‘Alcoba Inhóspita”, de Juan Carlos Martín Cobano
Poema seleccionado del libro Tiempo de Cruzar el Umbral, recientemente editado por Tiberíades.
10 DE SEPTIEMBRE DE 2020 · 22:45
Dejo conocer un texto del primer poemario publicado por Juan Carlos Martín Cobano (Carmona, 1967), poeta, filólogo, editor, librero y traductor de origen andaluz, formación catalano-aragonesa e incipiente religación salmantina.
Ha impartido talleres y dictado conferencias en distintos países con la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), es asiduo del encuentro Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes, León), del Encuentro Cristiano de Literatura (Salamanca) y del Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, en tres ediciones).
También ha sido invitado especial del I Encuentro de Música y Poesía Luso-Hispano-Americano, ROIZ, celebrado en la ciudad portuguesa de Castelo Branco en 2019. Hasta enero de 2018 fue secretario general de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE) y, en la actualidad, es secretario general de TIBERÍADES, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos.
Poemas y textos suyos se encuentran publicados en las antologías ‘Los frutos del árbol’ (2015), ‘Explicación de la derrota’ (2017), ‘Por ocho centurias’ (2018), ‘Eunice, cien veces cien’ (2019) y ‘Llama de Amor Viva’ (2019). ‘Tiempo de cruzar el umbral’ (Salamanca, 2020) es su primer poemario.
ALCOBA INHÓSPITA
Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.
Eunice Odio
Se vació el Amado,
se despojó de coronas, de mitras
y altares,
para conocer tan solo la zarza
y el lino de la suerte ensangrentada.
Cazadnos las zorras pequeñas, decía, las que
amenazan la flor de nuestro vino,
y yo me perdía en la sofisticación de los vallados,
obseso por las alambradas de afuera.
Las vulpes de papel y metal
campaban mientras tanto a su antojo,
con gangas de almohadas e hipotecas.
Dale que dale el necio con las cercas
mientras se avinagra el vino en la mesa.
Un reducto mullidito, una cajita acolchada,
y una jaula para el Amado,
por aquello de las raposas.
Dale que dale con las alimañas,
negociaba corral adentro,
compraba briznas de hierba a cuenta de ciudades y arboledas,
mientras se avinagraba el vino en la mesa.
Se vació el Amado,
se despojó de coronas, de mitras y altares,
para conocer tan solo la zarza
y el lino de la suerte ensangrentada.
Llamó a mi puerta y temblé;
su voz como dedos en la ventana
alumbró los bordados de mi colcha,
las plumas de mi lecho y la seda del pijama.
Era mi alcoba un país extraño.
La peste a zorras muertas lo espantó,
mientras se avinagraba el vino en la mesa.
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