y, al mismo tiempo, los enigmáticos denisovanos también se habrían originado del Homo erectus en Asia.

Poco después de todo esto, se nos dice que los seres humanos modernos habrían evolucionado supuestamente del Homo erectus en África, justo antes o durante el hipotético cuello de botella que les condujo casi a la extinción. A tal evento le habría seguido una gran explosión de la población en el noreste africano y una segunda salida del Homo sapiens de África que le permitiría poblar el mundo. Por el camino de esta segunda migración, el hombre moderno se hibridó tanto con los neandertales, con quienes supuestamente no tenía nada que ver, (¿cómo pudieron hibridarse dos especies distintas?) como con los denisovanos (ídem de lo mismo) y, además, después de reemplazar para siempre a su ancestro, al Homo erectus, dio origen a todas las actuales etnias humanas.

La verdad es que este complejo escenario resulta difícil de creer aunque venga relatado en todos los libros de antropología. Pero, ¿existe acaso algún otro escenario alternativo? Ya sé que hoy la Biblia resulta irrelevante para muchas personas y que el propósito fundamental de la misma no es científico ni histórico sino teológico. Sin embargo, para quienes aceptamos por fe que es la revelación de Dios al ser humano, resulta importante conocer su perspectiva en relación a nuestros orígenes. Y ésta, corroborada también por registros históricos antiguos, afirma que el hombre apareció en Oriente Medio (Babilonia) en un pasado relativamente reciente. Conviene tener en cuenta que Mesopotamia y el noreste de África son prácticamente la misma región desde una escala genética global.

Las diferencias genéticas existentes actualmente entre los distintos grupos de personas pueden entenderse bien a partir de una diáspora desde tal región, así como a los “efectos fundadores” asociados con la fragmentación de la reserva genética original. Teniendo en cuenta el reciente descubrimiento de la mayor diversidad genética existente en los pueblos africanos, el modelo bíblico requeriría simplemente que después del acontecimiento de la dispersión (que podría coincidir con el evento de Babel), muchas más tribus se hubieran trasladado a África que a Europa o Asia. Es muy probable que estos grupos africanos fueran pequeños en tamaño y estuvieran aislados unos de otros durante suficiente tiempo.3 Un escenario así coincide bastante bien tanto con la realidad genética conocida como con los parámetros bíblicos, aunque la Biblia no aporta información sobre las etapas posteriores de esta dispersión humana, ni tampoco de los grupos subsaharianos.

Quizás los neandertales y otras posibles formas mutantes de la familia humana moderna, como los denisovanos, pudieron separarse pronto, incluso antes del acontecimiento de la diáspora de Babel. Aunque también es posible que fueran las primeras tribus en llegar a Eurasia después de tal dispersión bíblica. La extrema uniformidad genética de los neandertales4 resulta inconsistente con su amplia dispersión y su supuesta enorme antigüedad. Sin embargo, semejante uniformidad es consistente con un evento fundador extremo, en el que un pequeño grupo de personas genéticamente diferente se separa del resto de la humanidad, poco antes de producirse la diáspora desde el Medio Oriente. Incluso tal grupo podría haber estado formado solamente por unas pocas parejas marginadas con sus hijos que fueran obligadas a cazar y recolectar en otras regiones. Esto habría provocado la dispersión e iniciado la colonización de Eurasia.

Semejante perspectiva bíblica parece encajar mejor con el patrón genético mundial conocido, mientras que el planteamiento evolucionista resulta mucho más complejo y extravagante. Darwin creía que las razas humanas eran subespecies profundamente diferentes entre sí que habían estado divergiendo durante miles de años. Sin embargo, la genética moderna ha revelado que el concepto de “raza”, basado sobre todo en el color de la piel, es realmente una clasificación muy superficial del ser humano. Existe poca base genética para justificar una clasificación racial (no digamos ya racista). En cambio, parece más exacto creer que la población humana original pudo separarse en tribus que se convirtieron en grupos de personas, etnias y naciones. La genética moderna pone también de manifiesto que tales grupos de seres humanos divergieron muy rápida y recientemente.5

En contra de lo que sostiene el evolucionismo, en el sentido de que tal divergencia se produjo de manera lenta y gradual, a lo largo de cientos de miles de años de evolución y como consecuencia de la acumulación de nuevas mutaciones, las diferencias génicas entre los distintos grupos de personas únicamente requieren de una fragmentación eficaz de las poblaciones y de una rápida dispersión de las mismas. Esto daría lugar a unos “efectos fundadores” casi instantáneos para cada tribu. Es decir, a un muestreo diferencial de la reserva genética original. Después de esto, el emparejamiento selectivo y la endogamia continua acentuarían esos rasgos característicos dentro de cada tribu o grupo humano. Por supuesto, también se daría algo de selección natural. De manera que la evidencia genética que aportan las actuales poblaciones humanas puede explicarse también en términos de la dispersión desde Babilonia, tal como sugiere la Biblia, mediante grupos humanos que divergen rápidamente en un pasado muy reciente.

 

1 Freeman, S, 2009, Biología, Pearson, Madrid, p. 766.

2 Martin Kuhlwilm et al., 2016, “Ancient gene flow from early modern humans into Eastern Neanderthals”, Nature, 530, (25 February 2016): 429-433.

3 Doron M. Behar, et al., 2008, “The Dawn of Human Matrilineal Diversity”, American Journal of Human Genetics, 82 (May 2008): 1130-1140.

4 David Reich, et al., 2010, “Genetic History of an Archaic Hominid Group from Denisova Cave in Siberia”, Nature, 468, nº 7327 (December 23, 2010): 1053-1060.

5 Alon Keinan & Andrew G. Clark, 2012, “Recent Explosive Human Population Growth Has Resulted in an Excess of Rare Genetic Variants”, Science, 336, nº 6082 (May 11, 2012): 740-743; Matthew Nelson, 2012, “An Abundance of Rare Functional Variants in 202 Drug Target Genes Sequenced in 14.002 People”, Science, 337, nº 6090 (July 6, 2012):100-104.

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