Tres salmos de Juan Carlos Martín Cobano
Textos seleccionados del poemario Tiempo de Cruzar el Umbral, recientemente editado por Tiberíades.
30 DE JULIO DE 2020 · 15:50
Dejo conocer tres poemas del primer libro publicado por Juan Carlos Martín Cobano (Carmona, 1967), poeta, filólogo, editor, librero y traductor de origen andaluz, formación catalano-aragonesa e incipiente religación salmantina. Ha impartido talleres y dictado conferencias en distintos países con la Asociación Latinoamericana de Escritores Cristianos (ALEC), es asiduo del encuentro Los Poetas y Dios (Toral de los Guzmanes, León), del Encuentro Cristiano de Literatura (Salamanca) y del Encuentro de Poetas Iberoamericanos (Salamanca, en tres ediciones). También ha sido invitado especial del I Encuentro de Música y Poesía Luso-Hispano-Americano, ROIZ, celebrado en la ciudad portuguesa de Castelo Branco en 2019. Hasta enero de 2018 fue secretario general de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (ADECE) y, en la actualidad, es secretario general de TIBERÍADES, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos. Poemas y textos suyos se encuentran publicados en las antologías ‘Los frutos del árbol’ (2015), ‘Explicación de la derrota’ (2017), ‘Por ocho centurias’ (2018), ‘Eunice, cien veces cien’ (2019) y ‘Llama de Amor Viva’ (2019). ‘Tiempo de cruzar el umbral’ (Salamanca, 2020) es su primer poemario.
Aquí transcribo un fragmento del prólogo firmado por el poeta y profesor puertorriqueño David Cortés Cabán:
La poesía de Juan Carlos Martín Cobano nos brinda una ocasión para reflexionar sobre la vida a través de los diversos planos de su poesía: por un lado el poeta y su mundo; y, por otro, los motivos que lo justifican. Tiempo de cruzar el umbral contiene un particular modo de mirar la vida. Un modo que enfrenta al poeta consigo mismo, con sus lecturas bíblicas y las cosas que impactan su escritura. Esto, por la visión que le revela la fragilidad de la vida desde una postura que al mismo tiempo es palabra dura y cortante para expresar sin eufemismos lo que siente. Por eso en varios de estos poemas el léxico, la ironía y el humor contagiarán el sentido que los caracteriza, mientras otros nos comunicarán un pensamiento de mayor introspección cristiana y más afinidad con los textos bíblicos. (…)
Los poemas que nos aproximan a la voz poética del rey David, el dulce cantor de Israel, nos recuerdan los profundos sentimientos de aquellos hermosos y aleccionadores cánticos. Nos transmiten aquel arrobamiento espiritual que va hacia la vida en continuo discernimiento de la hermosura de Dios y su plenitud. El amor echar a andar el corazón en plena confianza hasta que la luz ilumine un sendero por donde todos podamos caminar. No porque el poeta quiera aislarse del mundo sino proponer un hallazgo mayor, otro paisaje más luminoso. No el que representa los furtivos lujos de la vida, sino el de quien renuncia a su yo para reconocerse en el que conlleva en común sentido espiritual. Así, amparándose bajo el “Salmo 23”, y siguiendo el sentido expresivo de aquella intuición, inicia el poeta también un viaje hacia las secretas galerías del alma. De este modo recoger la emoción que se funden en un mismo cántico y en la común realidad abierta a todos, pero vedada a los que no quieren ver. Realidad que nos señala un mismo propósito en el contexto de una reflexión espiritual; y, esto, no porque lo merezcamos pues ocurre solamente en cuestión de lo que presentemos al abrir el corazón a la infinita bondad.
Salmo 23
Conozco los pastos delicados, las aguas de reposo,
la mesa repleta en presencia de mis angustiadores,
conozco el valle de sombra de muerte,
no tengo que pedirte nada,
vengo a cantar quién eres, querido pastor,
no te pido más arroyos tranquilos donde abrevar
ni prados mullidos donde recoger el maná del asombro.
No pido. Canto.
No pido, canto, mas si pidiese sería para reconocer
tu vara y tu cayado.
Enredado entre espinos, riscos señalados y trochas de ponzoña,
agradezco la sombra siquiera de tu proverbial gayata.
Quiero agarrarme al pilar de una rama rugosa, de nudos prensiles,
sentirla en mis lomos no estaría mal.
Vengo de probar los orines de otra oveja vieja, quién me mandaba.
Harto de revolcarme entre las boñigas secas de rebaños pasados…
preciso una vez más, otra, de la brújula anclada de tu verdad.
No vengo a pedir, vengo a cantar,
pero mis balidos me delatan.
Salmo 42
Son feos los bramidos, quién lo niega,
perturban el aire como uña en pizarra,
pero más fuerte es la sed,
que reniega de armonías, orden, concierto,
decoro o lenguas ajenas.
La sed asciende por las chimeneas atascadas del pecho
para escupir fumaradas que rechinan en los oídos
de los bienpensantes, desconchan las cabezas
de los rectísimos y arruinan las soirées de la etiqueta.
El bramido del abatimiento dialoga con el alma,
aprende que hay un tiempo por delante
fresco, undoso y confortador.
El estertor de la turbación es preludio
de futuras alabanzas.
Chirría y molesta ahora,
angustia, desasosiega a los oídos delicados,
pero enmarca la cordura del que espera.
Salmo 84
Casa de los gorriones,
nido de golondrinas,
atrios de tu casa,
¿hay sitio para vencejos?
Gustoso firmaré el desahucio
de los mil días en New York.
Andaré sin miedo entre los álamos
o las lágrimas de Bacá,
cobraré fuerza en sus fuentes,
creceré bajo su lluvia,
lo que sea para acabar
de noche en tus moradas.
Cantará el corazón, cantará la carne,
saciados los dos,
acurrucados los dos
a la puerta de tus altares,
pero no conformes con un rinconcito,
pues conocen la promesa de la alcoba,
el regalo del abrazo en las cámaras secretas.
Lo quieren todo, pues todo les diste:
trastear en tu cocina, asomarse a tus balcones,
retozar entre tus libros, abismarse ante tus cuadros.
Gustoso firmaré el desahucio.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Barro del Paraíso - Tres salmos de Juan Carlos Martín Cobano