El tweet de Dios sobre los labios mentirosos y fieles
Si hubiera que aplicarle un apropiado calificativo a la mentira sería el de destructiva, porque efectivamente su efecto es destructor.
06 DE JUNIO DE 2024 · 09:00

David y Jonatán fueron un ejemplo de amistad, que no solamente se mantuvo cuando todo era favorable sino que perduró incluso en medio de muchas dificultades, dado que el padre de Jonatán quería, por celos, matar a David. Sin embargo, aun a costa de su vida, Jonatán se arriesgó para proteger a su amigo y así fue como el pacto de fidelidad mutua que se juraron quedó ratificado. En dicho pacto David se comprometía, cuando llegara a ser rey, a proteger la descendencia de Jonatán.
Pero ocurre demasiadas veces que la palabra dada en el tiempo de necesidad, se olvida en el tiempo de prosperidad. Era un tiempo de necesidad para David cuando se comprometió con su amigo. ¿Qué haría cuando llegara el tiempo de prosperidad? ¿Tendría tantos asuntos importantes que resolver que ni se acordaría de lo que entonces le dijo? Porque no es lo mismo estar en el llano que estar en la cumbre, pues en el llano eres uno más, pero en la cumbre estás sobre los demás. Además, si el pacto fue hecho entre ambos solos y no hubo testigos, ¿quién iba a reclamar a David, si Jonatán ya no estaba en escena?
Sin embargo, cuando David llegó a la cumbre se acordó de la palabra que años atrás dio a su amigo, quien ya estaba muerto, e inquirió para saber si había quedado descendencia del padre de Jonatán. Entonces Siba, siervo del padre de Jonatán, le hizo saber a David que sí había un hijo de aquél, que se llamaba Mefi-boset, que era cojo. Y así fue como David se hizo cargo de su manutención y cuidado, ordenando que todas las tierras del padre de Jonatán pasaran a manos de Mefi-boset y mandando a Siba que las labrara para él. Era más de lo que Mefi-boset podía imaginar, dado que era un lisiado, aunque perteneciente a una casa que le podía constituir en sospechoso, pues no en vano su abuelo fue un enemigo acérrimo de David y su tío, Is-boset, le hizo la guerra.
Pero la palabra de David no se la llevó el viento, como tantas veces ocurre con las promesas humanas, sino que la cumplió, convirtiéndose así en demostración de fidelidad a su amigo.
Pasó el tiempo y la situación de David sufrió un vuelco, cuando su hijo Absalón conspiró contra él para arrebatarle el trono y también la vida. Seguramente fue el momento más duro que tuvo que vivir, mucho peor a los que había vivido cuando el padre de Jonatán lo persiguió para darle muerte, porque una cosa es que un extraño te odie y otra que te odie tu hijo. David escapó de Jerusalén para, al menos, salvar su vida, dado que el trono estaba perdido. Y mientras iba huyendo se encontró con Siba, el siervo de Mefi-boset, quien le traía provisiones materiales en este momento de angustia, afirmando que Mefi-boset se había quedado en Jerusalén esperando que el cambio de situación lo beneficiara y la corona, que una vez estuvo en las sienes de su abuelo, ahora pasara a él. Parecía que el argumento del siervo era plausible, porque los seres humanos somos cambiables y más cuando las circunstancias varían. Claro que no pasaba de ser un argumento unilateral, que no podía contrastarse.
Cuando el hijo rebelde fue muerto en batalla y David pudo regresar a Jerusalén, uno de los que salieron a recibirlo fue Mefi-boset, quien venía con aspecto harapiento, con la barba crecida y el atuendo sucio, lo que indicaba que su actitud cuando David huyó no fue la de regocijo por su caída, sino la de pesadumbre por la misma. Aunque el atuendo se puede cambiar de limpio a sucio en un instante, la barba no crece en un instante. Luego el aspecto externo de este hombre se correspondía con su realidad interna. Eso quería decir que su siervo Siba lo había calumniado ante David. Y ante la pregunta de éste sobre su ausencia en el momento más difícil, la explicación que Mefi-boset le dio fue consistente, porque su siervo, aprovechándose de su impedimento físico, lo dejó en Jerusalén para que no se encontrara con el rey, haciéndole pasar por un traidor que se había cambiado de bando.
Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘Los labios mentirosos son abominación al Señor; pero los que hacen verdad son su contentamiento.’ Proverbios 12:22). Si hubiera que aplicarle un apropiado calificativo a la mentira sería el de destructiva, porque efectivamente su efecto es destructor. En el ámbito más reducido destruye la reputación de las personas y destruye las relaciones humanas, como intentó hacer la mentira de Siba con Mefi-boset. En el ámbito público su daño va más allá, porque como escribió Mary Abby Dodge (1833-1896): “Cualquiera que estafa en el comercio, que miente en la política, que es falso en la religión, cualquiera que engaña a su prójimo en la sobremesa por diversión o a su oponente en la prensa para obtener ventaja o dinero, está ayudando a hundir la nación que nuestros antepasados construyeron.” No es extraño que los labios mentirosos sean abominación para Dios.
Pero los que hacen verdad, dice el pasaje bíblico, son su contentamiento. Llama la atención que el texto dice los que hacen verdad. Pero la verdad no se hace sino que se dice. Pero cuando la verdad que se dijo una vez se cumple, entonces se convierte en fidelidad. Y la fidelidad sí se hace. Es lo que hizo David con Jonatán.
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