Mucho se ha escrito sobre David y Salomón, figuras esenciales en la identidad del pueblo hebreo y no menos importantes en la literatura bíblica. Actualmente hay un gran debate académico sobre la datación de los restos arqueológicos del inicio de la Edad del Hierro II en Palestina, de la que son contemporáneos estos reyes.
La topografía de Jerusalén en esta época de la monarquía de David constaría de tres partes: al sur, el promontorio rocoso de la zona residencial “Ciudad de David”, al norte, en la parte más alta, el Monte Moriah donde se construyó el templo y entre ellos la zona conocida por el Ofel. Toda esta superficie alargada está flanqueada al este por el valle del Cedrón y al oeste por el valle del Tyropeón.
El promontorio rocoso de la zona residencial de la “Ciudad de David” presenta grandes dificultades para el estudio estratigráfico, entre ellas la de estar habitada actualmente. Además, no se ha formado a lo largo del tiempo el característico
tell, compuesto de capas por acumulación de materiales propios de un asentamiento humano, debido a la reutilización de la roca como principal elemento constructivo, e incluso se conoce la explanación realizada por Simón Macabeo en el siglo II a.C., al destruir hasta los cimientos una fortaleza Siria, según informa Flavio Josefo.
Aparte de otras dificultades, hay que añadir también la imposibilidad de hacer prospecciones en el Monte del Templo, donde se ubica la Cúpula de la Roca y la mezquita de Al-Aqsa. No obstante, se puede reunir información de hallazgos que dibujan, aunque de forma somera, la ciudad de la monarquía unida.
Pero antes, ¿cómo pudo ser la ciudad jebusea que conquistó David?
Las cartas descubiertas en Tell el Amarnas del siglo XIV a.C., muestran la correspondencia del rey cananeo Abdi-Heba de Urusalim (Jerusalén) con el faraón Amenofis IV (Akhenatón). Los comunicados revelan una organización de ciudad-estado con la suficiente entidad como para que su rey pudiera dirigirse al soberano de Egipto.
Además, cartas como la dirigida por el rey de Gat al faraón, en las que se queja del afán expansionista del rey de Jerusalén Abdi-Heba, al arrebatarle sus ciudades, manifiesta la importancia de este centro de poder en la zona montañosa de Palestina.
Por otro lado,
la fortaleza jebusea de Sión constaba de una muralla, cuyo resto se aprecia en la denominada “estructura escalonada de piedra”. Su excavación ha sido realizada por diversos arqueólogos, entre ellos Kathleen Kenyon y Yigal Shiloh.
Existen diferentes interpretaciones de la conformación de esta estructura, aunque en general, como indica Jane Cahill en relación con la cerámica hallada, se la data entorno al 1200 a.C.
La monumentalidad y complejidad de esta defensa en el punto más alto de la ciudad, nos muestra una urbe cananea desarrollada, que albergaría un complejo administrativo-religioso.
Según algunos autores, esta estructura escalonada podría ser el Milo al que se refiere la Biblia en 2 Samuel 5:9.
En la Edad del Bronce Medio,
los jebuseos habían construido un conjunto formado por dos torres, un estanque y un túnel para el acceso desde el interior de la ciudad que, en caso de asedio, protegía el sistema de abastecimiento de agua. Este sistema se alimentaba de la fuente de Guijón, situada en la ladera oriental que da al valle del Cedrón.
El complejo fue descubierto por los arqueólogos Ronny Reich y Eli Shukron, y pone en cuestión la utilización, para este mismo fin, del pozo natural hallado por el ingeniero inglés Charles Warren en el siglo XIX.
El conjunto evidencia un avanzado sistema defensivo que se utilizó hasta el siglo VIII a.C., cuando el rey Ezequías construyó un túnel a través de la ciudad, que conducía el agua desde la fuente de Guijón hasta el estanque de Siloé.
Hay quienes opinan que la instalación jebusea pudo ser usada por el ejército de David para entrar y conquistar Jerusalén, de acuerdo con el libro de
2 Samuel 5:7-8.
La próxima semana concluiremos este estudio de la arqueología actual sobre rl reino de David.