El bicho raro de la fidelidad
Cada vez nos sorprende más el hecho de pasar toda la vida junto a la misma persona cuando se habla del matrimonio. La sorpresa, sin embargo, no puede ocultar nuestros anhelos.
20 DE ABRIL DE 2023 · 19:23
De historias de amor extrañas, se han escrito y filmado muchas. En el imaginario reciente permanecen nombres como Amor, de Haneke, o Her, protagonizada por el galardonado Joaquín Phoenix. Quizá en la pantalla doméstica es donde se han echado en falta más nombres de referencia, aunque en la era de las plataformas han aparecido títulos independientes, sobre todo en Europa, que merecen la pena.
Uno de esos últimos títulos (2022) es la miniserie de cuatro capítulos Marriage, creada y escrita por Stefan Golaszewski para la BBC. Con una estética minimalista y una puesta en escena de lo más sencilla, esta producción ha resultado ser todo un descubrimiento.
Su fuerza reside en un guion bien elaborado y realista, y en la magnífica interpretación de Nicola Walker y un natural Sean Bean (Boromir en El Señor de los anillos y Ned Stark en Juego de tronos). Son ellos dos los que llevan a cabo el desarrollo de la historia, teniendo los pocos actores secundarios que aparecen un rol reducido y dependiendo prácticamente de los dos grandes protagonistas.
En su afán por crear una historia realista y cercana al público, Golaszewski asegura que “Marriage va sobre cómo se vive una relación en pareja en la realidad, no en la ficción”. “A veces la gente no sabe lo que siente; a veces creen que es una cosa y en realidad es otra. A menudo no saben qué decirse el uno al otro. Esta serie incide en pequeñas situaciones que retratan de forma fidedigna los dramas y tensiones que vivimos en nuestras relaciones. No solemos sufrir grandes tormentas, pero sí lloviznas que terminan calando”, añadía el director.
La hermosura de lo cotidiano
Y Golaszewski no miente. Su serie refleja un retrato que a muchos les parecerá tan realista y cercano sobre el matrimonio, que ya ha generado reseñas positivas y destacables en Reino Unido. Combinando la ironía cómica con una sensación de desgarro natural ante los acontecimientos que se van sucediendo, Marriage plantea el día a día de un matrimonio de 30 años en el que conviven dos personas que han llegado a conocerse bien pero que, en el fondo, saben que siguen siendo extraños para el otro.
Las tensiones propias del desequilibrio laboral, los encontronazos entre yerno y suegro o una conversación sobre patatas dan muestra de los momentos tan brillantes que llega a tener esta miniserie.
Resulta ser, en concreto, una exploración única de lo cotidiano en el matrimonio. Golaszewski aborda el día a día de los casados sin complejos y sin que parezca importarle si el tema resulta o no popular en el momento. Al final, por mucho que se insista en el ‘poliamor’ y demás, siempre es momento para hablar del matrimonio y siempre necesitamos que se haga de una forma realista.
Con esa tesis, Marriage articula una historia particular, aunque sin pretensiones de grandeza. Tan simple, llana e incluso monótona como la vida del matrimonio que trata de reflejar. No es otra crítica más desde el posmodernismo al hecho en sí del matrimonio com algo agotado y reducido a su capacidad (o no) de mantener una vida sexual activa.
Golaszewski plantea un relato verdaderamente humano que no deja indiferente. Y es que necesitamos historias que escarben más allá de la superfície para mostrarnos que todavía hay belleza en lo cotidiano. Y una belleza sencilla, que no es postiza ni que requiere de grandes esfuerzos para ser hallada. Es esa belleza la que merece la pena ser vivida. Al final, Golaszewski consigue con Marriage abstraerse de la pantalla para filmar la vida en sí.
Amores de verdad
Los amores que plantea el director en su miniserie son imperfectos. A veces resultan poco atractivos. Es posible llegar a considerar que si eso es el matrimonio, ¿quién iba a quererlo? Pero la ternura de su historia puede conmover, porque es precisamente en las imperfecciones donde más notoria se hace la correspondencia a la necesidad de ser amados.
¿Quién no quiere ser amado tal y cómo es? ¿Quién no espera llegar al final de su vida siendo amado, a pesar de todo? Aunque cada vez nos sorprende más el hecho de pasar toda la vida junto a la misma persona cuando se habla del matrimonio, y de hecho puede resultar ya algo innecesario, la sorpresa, sin embargo, no puede ocultar nuestros anhelos. Incluso los críticos de la opción de la fidelidad desean algo que permanezca fiel en sus vidas. Ni siquiera los teóricos del poliamor pueden desprenderse de la idea de que necesitamos ser amados, y eso es algo que implica fidelidad en sí.
La idea de un amor que no necesita ser fiel es otra concepción engañosa más y tiene que ver con la fantasía de querer disfrutar sin la necesidad de comprometer. La serie de Golaszewski resulta impopular para su tiempo, porque precisamente desafía todas estas consideraciones. No oculta lo egoístas que podemos llegar a ser. Tampoco lo desviado de algunos de nuestros deseos. Pero el director trabaja para someterlo todo bajo la idea de la fidelidad. Una laboriosa, esforzada, irritante pero, al final, bella fidelidad.
La escritora catalana Montserrat Roig titulaba uno de sus libros de la siguiente manera: Digues que m’estimes encara que sigui mentida (Dime que me quieres aunque sea mentira). Ante la idea posmoderna de fantasear con aquello que no tenemos pero que deseamos, y de hecho acabar creyéndonoslo como un derecho implícito a nuestra condición, la fidelidad amorosa en nuestros matrimonios puede todavía reflejar el diseño perfecto de Dios. “Nuestros matrimonios son la metáfora”, decía un predicador británico hablando de la unión de Cristo con su iglesia.
Golaszewski actúa sin complejos, y eso es algo a celebrar. Nos recuerda que, a pesar de todo, lo realista sigue siendo permanecer fieles y vivir encontrando esa belleza de lo cotidiano que solamente puede garantizar dicha fidelidad.
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