El hecho de ser ‘amantes’
Si, como decía Agustín, ante todo somos seres que aman, eso es algo que nos expone de formas inimaginables.
28 DE JULIO DE 2022 · 12:00
Todo tiene que ver con aquello que amamos, y con la forma en la que lo amamos. Esta es una idea que resuena en este momento histórico que es el de la eclosión de las redes sociales, con sus contenidos tan variopintos. Pero el momento también de la sociedad de las operaciones estéticas cada vez más complejas. Y la de las expresiones ideológicas cada vez más absorbentes. Y la de las identidades que presumen danzar y fluir libres, aunque en realidad siempre orbitan la esfera del ego.
La serie Alt du Elsker (Todo lo que amas), del noruego Stian Kristiansen, retrata con dinamismo el dilema en el que parece haberse convertido el amor. Y lo hace en contraposición a la ternura y la inocencia del amor juvenil, ese que sabemos que no abarca ni mucho menos la realidad, pero que sigue generando emoción.
La historia que crea es sencilla en apariencia: dos jóvenes que comienzan una relación amorosa. Incluso deja espacio para preguntar por qué. Si es simplemente una atracción física o es que realmente el amor tiene algo de componente cegador, que al principio no permite ver los peligros que acontecen, y al final ya no parece acordarse de lo malo. Me encantaría discutirlo con el creador de la serie en una conversación.
Esa aparente sencillez, sin embargo, Kristiansen la acaba convirtiendo una reflexión sobre la forma en la que conviven los amores que aman cosas diferentes, o que creían amar algo que era semejante. Y este dilema se plantea desde el mismo principio de la serie, en paralelo al desarrollo del noviazgo, cuando el joven al que da vida Jakob Fort se presenta como un nacionalsocialista convencido.
Seres que aman
Si, como decía Agustín, ante todo somos seres que aman, somos ‘amantes’, eso es algo que nos expone de formas inimaginables. Nos expone ante el beneficio inmanente del amor, ese concepto profundo y complejo que se llega a deformar, a subestimar y a utilizar de formas disparatadas. Pero nos expone también ante la realidad misma del objeto de nuestro amor. Y en ese punto, en la colisión de los amores que tan bien refleja Kristiansen en su serie, es donde más se pone de manifiesto nuestra limitada capacidad de amar.
En el evangelio se dan varios encuentros en relación a esa colisión de los amores. Quizá, el que podemos recordar con más precisión es el que se produce en el Sermón del Monte, cuando Jesús pronuncia la reconocida declaración sobre un ‘señor’ llamado Mamón al que muchos sirven antes que a Dios mismo (Mateo 6:24).
La situación (en referencia al lugar, objeto o persona en que se sitúa) de nuestro amor es una cuestión ineludible. Me parece poco probable poder vivir esta vida sin ser conscientes, al menos en algún momento, de aquello en lo que estamos situando nuestro amor, como ‘amantes’ que somos. Es interesante que Kristiansen plantee en la serie esto mismo en primer lugar. La joven pareja no es observada tanto por cómo se aman, lo cual también es importante. Pero principalmente, el enfoque se centra en aquello que realmente aman, y en si el joven protagonista realmente puede hacer convivir el amor por su novia con el amor por una ideología política.
En este sentido, destaca también en la reflexión que se desprende de la serie la idea de que el amor, aquello que amamos y cómo lo amamos, refleja también nuestras carencias más elementales como seres humanos. Para cualquiera de nosotros, que constantemente dañamos aquello que amamos, que dejamos de vivir en amor para vivir largos periodos de tiempo en “soledad” y que erramos constantemente a la hora de reconocer el objeto de nuestro amor, es curioso que historias como las de la serie no dejen de impactarnos. Está claro que la idea del componente nazi es un extremo al que muchos ni siquiera podemos imaginarnos de cerca, pero lo cierto es que podría ser sustituido por cualquier otro elemento en la serie de Kristiansen, y podríamos seguir reflexionando sobre el hecho del amor en sí.
Los seres menos ‘amables’
C.S. Lewis escribía su sorpresa por el hecho de que Dios, en Cristo, haya amado incluso lo que es menos “amable” (digno de amar) de cada uno de nosotros. Esta es una idea de la que se puede vislumbrar algún destello en la serie noruega de Alt du Elsker, sin embargo es algo más superficial, y se presenta como una especie de autoayuda.
Para los cristianos, el hecho de reconocernos como seres poco o nada “amables” ante Dios tiene un sentido expreso que apunta a la naturaleza pecaminosa del ser humano. No obstante, también subraya la iniciativa amorosa de parte de Dios, en el sentido de que de ninguna otra manera, salvo por medio de Cristo, podríamos haber sido corregidos en nuestra trayectoria como ‘amantes’, podríamos haber sido capacitados para amar al único que verdaderamente es “amable”.
Remarco aquí que, a pesar de hablar de la iniciativa amorosa de Dios, no estoy descuidando la responsabilidad que nos es concedida. Una vez más, pensando en Agustín, somos ‘amantes’. Amantes por diseño y responsables de aquello que amamos, y de cómo lo amamos. El teólogo irlandés Patrick Mitchel, de quién Andamio ha traducido su volumen monográfico sobre El mensaje del amor, apunta hacia esta idea. Refiriéndose a la dimensión escatológica del amor, subraya que “la visión que tiene el cristianismo de la esperanza escatológica [y por tanto, esperanza en el amor de Cristo] supone revolucionar cómo viven los discípulos en el presente”.
Si somos, en esencia, ‘amantes, pero ‘amantes’ poco o nada “amables”, el hecho en sí del amor, aquello que amamos y cómo lo amamos, cobra para nosotros una importancia que no seríamos capaces de calcular. Cuando me pregunto si es que no ha quedado ya excluido por completo el amor de nuestras vidas, si acaso no nos hemos despojado todos del amor, solamente encuentro consuelo en el Dios que es amor, por sí mismo, en toda su esencia y expresión (1 Juan 4:8).
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cameo - El hecho de ser ‘amantes’