El estanque de las 101 ranas

— ¿Quieres que visitemos el estanque de las 101 ranas?

15 DE MARZO DE 2018 · 21:15

,

Ella lo quería de todo corazón, y parece que él a ella también.

Ella deseó casarse con él, y parece que él con ella también.

Ella quiso ser madre de tres hijos y parece que él también quiso ser padre.

Todo iba de ese modo hasta que un día ella le propuso…

¿Quieres que visitemos el estanque de las 101 ranas?

—No lo conozco, pero me parece bien.

El lugar estaba apartado y solitario pero muy hermoso, en el que lo sorprendente era el abundante número de ranas que poblaban el estanque, de ahí su nombre.

—Aún de noche podemos ver a los anfibios gracias al resplandor de la luna llena, y es curioso que no paran de croar— dijo él.

—Me viene a la memoria muchos cuentos de ranas, pero en especial el primero de los hermanos Grimm que se titula El príncipe rana ¿Quieres que te lo cuente?— dijo ella.

—Vale, me parece bien, te escucharé con atención— dijo él.

Recostó su cabeza sobre el hombro de ella y se dejó llevar por su agradable voz.

A medida que avanzaba la narración, no supo bien por qué, pero el modo perceptivo le cambió a él por completo. La reluciente luna, el continuo croar de la ranas, la humedad refrescante, la dulce voz femenina que desgranaba el cuento, todo ello y algo más hizo que la percibiera como no la había conocido.

Mujer sí, pero semidiosa también; cuerpo de hembra sí, pero percibida y deseada de modo diferente. Sus ojos se humedecieron. No entendía qué le estaba pasando pero era bueno en gran manera.

Ella le vio tan traspuesto que al acabar la narración le dio un beso.

Volvieron a casa y pareció que de modo mágico todo empezó a funcionar en sus vidas.

Justo un año después él le propuso volver al estanque.

—Tan buen recuerdo me dejó aquel lugar que me gustaría volver al estanque de las 101 ranas.

— ¡Ah! Muy bien, pero querrás decir el estanque de las 100 ranas— corrigió ella.

— ¿Cómo? ¿No se llamaba de las 101 ranas?

—Sí, se llamaba, pero ahora son 100— dijo ella haciéndole un guiño.

Se besaron con un sentimiento de complicidad, y desde entonces fueron felices y comieron perdices.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cuentos - El estanque de las 101 ranas