La profecía de Karl Marx

Si la sociedad es un ser vivo que ha evolucionado y se ha desarrollado en la temporalidad de la Historia, no tratemos de alimentarla hoy con las migajas que cayeron de la mesa del siglo XV.

ESPAÑA · 15 DE JUNIO DE 2016 · 21:41

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Marx, en su obra El Capital, hace una distinción entre “superestructura” e “infraestructura”. Llama superestructura a los ideales que los seres humanos han construido a lo largo de la historia, como la religión, política, arte, etc. -téngase en cuenta que Marx no era cristiano y por eso habla de estas como de creaciones humanas-, y llama infraestructura al factor económico, al modo de producción y al desarrollo de las fuerzas productivas; es decir, al potencial de producción y a los instrumentos de trabajo.

Hay una idea importante para Marx: las técnicas de producción (la infraestructura) evolucionan más rápidamente que los ideales humanos (la superestructura), que entonces pretenden frenar el progreso. Al hacer una comparación, me parece que la iglesia de hoy está siendo frenada también por su “superestructura”, la liturgia eclesial que poco tiene que ver en algunas ocasiones con la Biblia.

Si la liturgia, que es simplemente un ideal en muchas ocasiones desgastado y anquilosado, frena el progreso del cristianismo, hay que liberarse de ella. Tenemos la posibilidad de otra superestructura, buenas herramientas de trabajo que se han desarrollado en el seno de la sociedad y no las estamos aprovechando porque pensamos que van contra los principios bíblicos. Y tristemente esto suele ocurrir con dos tipos de personas: los dogmáticos sistemáticos que tienen miedo a los cambios y a perder su autoridad, y los creyentes que conocen poco las Escrituras y se dejan llevar por los dogmáticos.

Hace unos años no se tocaban en las iglesias ciertos instrumentos como la batería o la guitarra eléctrica porque se consideraban demoníacos; tampoco se escuchaban ciertos estilos musicales por lo mismo; pero la iglesia afortunadamente terminó por aceptar que el desarrollo del evangelio, entendiendo por evangelio el instrumento que acerca al mundo a Dios (la infraestructura) no debía frenarse por su liturgia (la superestructura). Hay que pensar que la infraestructura va antes que la superestructura y que esta no tiene sentido si no es por aquella.

La Palabra del Señor es un instrumento que se aplica a la sociedad actual, y la sociedad de hoy no es la misma que la de la Edad Media. Por tanto, la interpretación que hoy se hace de las Escrituras es distinta a la de la Edad Media. En este sentido, pensemos que la sociedad y la Biblia están conectadas. La una está viva y progresa por sí misma, y la otra tiene que cobrar vida aplicándose a personas, a la sociedad. Por tanto, no podemos vivir y tratar de conquistar a la sociedad para Cristo retrotrayéndolos a una interpretación bíblica medieval.

Si la sociedad es un ser vivo que ha evolucionado y se ha desarrollado en la temporalidad de la Historia, no tratemos de alimentarla hoy con las migajas que cayeron de la mesa del siglo XV. Si lo hacemos, ella se revolverá contra nosotros, se rebelará y nos morderá, porque tiene hambre y le estamos negando su pan.

Los discípulos de Jesús, aquel día de reposo que caminaban con él por los sembrados, tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comerlas. También Jesús sanaba a enfermos el día de reposo. Los fariseos se quejaron, porque decían que Jesús estaba invalidando la Ley haciendo lo que no era lícito en el día de reposo. Los fariseos no entendían que la sociedad estaba progresando y que la Ley no es lo mismo que reglas que son subsumidas bajo la Ley. Comer espigas no implicaba romper ningún mandamiento (si fuera así, Jesús contradiría la Palabra de Dios, y él vino precisamente para cumplirla). Una costumbre ligada a la Ley no hace de la costumbre una Ley; la costumbre podría cambiar y no por eso siempre se rompe la Ley.

Por eso Jesús hizo la revolución, pero la revolución implica una inversión de la liturgia (la superestructura), un cambio en las costumbres eclesiales. No se puede hacer la revolución si se sigue haciendo lo mismo siempre. Hay que invertir la liturgia, y a veces habrá que cogerla, hacer una bola, lanzarla al aire y pegarle una patada giratoria con intención de encanastarla en la papelera.

De qué superestructura se puedan servir los líderes espirituales depende de la creatividad y la visión que tengan. Yo sólo hablo de valores abstractos que se pueden concretar en cualquier tiempo, pero concretarlo ya depende de cada uno.

No permitas que la liturgia farisaica levante un muro entre la sociedad y tú; rompe el muro con el martillo del amor y transforma el mundo con el Libro de la Vida.

Si Marx termina su manifiesto comunista diciendo: “proletarios de todos los países uníos”, yo digo: “cristianos de hoy y de todas las iglesias, uníos”. Hagamos la Revolución.

 

Ivan Campillo Moratalla - Estudiante de filosofía - Valencia

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - IVÁN CAMPILLO MORATALLA - La profecía de Karl Marx