“Reivindico el fracaso”, de Juan Carlos Martín Cobano

Poema de próxima publicación en la antología “Mundo Aquí”, como parte del XXIII Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca.

05 DE NOVIEMBRE DE 2020 · 20:25

Juan Carlos Martín Cobano.,
Juan Carlos Martín Cobano.

Me alegra dejar conocer este poema de Juan Carlos Martín Cobano (Carmona, 1967), poeta, filólogo, editor, librero y traductor de origen andaluz, formación catalano-aragonesa e incipiente religación salmantina.

Ha impartido talleres y dictado conferencias en distintos países con la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), es asiduo del encuentro Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes, León), del Encuentro Cristiano de Literatura (Salamanca) y del Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, en tres ediciones).

También ha sido invitado especial del I Encuentro de Música y Poesía Luso-Hispano-Americano, ROIZ, celebrado en la ciudad portuguesa de Castelo Branco en 2019.

Hasta enero de 2018 fue secretario general de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE) y en la actualidad es secretario general de TIBERÍADES, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos. También forma parte del Consejo Asesor de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos de Salamanca.

Poemas y textos suyos se encuentran publicados en las antologías Los frutos del árbol (2015), Explicación de la derrota (2017), Por ocho centurias (2018), Eunice, cien veces cien (2019), Llama de Amor Viva (2019) y Regreso a Salamanca (2020).

Ha publicado el libro de ensayos Poesía como oficio sacro y otros escritos (2020) y Tiempo de cruzar el umbral (Salamanca, 2020), su primer poemario.

“Reivindico el fracaso”, de Juan Carlos Martín Cobano

 

REIVINDICO EL FRACASO

Reivindico el fracaso,

la gloria de los cartones extendidos en palacios de fango,

los belenes de las aceras, al nivel de las suelas,

los establos de carritos abarrotados,

los horizontes de zapatos.

Bautízanos, Señor, en el fracaso.

Aborrezco las medallas,

la miseria de las palmaditas en la espalda,

los besos con aliento de plata,

los treinta apretones de manos,

el oro sin mirra, el incienso sin llama.

Líbranos, Señor, de los fantasmas.

Me enardecen las derrotas,

la verdad que no habita en las espadas,

desesconder las mentiras de los podios,

las guirnaldas del desfallecido,

las lágrimas de su redoma.

Muéstrame, Señor, tu salón de la fama.

Acompaño a los caídos,

a los que aran la tierra con sus rodillas,

los que no regalan al suelo un beso condescendiente,

sino que lo muerden,

lo mastican y lo digieren para dar vida.

Derríbame, Señor, para mirarte a los ojos.

Reivindico al Carpintero tenaz,

soplos de serrín y Espíritu Santo,

cicatrices de astillas y clavos

estigmas de mi terco estrabismo.

No escatimes, Señor, tu cincel sacro.

 

Reivindico al que conoce

el valor de darse,

de vaciarse,

vaciarse

vaciarse

vaciarse

hasta vaciar su tumba.

Aunque no entiendo nada.

Sumérgeme, Señor, en tu misterio.

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