Testigos del Único Fiel y Verdadero: Jesucristo

El Señor de la iglesia está presentándose ante los laodicenses afirmando que Él es digno de crédito, que su palabra es verdad, que ninguno de sus dichos puede ponerse en duda.

19 DE FEBRERO DE 2023 · 22:00

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Con esta entrega finalizamos la serie de dieciocho artículos sobre las tradiciones, costumbres y hábitos mundanos que intoxican y corrompen a las congregaciones locales.1 Con base en las cartas que el apóstol Juan escribe a las siete iglesias en Asia, 2 en obediencia al mandato divino, la intención ha sido tomar conciencia de aquellas influencias negativas que, involuntaria e injustificadamente, todos aportamos a la comunidad de fe que Jesucristo apartó para Sí. 

Como cierre a este doloroso recorrido de ocho meses, nada mejor que fijar nuestra mirada en el único que puede y quiere purificar a su amada iglesia: el unigénito Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo. Él se identifica ante la iglesia en Laodicea afirmando: 

“He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios.” 3 

1. He aquí el Amén

El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo. Cuando el profeta Isaías usa la palabra ‘Amén’ al final de una frase,  significa que todo lo que precede es auténticamente veraz. Es un vocablo tan solemne que incluso en ese idioma decir “Dios del Amén” significa ‘el Dios de verdad’ en el nuestro.4 De la misma manera, en la cultura hebrea la repetición de una corta frase al inicio de un párrafo daba a entender que lo que seguía era una declaración importante; e. g. cuando Jesús dice ‘de cierto, de cierto os digo’.5  El griego Αμήν también se traduce ‘amén’

Por lo que antecede, el Señor de la iglesia está presentándose ante los laodicenses afirmando que Él es digno de crédito, que su palabra es verdad, que ninguno de sus dichos puede ponerse en duda. Tal certeza presente también se extiende al futuro. Esto lo comunica el apóstol Pablo a los creyentes en Corinto:

“Porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”.6

En suma, los laodicenses, como antes los corintios, podían estar seguros que Jesucristo es la Verdad personificada, Quien certifica por anticipado todo lo que ha de decir. Dios Padre y Dios Hijo son el Amén, ambos son absolutamente creíbles. El enviado del Padre, vino a dar un testimonio verdadero; sin dejar lugar a dudas; todas sus promesas en nosotros se cumplirán. 

Como contraste, escuchamos esa expresión no siempre usada como se debe. ¿Quién no la oye en videos, dicha y hasta gritada a coro enfáticamente, seguida de vítores y aplausos? 

Algunos ‘predicadores’ repetidamente intercalan sus frases con ‘¿Amén?’; y la congregación responde en forma afirmativa ‘¡Amén!’ Se pueden estar refiriendo a la macabra obra de Satanás y sus demonios, al pecado que corrompe, a la condenación y la muerte, que el ‘¡Amén!’ se oirá totalmente fuera de lugar. Ese humano ‘amén’ no tiene nada que ver con el ‘He aquí el Amén’.

2. El testigo fiel y verdadero

Se le atribuyen al escritor irlandés John Alfred Trench 7 las tres condiciones esenciales que hacen al buen ‘testigo’:

a. Haber visto con sus ojos aquello de lo que da testimonio.

b. Reproducir con honestidad y exactitud lo que haya visto u oído.

c. Tener la habilidad de transmitir su testimonio de modo que sea recibido como verdadero.

El Señor Jesucristo cumple plenamente con esos tres requisitos: Él puede hablarnos de Dios, pues vino al mundo como Su enviado; podemos creer a su palabra porque es tan segura como el Amén; y comprendemos Su Mensaje, porque lo sabe comunicar como ningún otro ser humano. 8  Además, al presentarse de este modo Él está anticipando al jinete llamado ‘Fiel y Verdadero’ que saldrá del cielo abierto y vendrá montando un caballo blanco, con su ropaje teñido en sangre, para juzgar y pelear con justicia; y cuyo nombre es EL VERBO DE DIOS. 9                     

Como contraste, cada vez hay más personas que se presentan como testigos de hechos que son producto de su imaginación, o practican el falso testimonio en nombre de Cristo. 

El noveno mandamiento dado por Dios a Israel por medio de Moisés es este: “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio”.10 

El prolífico escritor cubano Mario E. Fumero comenta al respecto: “En nuestro mundo se ha hecho común la práctica del descrédito a los demás, con el fin de obtener prestigio o beneficios propios, principalmente en el mundo de la política (…) se entienden por “falso testimonio” la calumnia, el perjurio, el falsear una verdad, para esconder un delito, el ser un testigo falso, el hacer señalamientos por suposiciones incorrectas a personas honestas que quizás proceden de un chisme, o simplemente, de una actitud de maldad, ejecutada con alevosía y soborno (...) Si algo me indigna como siervo de Dios, es el hecho de ver que muchos que predican el evangelio, expresan falso testimonio y mentiras, para obtener beneficios propios, afirmando cosas que no son ciertas, pero que les beneficia materialmente. Cuando alguien dice algo que no es cierto sobre una persona, además de falsear la verdad, está mintiendo y toda mentira es pecado, porque Satanás es el padre de la mentira.” 11 

3. El principio de la creación de Dios

La palabra ‘principio’ empleada aquí traduce al griego ρχή (arjé, arché, arkhé) que significa "fuente", "principio" u "origen". Cotejando esa frase con otros textos donde se usa arjé tendremos la correcta interpretación a esta declaración del Señor. Por ejemplo, el apóstol Juan lo dice así:

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho (…) Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” 12 

El apóstol Pablo nos ayuda a enfrentar ideas heréticas de siempre, con esta sublime síntesis: 

“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten; y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia; por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” 13

En los primeros siglos de la iglesia era común creer que el mundo, la enfermedad y el pecado eran creación de un dios inferior. Veinte siglos después hay muchos que, aunque no lo reconozcan, lo siguen creyendo porque no leen la Biblia, o porque si la leen no profundizan en sus verdades y terminan por creer lo que otros les dicen. En ella leemos que Dios es el Creador de lo visible e invisible; que el pecado y la muerte entraron en Su creación a causa de la desobediencia de nuestros primeros padres a su mandamiento. 

Dios, que no miente, y que no hace acepción de personas, destituyó a todos de Su gloria; y nosotros,  sin excepción todos los humanos, pecamos porque somos pecadores, concebidos y nacidos en pecado. 

La Biblia nos enseña que hay un solo Dios: el de la Creación y la Redención; que no tiene una naturaleza divisible, ni es pura energía; Él es, a la vez santo, justo, misericordioso y perdonador. Por ser tan clara acerca de la divinidad, la Biblia no consigna el confuso término ‘Trinidad’; ella se presenta en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; pero en esencia es Uno y el mismo; y se basta para darnos a conocer el inmenso amor de Dios por su Creación y su voluntad de redimirla para Sí. Porque no es un ser impersonal Él es rico en misericordia, nos amó, y también nos proveyó un único camino de salvación, en su Hijo Jesucristo en quien somos santificados por la eternidad.14

Concluyamos orando: Padre nuestro: santificado sea Tu Nombre; líbranos de tradiciones, costumbres y hábitos mundanos que nos acosan a diario; ayúdanos a ser testigos fieles de Jesucristo; que tu Santo Espíritu nos guíe cada día a amarte a Ti y a quienes tenemos cerca, en modo sincero y práctico, hasta el regreso de tu Hijo. Para tu gloria, te lo rogamos en el Nombre de Jesucristo. Amén. 

 

Referencias

1. Enlace al primero de la serie: ver aquí.    

2. La serie utiliza mucho del material de otra serie de dieciocho artículos de este autor sobre las cartas a esas iglesias. El enlace a la primera de ellas es este

3.  Apocalipsis 3:14.

4. Isaías 65:16; compárese con 1ª Crónicas 16:36; Salmo 106:48; Jeremías 11:5; 28:6; al finalizar los Evangelios sinópticos; con Romanos 1:25; 9:5; 11:36; 15:33; 16:24, 27; 1ª Corintios 16:24; y así otros hasta llegar a Apocalipsis 22:20, 21.

5.  Juan 1:51; 3:3, 5, 11.

6.  2ª Corintios 1:20.

7.   John Alfred Trench (1839–1922) fue un evangélico del movimiento puritano The Plymouth Brethren, de cuyas asambleas salieron abnegados misioneros, muchos de los cuales llegaron al mundo de habla hispana. Las iglesias de ‘Hermanos Libres’ o ‘Asambleas de Hermanos’, que se establecían en España y países de Latinoamérica gracias a estos visionarios siervos de Cristo en siglos pasados, no deben confundirse con las denominadas ‘exclusivistas’, el ala radicalizada del movimiento, liderada entre otros por J. N. Darby.

8.    Juan 7:46.

9.    Apocalipsis 19:11-13.

10.  Éxodo 20:16.

11.   Cita a Juan 8:44.

12.  Juan 1:1-3,14.
13.  Efesios 2:4-10.
14.  Hebreos 10:10.

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