Ni Dios, ni amo

“Ni Dios, ni amo” fue y es la máxima anarquista que resume en buena manera el pensamiento de esa ideología. El anarquismo jugó un papel preponderante en toda Europa y también en la España del primer tercio del siglo XX. No en vano, en las convulsas décadas que precedieron a la Guerra Civil, se convirtió en una de las fuerzas determinantes de la vida política española.

26 DE ABRIL DE 2007 · 22:00

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Anarquistas fueron los asesinos de tres presidentes de Gobierno: Cánovas del Castillo en 1897, José Canalejas en 1912 y Eduardo Dato en 1921. También anarquista era un poderoso sindicato, la CNT, capaz de movilizar a los obreros y campesinos y paralizar grandes sectores sociales gracias a la fuerza y dinamismo de sus activistas. En una nación en la que gran parte de su población estaba constituida por una masa de campesinos que vivían al límite de sus posibilidades, en un régimen de semi-esclavitud bajo una burguesía minoritaria dueña de la mayor parte de la tierra, era natural que los mensajes de redención traídos por el socialismo igualitario y el anarco-sindicalismo calaran profundamente en las conciencias de las masas. El mensaje de redención del evangelio cristiano era contemplado como algo alienante por tales masas, al estar su portavoz, la Iglesia Católica, fuertemente identificada con los poderes económicos y políticos que sustentaban tal estado de cosas. Las enormes diferencias de clases sociales y los profundos antagonismos doctrinales representados por la izquierda y la derecha políticas prepararon la tumba de la Guerra Civil, de la cual el anarquismo fue uno de sus principales agentes. ¿Es el concepto de autoridad uno de origen humano? Es decir, ¿se trata de una conveniencia social en vista de que sin ella la convivencia sería caótica o difícil? O más bien ¿no será cierto que el mensaje revolucionario del anarquismo, con su ideal de una sociedad sin jerarquía, promoverá la época dorada y feliz de la humanidad? Para empezar, dos respuestas a estas preguntas; primera: El concepto de autoridad no es de origen humano; segunda: La autoridad fue instituida cuando la humanidad estaba en su época dorada y feliz. ‘…el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores…’ (1 Timoteo 6:15). Señor y Rey son dos títulos que de forma inequívoca señalan a la autoridad. Hay varias características particulares que la autoridad de Dios tiene, según este pasaje:
  • Es propia. En el sentido de que no la recibe de nadie.
  • Es soberana. Porque no tiene otra limitación que su propia voluntad.
  • Es absoluta. Porque no tiene igual o rival. El vocablo solo, es decir único, delante de Soberano, así lo atestigua.
  • Es perfecta. Porque nace de un Ser que es feliz en sí mismo. El calificativo de bienaventurado puesto antes del calificativo de Soberano es significativo, porque indica que la autoridad soberana de Dios está regida no por la arbitrariedad sino por la suma bendición y perfección que hay en él, lo cual elimina el grito de protesta del anarquismo que equipara a Dios con un despótico amo terrenal.
Pero habiendo visto lo anterior, es necesario ir un paso más adelante y señalar que Dios ha delegado autoridad en los seres humanos, lo cual por un lado es una señal de honor, al hacerlos partícipes de un atributo suyo, y por otro de responsabilidad, porque significa que hemos de responder por el uso que hagamos de la misma. Esa delegación de autoridad se aprecia en estas cuatro vertientes:
  • En la creación. ‘Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.’ (Génesis 1:28). Este pasaje es de crucial importancia porque enseña que la autoridad no es un principio establecido en Génesis 3, una vez que se ha producido el desastre de la Caída, sino que se instituye en Génesis 1. En otras palabras, la autoridad no aparece para paliar el desorden producido por la entrada del pecado sino que es puesta por Dios cuando las cosas son perfectas. En ese sentido es como el matrimonio. Por lo tanto, la autoridad que Dios delega en los seres humanos pertenece por derecho propio a la categoría de lo originalmente perfecto. La pretensión anarquista, de que se trata de un principio anejo a un estado de cosas de explotación y abuso queda así rechazada.
  • En la sociedad. ‘Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.’ (Romanos 13:1). Sobre este pasaje Juan Crisóstomo (c.350-407), quien experimentó considerables sufrimientos a causa de sus enfrentamientos con el emperador Arcadio y la emperatriz Eudoxia, máximas autoridades de su tiempo, hace una distinción en sus homilías sobre Romanos entre el concepto de autoridad y la persona que la ejerce. En su homilía 23 dice: ‘…Porque no hay autoridad si no es de Dios ¿Qué te dice? ¿Se puede decir que todo gobernante es elegido por Dios? Yo no digo eso, responde (San Pablo). Ni estoy hablando de gobernantes individuales, sino de la cosa en sí… Por eso no dice: ‘No hay gobernante que no venga de Dios’ sino que habla de la cosa en sí y dice: ‘No hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay por Dios han sido instituidas.’ Aquí hay una distinción de vital importancia que nos ayudará a no achacar a Dios las barbaridades que los hombres en autoridad hacen.
  • En su pueblo. Pues tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento ha puesto autoridades, llámense ancianos, pastores u obispos, para que dirijan de manera sabia a la grey de Dios.
  • En la familia. Donde los padres han sido constituidos autoridad sobre los hijos, porque no en vano el quinto mandamiento manda honrar padre y madre.
El anarquismo confundió y confunde el concepto de autoridad, basándose en los abusos que los hombres cometen en el ejercicio de la misma. Pero el problema no es la autoridad en sí sino el mal uso de la misma.

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