Nosotros, los conspiranoicos (II)
Es interesante ver cómo en el texto bíblico, los conceptos de verdad y vida se relacionan entre sí. El Verbo, Jesús, es la verdadera revelación de Dios, y el propósito de esa revelación es que tengamos vida eterna para su gloria.
30 DE SEPTIEMBRE DE 2021 · 18:39
Unida a la idea del caos que representa la confusión a la hora de identificar entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, y juntamente con la psicosis del ocultamiento crónico que padecemos desde Génesis 3:8, la serie británica de Utopia también es incisiva cuando se trata de presentar una imagen de lo decepcionantes que hemos resultado ser para nosotros mismos.
Porque aunque siempre exista el intento de la justificación propia, esa realidad caótica no se puede obviar, ni tampoco, por muy decepcionante que resulte, el hecho de que es nuestro hábitat creado, la forma en la que hemos rediseñado, con el ejercicio de nuestra responsabilidad, nuestras relaciones y nuestra vivencia de esta vida.
“No hay bandos. Solo personas que te ayudan y personas que no”, asegura el personaje de Jessica Hyde en un momento de la historia de la serie. Esa es la idea del concepto de relación que acaba imperando en el mundo de Utopia, y también en nuestra realidad en muchas ocasiones. El problema es que cuando no se practica una correcta distinción entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, cualquiera puede esperar recibir ayuda y aceptación, incluso cuando lo que se propone es la destrucción de la mayoría de la población humana sobre la tierra.
La conspiración y nosotros
El de la conspiración es un concepto que en esta época de pandemia ha adquirido un matiz concreto, relativo a la propagación de ideas e informaciones que no se corresponden con el hecho científico. Pero, en realidad, no es algo que pueda sujetarse únicamente a unas circunstancias, sino que tiene que ver más con nosotros.
Somos nosotros, los conspiranoicos, amantes de la distorsión de la verdad y de la apariencia de la mentira, quienes extrapolamos este concepto a cualquier fase, etapa o situación. Y junto con ella, como le pasa a Hyde, generamos bandos y nos polarizamos, esperando de los otros la rendición incondicional. Sin embargo, al final ocurre siempre la decepción. La decepción con nosotros mismos, respecto a otros, en cuanto a todo un mundo que parece comportarse igual. Ese es uno de los aspectos que, personalmente, pienso que más impactan de Utopia, el hecho de ver que ni siquiera la satisfacción de ciertos objetivos o logros por parte de algunos personajes les da tranquilidad, porque tal grado de confusión y especulación con lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, ha dado paso a una decepción que no se puede ignorar, sino tan solo ser vivida.
“El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”, dice Jesús en Mateo 12:30. Pero sus palabras aquí no son una incitación a la controversia injustificada, y mucho menos una invocación del orden humano, tal y como lo describe el personaje de Hyde. Su verdad no tiene que ver con pandemias ni elecciones, sino con la vida. Y es interesante ver cómo en el texto bíblico, los conceptos de verdad y vida se relacionan entre sí, de manera que son también interdependientes. El Verbo, Jesús, es la verdadera revelación de Dios, y el propósito de esa revelación es que tengamos vida eterna para su gloria.
Lo inevitable de la decepción
También se desprende del texto bíblico que es inevitable que decepcionemos. A otros y a nosotros mismos. Pero juntamente con ello, también es la idea y el hecho de que Dios utiliza esas decepciones, y nos enseña por medio de ellas. Creo que la humillación que se desprende de la decepción es un elemento en potencia que el Espíritu Santo utiliza para producir arrepentimiento en nosotros.
De manera que esta decepción no se convierte en un estado permanente con el que convivir, que aceptar con resignación, como le ocurre al elenco de personajes de Utopia. Eso compromete la verdad a las circunstancias, y en ese terreno es muy sencillo acabar generando, propagando o aceptando la conspiración y la mentira por verdad, el mal por el bien. La decepción que somos, que causamos, no ha detenido a Dios en su propósito de relacionarse con nosotros, hasta el punto de encarnarse por medio del Hijo y mostrarnos que hay un Verbo que siempre ha existido, y que permanece inmutable en su esencia, fiel y verdadero.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cameo - Nosotros, los conspiranoicos (II)