La belleza de ‘Vidas pasadas’

A menudo, la gran pantalla nos transmite la visión del amor como un accidente del azar o una casualidad en el tiempo y el espacio. Nada más lejos. El amor es una decisión.

09 DE MAYO DE 2024 · 17:43

La película de Celine Song ha tenido dos nominaciones a los Oscar. / Fotograma de la película, Filmin.,
La película de Celine Song ha tenido dos nominaciones a los Oscar. / Fotograma de la película, Filmin.

Irrumpió en los Óscar generando mucha expectación, con dos nominaciones: a la Mejor película, y al Mejor guión original, que acabó ganando Anatomía de una caída. A pesar de la ausencia de grandes galardones, lo cierto es que Past Lives (Vidas pasadas) es una de las películas más bonitas que he visto en los últimos años.

El cine surcoreano sigue haciéndose hueco en la gran pantalla de occidente, y lo hace a ritmo de relatos autobiográficos. Minari ya causó sorpresa y buenas sensaciones, aunque solo consiguió un Óscar, a la Mejor actriz de reparto. La historia de la familia del director Lee Isaac Chung despertó emociones muy realistas en el público, lejos del sentimentalismo superficial. Y lo mismo ha conseguido hacer Celine Song con su película, también basada en un episodio autobiográfico, y producida por la misma compañía que realizó Minari, A24.

Libre de toda imposición o carga artificial, en esta obsesión generalizada por ser políticamente correctos, Song plasma una historia que trata sobre el amor, sobre los encuentros, la memoria personal y las relaciones. En concreto, la directora retrocede a un recuerdo que vivió junto a su marido, el guionista Justin Kuritzkes, después de recibir la visita de un amigo de Corea del Sur.

La belleza de ‘Vidas pasadas’

Greta Lee y Yoo Teo protagonizan la película de Song. / Fotograma de la película, Filmin.

¿Triángulo amoroso?

En medio de la sumisión a los triángulos amorosos, Song plantea el problema de una relación que se ve expuesta en este preciso sentido, pero la gestiona de una manera magistral sin sacrificar el compromiso del matrimonio. Tal es el tratamiento que hace que hasta resulta extraño encontrarse con este tipo de historias en la gran pantalla. 

“Estaba traduciendo entre esas dos personas y de repente me di cuenta de que no solo estaba traduciendo entre lenguas y culturas, sino entre las dos partes que conforman lo que yo soy”, explicaba Song en una entrevista, en referencia a cómo vivió ese encuentro con el que abre y cierra su película. 

Lejos de caer en ese romanticismo postizo y pesado que se ve en tantas películas, la película de Song destaca por el tratamiento que hace sobre el amor. De ahí que consiga superar toda idea de triángulo. Precisamente porque para ella el amor tiene que ver con personas, con sus encuentros e historias a lo largo de una vida en la que pueden haber momentos en los que perderse, y otros para simplemente reencontrarse, aunque en un nuevo escenario. Por esto mismo es también una reflexión personal sobre cómo atesoramos nuestra memoria personal, precisamente ahora que tanto se reflexiona y debate sobre la memoria colectiva. Aquellas cosas que hemos vivido y que no tienen por qué ser simplemente sobrepasadas por el presente frenético y, tantas veces, carente de perspectiva. La belleza del recuerdo vivido ya en paz, lejos de la culpa que pudiera despertarnos en un preciso momento, es una de las mayores conquistas de la conciencia personal (Salmo 32:1). Song lo reconoce, y así lo plasma en su película. Así también como el hecho de reconocer que la misma memoria del vínculo y el anhelo pasados no tiene tampoco porqué desbancar el presente.

La belleza de ‘Vidas pasadas’

El amor es una decisión. Una decisión compleja. Y en ello mismo se ve parte de la providencia de Dios. / Fotograma de la película, Filmin.

Inyeon

En su película, Song plantea un concepto filosófico coreano que hace referencia a la síntesis del destino en las etapas de la vida. “Hay una palabra en coreano, inyeon, que significa providencia o destino”, le explica La protagonista, Nora Lee (interpretada por Greta Lee) a su marido, Arthur Zaturansky (a quien da vida John Magaro). “Pero específicamente se refiere a relaciones entre personas”, añade.

El amor, el verdadero amor de Dios, es algo que abarca toda la eternidad. La medida y extensión, la profundidad y prolongación de su amor es la eternidad misma.

En medio de la tensión que experimenta el amor en la película, sometido a la sucesión del tiempo y las etapas en la vida, aunque vinculado a un destino que se forja en la niñez, según la idea que busca transmitir Song, la directora consigue transmitir de una forma precisa y sensible el hecho de que el amor es una decisión. Algo en lo que a menudo he meditado, precisamente, con la persona con la que comparto mi amor, mi mujer, que siempre me ha dicho exactamente esto.

A menudo, la gran pantalla nos transmite la visión del amor como un accidente del azar o una casualidad en el tiempo y el espacio. Algo que puede ocurrir sin más entre personas antagónicas, en un ascensor o en un mercadillo de Navidad. Nada más lejos. El amor es una decisión. Una decisión compleja, que se forja requiriendo la dedicación de nuestros sentidos y de la capacidad emocional e intelectual de la que hemos sido dotados. Y en ello mismo se encuentra parte de la providencia de Dios. La idea de que mañana pueda amanecer otro día y sigan habiendo dos personas que se amen de esta forma habla de una providencia sobrenatural, un vestigio de la misma imagen que se nos describe en Génesis 1:26-27.

De hecho, Dios mismo le explica a Jeremías (31:3) el profundo y decisivo carácter de su amor providencial cuando le dice: “Con amor eterno te he amado”.

 

 

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