John Bunyan: vida y curiosidades del prisionero que escribió un superventas
Desde su propio peregrinaje plagado de dificultades, su profundo conocimiento de la Biblia y su brillante imaginación, el pastor inconformista John Bunyan (1628-1688) escribió la alegoría más famosa del mundo, El progreso del peregrino.
08 DE DICIEMBRE DE 2024 · 19:00
Nuestras cargas están aquí mismo, el camino frente a nosotras, y el deseo de bondad y felicidad es nuestra guía a través de los problemas y errores hacia la paz, que es la verdadera Ciudad Celestial.
Así anima la señora March a sus hijas Meg, Jo, Beth y Amy desde el primer capítulo de Mujercitas de Louisa May Alcott. Hoy quizá necesitemos las notas editoriales para entender a qué se refiere, pero en la época de su autora, el siglo XIX, el libro al que alude poblaba las estanterías de medio planeta.
Alcott no fue la única en apuntar a la alegoría más famosa del mundo. Desde su publicación en 1678, El progreso del peregrino ha seguido apareciendo en obras artísticas de toda índole, inspirando versiones alternativas y analizándose en contextos académicos.
¿Lo más extraordinario de todo esto? En una época en la que solo se dedicaban a la escritura las personas más aventajadas, su autor, John Bunyan, apenas tenía estudios y se dedicaba a arreglar ollas y tijeras. Tras su conversión a Cristo, pasó parte de su carrera de predicador rural entre rejas. Allí concibió su libro, sin imaginarse la futura respuesta a su deseo: «Y ojalá que este Libro para muchos les sea bendición… Sí, Libro mío, quiero que des fruto».
Cuna humilde y carrera militar
La fecha de nacimiento de John Bunyan, hijo de Thomas y Margaret Bunyan, no se conoce, pero sí la de su bautizo en Elstow, Inglaterra: 28 de noviembre de 1628. Aunque tenía alguna propiedad que otra, su padre era un humilde hojalatero, y Bunyan no pudo asistir a la universidad como otros puritanos famosos.
En 1644, con dieciséis años, Bunyan perdió a su madre y su hermana y fue alistado en el ejército durante la revolución inglesa de Oliver Cromwell. Aunque no vio mucha acción, ocurrió algo que nunca olvidaría: un compañero que solicitó su turno de centinela recibió un disparo y murió en lugar de Bunyan.
El alto pelirrojo, alma de la fiesta y «cabecilla de toda especie de vicio y maldad», dice en su autobiografía, había sido profundamente sensible desde la niñez. Cuestionando siempre su propósito y destino, temía estar más allá del alcance del perdón de Dios y tenía pesadillas sobre el juicio final. En los siguientes años se intensificaría su angustia de manera extrema. Sin menospreciar su búsqueda espiritual, tanto historiadores como psiquiatras han explorado su salud mental, sobre todo en esta etapa. [1]
Influencias y conversión a Cristo
Tres años después Bunyan volvió a Elstow y al oficio de su padre, casándose en 1649. No dejó constancia del nombre de su esposa, pero sí de sus conversaciones y de su ajuar, una Biblia y dos libros cristianos que leían juntos. Le hacían anhelar ser mejor persona.
En su nuevo hogar eran tan pobres que casi ni contaban con plato y cuchara que compartir, pero las dificultades nunca minaron la creatividad de Bunyan. Amaba la música y como no podía comprar un violín, se forjó uno propio. Más adelante, tallaría una flauta de la pata de un taburete.
Pronto nació su primogénita, Mary, que tristemente descubrieron que no podía ver, y después tres hermanos.
A pesar de que Bunyan había comenzado su andadura religiosa, todavía no había abrazado la fe cristiana; se describía como «un pobre hipócrita con un barniz».
Luchaba con preguntas apologéticas desde un corazón «extremadamente duro». Decía que, aunque ofrecieran pagarle por una lágrima, no sería capaz de derramar ni una.
Pero estando un día en la localidad cercana de Bedford, escuchó a tres mujeres sentadas al sol comentando sobre su nueva vida en Cristo. Irradiaban un gozo completamente ajeno a su experiencia. Desde su sed espiritual, Bunyan volvió repetidamente al mismo sitio en busca de conversaciones similares.
Así fue cómo llegó a la iglesia inconformista en Bedford de John Gifford, el médico del pueblo y un ex-comandante que había experimentado una conversión dramática a Cristo (Bunyan lo inmortalizaría como «Evangelista» en su obra más famosa).
Bunyan por fin recibió a Cristo a los veinticinco años al impactarle una frase: «tu justicia está en los cielos»:
…no era la buena disposición de mi corazón lo que mejoraba mi justicia, ni mi mala disposición que [la] empeoraba… porque mi justicia era el mismo Jesucristo, «el mismo ayer, hoy y por los siglos». Ahora las cadenas sí que se desprendieron de mis piernas.
Imposible dejar de predicar
Bunyan fue bautizado en el río que atraviesa Bedford, que pronto sería su nuevo hogar. En 1655, la iglesia allí lo nombró diácono, y poco después comenzó a predicar. En esa época de tolerancia religiosa, hasta mil doscientas personas se reunían a las siete de la mañana entre semana para escucharle. Más adelante el rey Carlos II le preguntaría al ex vicerrector de la Universidad de Oxford, John Owen, por qué escuchaba a un hojalatero sin formación. Respondió: «Si pudiera poseer las habilidades del calderero para la predicación, Su Majestad, con gusto renunciaría a todo mi saber».
Bunyan ahora dividía su tiempo entre su oficio y su nuevo llamado. También empezó a escribir. Aunque no se consideraba polemista, en 1656 publicó un primer libro que rebatía conceptos cuáqueros. Pero en 1658 sufrió la pérdida de su esposa, quedándose viudo con cuatro hijos pequeños. No tardó en casarse, esta vez con Elizabeth; tuvieron dos hijos.
Encarcelamiento
Cuando se restauró la monarquía, se intensificó la vigilancia sobre cualquier actividad externa a la Iglesia anglicana. Bunyan fue detenido por predicar sin licencia y convocar sus propias reuniones. A partir de 1660, sería encarcelado doce años por negarse a dejar de predicar: declaró que permanecería preso hasta que «el musgo le creciera en los párpados» antes que violar sus principios. Por valientes que fueran sus palabras, sintió que derrumbaba su hogar sobre la cabeza de su esposa e hijos. Sufrió en especial por su hija invidente, Mary, que murió con trece años estando él en prisión.
Amigos influyentes como Owen intercederían por él, sin olvidar el papel de su valiente esposa. Tras sufrir un aborto espontáneo cuando fue detenido, Elizabeth intentó obtenerle un indulto. Cuando falló la burocracia, paró la carroza de uno de los jueces para arrojarle su petición escrita.
Durante su encarcelamiento, Bunyan consiguió algún permiso para visitar su iglesia, predicó a los otros presos y aportó a la economía familiar fabricando cordones de zapatos. También fue una de sus temporadas más fructíferas de estudio de la Palabra de Dios.
Por último, se dedicó a escribir. En uno de esos reveses de la historia:
… el hombre a quien se le prohibió predicar para unas pocas personas reunidas en la cabaña de un campesino fue provisto de recursos para escribir un libro por medio del cual habla a millones, en todas partes y por varias generaciones. Al mismo tiempo, los hombres que intentaron silenciarlo fueron todos olvidados. [2]
Su obra maestra: El progreso del peregrino
John Bunyan escribió unas sesenta obras. Aparte de El progreso del peregrino, sus más conocidas son su autobiografía, Gracia abundante (1666), y otra alegoría, La guerra santa (1682).
El progreso del peregrino desde este mundo al venidero, mostrado como un sueño, publicado en dos partes entre 1678 y 1684, trata del viaje de un peregrino desde la Ciudad de Destrucción hasta la Ciudad Celestial, y más adelante, el de su familia. Es uno de los libros más famosos jamás publicado, superando en ventas a cualquier otro título, con la excepción de la Biblia, hasta mediados del siglo XX. Se encuentra entre los once libros que compiten por el título de la primera novela escrita en inglés.
Su éxito fue inmediato; en 1692, se vendieron cien mil copias solo en inglés. Pero no tardó en editarse en otras lenguas, llegando a lugares tan lejanos como la India a finales del siglo XVIII, África a principios del siglo XIX y a España en 1935 a través de la editorial Juan de Valdés. Cuando el gobierno comunista de China lo publicó como ejemplo del patrimonio cultural occidental, las primeras doscientas mil copias se agotaron en tres días. Hoy está disponible en más de doscientos idiomas.
Aparte de hacer mella en la literatura, sobre todo en escritores anglosajones como Charles Dickens, Charlotte Brontë, Herman Melville, Mark Twain, C. S. Lewis, John Steinbeck o Enid Blyton, El progreso del peregrino también ha impactado la teología a través de predicadores como Charles Spurgeon, que lo leyó más de cien veces. Decía que Bunyan era una Biblia viviente; que, si lo pincharas, «sangraría Biblia». Esta influencia en el mundo protestante, quizá, es más entendible, pero ¿por qué tiene un atractivo universal?
Más allá de las habilidades de John Bunyan como escritor, «logró tocar algo muy profundo en la psique humana», dice el catedrático de inglés Louis Markos. Según James F. Forrest, otro académico, la metáfora de la vida como un viaje, aunque anterior a la era cristiana, se convirtió en una de las más potentes del pensamiento cristiano. Forrest sugiere que Bunyan se inspiró en la predicación popular de la época y sus metáforas puritanas, combinándolas con su talento para crear «un heterocosmos de romance y aventura» con un principio, medio y final definidos. Se trata de «el paradigma de todo hombre» con aplicación universal. [3]
Últimos años de vida
Tras su liberación, a Bunyan solo le quedarían quince años de vida, y durante la última década lidiaría con la fama que le brindó el libro. Recibía invitaciones y predicaba en la capital, pero «el obispo de Bedford», como se le conocía, se negaba a mudarse de su municipio, según la académica E. Beatrice Batson. La iglesia cristiana independiente Bunyan Meeting todavía existe en Bedford.
En agosto de 1688, Bunyan viajó a Londres por última vez. Tras predicar, ayudó a reconciliar a un hijo con su padre, pero al desplazarse en una tormenta, contrajo fiebre. Al final murió en casa de un amigo, y fue enterrado en Bunhill Fields, el cementerio de los inconformistas.
Hoy en el bullicio de Londres, quien ataje por el cementerio encontrará un monumento en su tumba. Allí, Bunyan descansa con su amada Biblia entre manos; parece que solo duerme, soñando todavía con un viaje en el que sale tan cargado como los transeúntes de la ciudad. Pero quien rodee la escultura, se encontrará con la figura de un peregrino liberado de su carga, aferrado a la cruz. Y casi se escucha la invitación del hojalatero de viva imaginación:
¡Oh, ven acá!, toma mi libro y ponlo
junto a tu corazón y a tu cerebro.
¿Alguna vez has puesto El progreso del peregrino «junto a tu corazón y tu cerebro»? ¿Qué aspectos de la vida de John Bunyan te han impactado? Te leemos en los comentarios. Encuentra aquí el octavo tomo de la Biblioteca de Clásicos Cristianos.
Notas
[1] Gaius Davies y Sir Aubrey Lewis, por ejemplo. Se contempla un posible trastorno obsesivo compulsivo, entre otros.
[2] Reverendo William Landels en su nota introductoria a la edición de El progreso del peregrino, 1890. Citado en Nuestro Pan Diario.
[3] El artículo de Forrest se puede encontrar aquí en castellano: «El progreso del peregrino: resumen y enseñanzas de la obra de John Bunyan», bajo la sección: «El progreso del peregrino: un libro para recordar». Bite Project. 21 de julio de 2022.
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